Capítulo 13

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Estaba en la cocina, sin mucho que hacer mientras esperaba a que la comida se calentara en el horno. Sentada en la pequeña mesa, concentraba toda mi atención en los trazos que realizaba sobre el papel. Desde que el doctor me regaló aquel cuaderno, no me despegaba de él. Ya tenía varios bocetos acabados y muchos más en proceso.

Pero el que estaba haciendo en aquel momento requería de mucha concentración y precisión para que saliera perfecto. 

Justo en ese instante oí el pitido del horno y con un sobresalto maldecí en voz alta. Seguro que se me había quemado la comida por andar distraída. Suspiré con alivio al ver que no estaba demasiado estropeado y que era comestible. 

Agarré los cubiertos y el plato para ponerlos sobre la mesa. Cuando iba a dar el primer mordisco oí a alguien maldecir bastante alterado por el pasillo. A medida que se iba aproximando el sonido, reconocí al dueño de aquella voz exasperada y reí por lo bajo.

Stephen Strange entró en la sala como un bólido, murmuró un saludo y tomó asiento en la silla frente a mí.  

—Vaya, te veo de buen humor —bromeé, a lo que él me miró mal soltando un bufido.

—Wong me ha metido en un buen lío, cuando lo encuentre se va a enterar. ¿Tienes idea de dónde está?

—Pensaba que estaba en Kamar-Taj. 

—Yo también, pero resulta que no está por allí. 

—Si es listo se habrá ido a la otra punta del mundo para no tener que aguantar tus rabietas —reí.

—Muy graciosa —refunfuñó. Miró mi comida y cambió su expresión de enfado por una de confusión. —¿Qué es eso?

—Pollo —respondí distraídamente mientras cortaba el muslo. 

—Eso no es pollo. No creo que ni siquiera se le pueda llamar carne.

—Pues es el mejor que me ha salido hasta ahora —dije orgullosa de mis habilidades culinarias.

—Te va a sentar mal —dijo en un intento de regañina.

—He comido cosas peores. ¿Quieres un trozo? —le ofrecí con toda mi buena fe.

—¿Y qué me de una indigestión? No, gracias.

—Bien, más para mí. Luego no te quejes de que no hay comida.

Negó con la cabeza y chiscó con la lengua, soltando una risa por lo bajo. Lo miré con las cejas alzadas.

—¿Qué? —preguntó al ver mi expresión.

—Nada. Pensaba que con lo amargado que venías se te había olvidado eso de cómo sonreír.

—Simplemente no estoy de humor hoy —miró el cuaderno que había justo a mi derecha. —Veo que le das uso —asentí mientras agarraba el libro. 

—Es muy útil, uno de los mejores regalos que me han hecho.

—Por no decir el mejor —añadió con arrogancia.

—Si digo eso te lo vas a creer y tu ego crecerá a niveles estratosféricos. No es algo que esté dispuesta a soportar —reímos a la vez. 

Nuestros ojos se volvieron a encontrar. Azul con gris. Le sonreí sin querer y al ver que él también lo hizo, mi corazón dio un vuelco en el pecho.

Algo había cambiado. No sabía decir con seguridad el qué. Pero me sentía bien con él. Necesitaba aquellas charlas desinteresadas, ordinarias y casuales. Necesitaba oír su risa, ver su sonrisa. Incluso escuchar sus berrinches y regaños. Quejarme de lo egocéntrico que podía llegar a ser.

Ese momento se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos cuando oímos una voz no muy lejana gritar por el pasillo.

—¡Strange! Vengo en son de paz.

Desvié la mirada hacia la puerta pero casi de inmediato la regresé al hombre de cabello negro y gris sentado frente a mí. Lo descubrí mirándome aún, pero rápidamente rompió el contacto visual para centrar su atención en la nueva presencia que entró en la sala. 

—Hasta que te apareces, ¿dónde demonios estabas? 

—Puedo explicarlo, ¿me vas a dejar?

—No tienes derecho después de dejarme tirado en la reunión de esta mañana.

—Vamos, deja que hable al menos —intervení a favor del asiático. Stephen me miró, soltó un suspiro de derrota y no dijo más. —Adelante, Wong.

—Gracias. Da gusto tener una aliada en esta casa —reí al ver que Stephen rodaba los ojos ante aquello. Empezó a explicarle el por qué de su "traición" pero el doctor parecía no terminar de creerle. Mientras ambos seguían con sus discusiones y alegatos, yo decidí terminar mi tarea a medias aprovechando su falta de atención en mí. 

Cuando terminé los pocos detalles que me faltaban, escribí una pequeña nota en la parte de atrás y arranqué la hoja con sigilo. La doblé en un trozo pequeño y la sostuve bajo la mesa.

Al parecer ya habían terminado los reproches y estaban un poco más calmados. Pero al doctor aún se le veía molesto. 

—Vamos a discutirlo a la biblioteca, necesito que veas los archivos.

—Sí, mejor —el pelinegro se giró para verme. —Perdona, Avril. Nos vemos luego —asentí y me despedí de ambos. Aproveché ese momento y usando un hechizo trasladé el papel al bolsillo de la camisa de Stephen. Sonreí en victoria al ver que no se había dado cuenta. 

«Espero que, al menos, eso le alegre un poco el día» —pensé mientras recogía la vajilla y la depositaba en la pica para empezar a lavarla. 







𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐚𝐠𝐢𝐜 𝐈𝐧 𝐘𝐨𝐮 || 𝐃𝐫. 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐱 𝐎𝐜 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora