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Si la vida de una joven ya pasa por sus peores vaches y recaidas, por momentos extraños e incomprensibles para los adultos, no me conoceis. Como todo joven adolescente, tenemos nuestros momentos malos, historias que creías que te harían más fuertes y que marcarían tu vida, pero que con el paso del tiempo las recuerdas y te llavas la mano a la boca, pues o era absurdo, o te equivocaste comentiendo el error más fatal de lo que has vivido, que no es comprado a lo que el mundo te ha preparado.
Hace dos años, mi padre, Christian, y mi madre, Marisa, se divorciaron. El mayor tiempo lo paso con mi madre, pues la custodia dice que la pertenezco durante la semana laboral, que engloba desde el lunes hasta el viernes a la hora de comer. Los fines de semana, soy de mi padre.
No me quejo, todos los niños querrían que sus padres estuviesen juntos y se amasen con locura. En mi caso, me gusta que no esten juntos, pues dispongo de libertad para hacer todo lo que quiera, no pueden compincharse para ponerme horarios o restrinciones. Su caso de divorvio no es un caso amigable, es decir, no se pueden ver, no se soportan, lo que convierte eso, en una ventaja para mi.

-Ellen, no.
-Por favor, mamá, irán Josh y Lola, y ya sabes lo que me gustan esas fiestas. El finde pasado me dejo ir papá.
-¿Eso me convierte en la mala de la película?
-Sí, tengo ciediseis años, debería aprovechar estos años, escasos y locos, de mi vida, antes de tener canas y arrugas.
-No más de las tres, a esa hora clavada en casa.
-Cuatro.- Dije con tono apenado y algo cansado.
-Tres y cuarto, no me hagas enfadar.
-Tres y media, clavada.- Reproché marcando mi propio horario.

Marisa suspiró alisandose el pelo, y se paso la mano por los ojos llenos de bolsas moradas. Hacia una semana que no dormía bien a causa de su estresante trabajo, y de su hija, claramente.
No era mi culpa que se preocupase demasiado por mi.
Este fin se semana mi padre iría a Barcelona con su nueva mujer, por lo que yo me quedaría con mi madre este fin de semana. Lo sé puedo parecer un poco egoista y manipuladora, pero no sabeís lo que es vivir en mi casa. Si por mi madre fuera, me haría vestir con camisa y falfa larga, y me prohibiría tener amigos.

Lola aparcó su viejo Ford rojo en la acerca enfrente de mi casa. Llevaba el pelo recogido en una coleta, y unos vaquros oscuros ajustados combinados con una larga camisa blanca.
Bajé las escaleras antes de que llamara y abrí la puerta. Lola me guiñó el ojo y pasó contoneando las caderas.
- Y bien, ¿qué te parece?
-Que vas demasiado guapa, sin duda el pelo recogido te queda bien.

Lola tenía dos años más que yo, y era una chica delgada, alta y guapa, de pelo liso y castaño. Era muy simpática, pero tenía un mal genio difícil de controlar.

Subimos a mi habitación y cerramos la puerta. Lol dejó la mochila encima de mi cama y se sentó al lado.
-No sé que ponerme, si top blanco con short vaqueros, o falda negra y blusa rosa.
-Nena, vamos a ir todos un poco mas... Tapados... Yo creo que como vistes ahora es perfecto.

Bajé rapidamente la mirada a mi ropa. Unos vaqueros azules, con una camiseta gris corta.

-¿Si? ¿Segura?
-Y tanto Ell.

Agarré un pañuelo rosa y una chaqueta vaquera y le hice un gesto a Lol para que me acompañase al baño.

Depués de echarme rimel y labial rosa, me planché el pelo y cogí diez euros de la encimera de la cocina.

Supuse que mi madre habría salido con Esteveen, mi médico de cuando era niña. Nunca me había gustado mucho, pero era amable y siempre me daba dinero, mientras no me molestase y besara a mi madre delante de mi, me bastaba.

Subí al coche de Lol, y durante el trayecto a casa de Josh estuvimos calladas escuchando una canción antigua de One Republic.

-Y bien, ¿irá alguien del instituto?.- Pregunté sin demasiada curiosidad, lo único que quería escuchar de los labios de Lol era el nombre de 'Dann'.
-Irá el grupillo de Dann.-Dijo mirándome y sonriendo esperando a que se me escapata esa sonrisa tonta.
-¿Nadie más?.- Añadí con tono indiferente. Mierda me había pillado.
-¿Qué te importe? No.

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