Después del trabajo pasé a comprar unos ovillos de lana gruesa de un color amarillo suave; ese mismo día al llegar a casa me puse a tejer unos calcetines los cuales al rato tuve que ver arder en la pequeña fogata que había preparado para darle ofrendas al muchacho, por un momento creí que me dolería ver mis horas de trabajo arder entre las llamas pero un calor apareció en mi corazón al pensar en el niño disfrutando de su nueva ropa, realmente me partía el alma pensar que el pasa frio por las noches cuando realmente no se si él puede sentir algo más que el dolor en sus rodillas magulladas, muñecas destrozadas y sus codos llenos de yagas.
Fue como a las nueve de la noche cuando lo vi otra vez desde los árboles; con un gesto, me mostro su chaqueta nueva y reí cuando se dio una vuelta completa mostrando cada parte de esta, apunto a los nuevos calcetines que ahora abrigan sus pies, yo asentí con una sonrisa y con mi mano le indique que se acercara, pero una vez más me dejo esperando cuando sin emoción alguna se dio media vuelta y volvió a desaparecer.