𝐗𝐗𝐕. 𝐄𝐥 𝐯𝐢𝐚𝐣𝐞: 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒍𝒅𝒂 𝒃𝒂𝒋𝒐 𝒆𝒍 𝒔𝒐𝒍.

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Cuando era niño, le apasionaba la playa.

Hasta que comenzó a sentirse acomplejado por las cicatrices que cubrían todo su cuerpo, en ese momento, dejó de quitarse la camiseta y se dedicó a armar castillos de arena. A los siete, decidió meterse bajo la sombrilla con un libro y, las vacaciones pasadas, se negó a ir a la playa.

Ahora, en cambio, estaba en medio de una encrucijada. Quería quedarse en la terraza de la casa, con un libro en las piernas, leyendo mientras veía a la distancia a sus amigos bañándose en las serenas aguas.

Nada sucedía como lo deseaba.

Así que se sentó en la dura arena. Traía su único traje de baño y una camiseta oversized oscura. De su mochila trajo uno de sus tantos libros.

La señora Weasley había traído a sus hijos, que eran tres. Los dos mayores correteaban en el agua, con Molly gritando cada cinco minutos que no se adentraran más. El menor, lloraba todo el rato interrumpiendo la concentración de Lupin.

—¡Vamos Lupin, métete al agua! —gritó Mary sumergiéndose. Traía un traje de baño entero, color amarillo que resaltaba de forma sublime en su piel bronceada—. Esta fresquita.

—¡Lunático te lo estás perdiendo! —agregó esta vez James, saliendo del agua solo para buscar unos lentes de agua. Lupin puso los ojos en blanco— ¡Sirius, te toca!

Lupin vio a Sirius que recién se integraba, estiró su toalla al lado de la de Remus, le hizo un gesto a James y observó a Lupin detrás de sus gafas de sol, sonriendo burlón.

—¿Son por las cicatrices?

Se encogió de hombros intentando ignorar a Sirius, pero el chico siempre se las arreglaba para acaparar toda su atención.

—Mírame.

Y lo hizo.

Se sacó la camisa hawaiana y pudo identificar su espalda repleta de largas cicatrices blancas. Ya las había visto antes, pero nunca a la luz del sol. Cada fina línea estaba bien delimitada.

Gracias a mí "tierna" madre —murmuró Sirius, dejando su camisa mal doblada dentro del bolso, se quitó las gafas y con una liga se ató su cabello en una pequeña coleta—. No te voy a obligar, lo sabes.

Se veía sexy y Lupin advirtió las miradas devoradoras de las chicas. Sabían que era Su novio, y aun así se las ingeniaban para poner celoso a Lupin.

Antes de que Sirius se marchara, dejó su libro a un lado, y también se quitó su camiseta.

En cantidad, Lupin tenía el triple y en calidad, las de Sirius llegaban a ser elegantes; las suyas eran feroces, recorrían todo su cuerpo y la marca de la mordida se podía identificar si ponías suficiente atención en la cintura. Junto con esto, Remus era delgadísimo, tanto que el músculo abdominal se marcaba y no era porque hiciera ejercicio. Sirius lo miró por un minuto y esperó a que la Señora Weasley fuera a socorrer al pequeño Charlie, para darle un beso fugaz y susurrar en su oído.

—Increíblemente, sensual y genial. —Lupin se enderezó, sintiendo un escalofrío subir por su espalda. Al no estar encorvado creció al menos siete centímetros—. Voy a tener que esconderte de estas chifladas.

Se metieron al agua, y tan pronto estuvieron cerca de James y Peter. Lo obligaron a sumergirse en su totalidad.

El agua, no estaba tan "fresquita"

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Nuestro Precioso Hogar (Merodeadores)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora