Todas las mañanas revisaba el frasco de Felix Felicis que guardó en su baúl. A sus amigos, que no estaban en pociones, no les mencionó ni una sola palabra (ni tampoco planeaba hacerlo) acerca de la recompensa que había ganado durante las primeras clases con Slughorn.
Desde que fue seleccionado para Slytherin, se guardaba información confidencial, para poder usarla en caso de ser necesario; así es como les enseñaban a ser, astutos y precavidos, siempre velando por su integridad, no como el resto de las casas, que buscaban el bien común.
Era consciente que era una mentalidad egoísta, pero al mismo tiempo, era bastante útil.
Sabía que si les revelaba su preciada posesión a sus irresponsables amigos, ellos no harían nada más que rogarle utilizarla en contra de los merodeadores o conseguir alguna estupidez.
Él tenía planeado usarlo en algo más trascendental: Ese mismo día, después de las clases de la tarde.
Rozó con las yemas de sus dedos y olfateó el contenido. La Felix Felicis, era una pócima que vencía después de una década; el problema era lo complicado de su preparación, donde tan solo los más habilidosos en el arte de la creación de pociones podían fabricar en reducida cantidad. Suerte líquida, de la cual si se tomaba más de la cuenta, sufrirías un terrible delirio y un exceso de confianza que podría llevarte a la tumba.
Se bebió la mitad del frasco de golpe, dejando reservado el resto, únicamente por las dudas, esperó a que la pócima comenzara a surtir efecto con una sonrisa en los labios; todos sus sentidos se erizaron, unas renovadas energías llegaron a él, chocando sin piedad en su corazón.
Relamió sus labios, y salió de la habitación decidido; debía ir en este instante a la buhonera. No comprendía muy bien el porqué, pero dejó que su instinto le dijera lo que debía hacer. Caminó a paso lento y rítmico hasta subir todo el tramo de escaleras, escuchando a las aves chillar cada vez más fuerte.
Dentro, más de un centenar de búhos descansaban, merodeaban o lo miraban al entrar; su propio pájaro, que no tenía mote, descendió de su pequeño rincón, algo confundido al ver que Snape no traía carta alguna.
Entonces, por la entrada, se aventó el ave más grande que había visto, era elegante y con un plumaje oscuro, que lo enfocó al instante lanzándose con una carta sujeta en su pico. La dejó encima de sus manos, antes de salir de vuelta.
Examinó la carta y la abrió. Reconoció la marca del sello, dándose cuenta de lo que se trataba todo ese asunto.
"Severus Snape:
A mis oídos han llegado increíbles referencias acerca de usted, y estoy ansioso de poder conocerlo. Habilidades magnas en todas las asignaturas, en especial aquellas que siempre han filtrado a los inútiles de los más brillantes.
Le extiendo la siguiente invitación, en la Malfoy Manor la próxima luna llena. No es necesario que confirme su asistencia.
Esperándolo con cordialidad.
Lord Voldemort"
Sus manos temblaron al concluir la carta, que guardó dentro del bolsillo de su pantalón. El Innombrable lo quería conocer, ese momento con el que tanto tiempo llevaba soñando; por fin sería capaz de destacar de una vez por todas.
Salió de la buhonera al momento en que Lily se dirigía, los dos se miraron por un momento, hasta que la chica arrugó su nariz: fastidiada.
—Lily, ¿Cómo estás?
La chica se volteó, luego de chiflar para que un ave descendiera de los aires, agarrándose con ayuda de sus garras en el polerón de Lily.
—Bien —respondió Lily, amarrando una carta en la pata del búho. De su bolsillo sacó una barrita de cereal que rompió en trozos antes de dárselas al animal— ¿y tú?
Ambos llevaban más de un mes sin haberse dirigido la palabra, y Snape era consciente que ni siquiera con una dosis de suerte podría lograr que Lily, aflojara la aspereza y el resentimiento de su alma.
—Bien también.
Sus piernas lo hicieron retroceder, en un claro intento de que se diera la media vuelta y se volviera a la sala común, Snape no quería irse todavía, a pesar de que su presentimiento lo llamaba a que se movilizara.
—¿Por qué continuas aquí? —cuestionó Lily, mandando al búho por la ventana, sintiéndose algo incómoda de Snape que continuaba vigilándola—, me estás dando miedo.
Debía irse, la poción le decía eso; ¡VETE! Pero el no respondió, en su lugar corrió donde Lily y la besó, sin previo aviso. La chica, al sentir los labios de Snape sobre los suyos, lo empujó, haciendo que cayera de bruces contra el suelo.
—¿¡Pero qué demonios haces?! —gritó Lily enfurecida—¡Eres un idiota Snape!
—Pe-Pero, Lily.
—¡Me das asco, Quejicus! —graznó, mientras se limpiaba los labios—, para tu información, ya tengo NOVIO.
Severus, se levantó tembloroso, la voz decía; ¡vete! Las instrucciones de uso decían eso. Que debía seguir las indicaciones que la pócima le dijera.
—¿Q-QUIÉN?
—James —aclaró Lily, caminando sin detenerse hasta la puerta—. ¡Ahora déjame tranquila!
Snape se quedó plantado en la buhonera con las aves revoloteando a su alrededor, minutos después pasó una muchacha de Ravenclaw, quien estaba encaprichada con él. Le habló, la chica le contestó y terminaron dándose el lote con fiereza, con la mente del chico replicando una y otra vez lo estúpido que había sido.
Al regresar a su habitación, con el efecto de la pócima escabulléndose de su cuerpo, decidió leer la descripción del brebaje.
"Esta pócima no te asegura un resultado favorable en todo lo que desees, si el individuo esta condicionado por alguna situación particular o no posee los medios para realizar el deseo, por ejemplo: si un brujo no tiene piernas, no va a poder caminar, por más Felix Felicis que beba..."
No podía obligar a Lily a amarlo, si ella ya le entregó su corazón a otra persona.
Eso era lo que pensaba, hasta que con un poco de Felix Felicis en su cuerpo y con el tiempo de su lado, abrió la puerta de la habitación, logrando que una corriente de aire ocasionara que las páginas de su recetario avanzado revolotearan hasta llegar al capítulo titulado:
"Amortentia, amor embotellado"
『 °*• ღ •*°』
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Nuestro Precioso Hogar (Merodeadores)
Fanfiction𝐖𝐨𝐥𝐟𝐬𝐭𝐚𝐫/𝐉𝐢𝐥𝐲 «-𝐸𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑡𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑎 𝑙𝑎 𝑎𝑙𝑡𝑢𝑟𝑎 𝑑𝑒 𝑚𝑖́ 𝐿𝑢𝑛𝑎́𝑡𝑖𝑐𝑜 ¡𝐓𝐞 𝐚𝐮𝐮-𝐦𝐨!» Su historia ya concluyó, sin embargo, aquello no significa que no haya que contarla. Relatos individuales de los mer...