Cuando Claire obtuvo la beca para estudiar en la Universidad de Toronto, se puso muy contenta cómo era de esperar y sus padres y familia no dudaron en recordarle lo orgullosos que estaban de ella, lo mismo sucedió cuando se lo contó a su novio, quie...
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El viernes llegó rápido y para mi suerte había sobrevivido a mi primera semana siendo universitaria. Roy seguía detrás de mí, sin hacer mayores movimientos y Elay a veces me hablaba de más y otros días sólo me ignoraba y no hablaba, simple como eso, cosa por la que yo estaba agradecida, porque ya conocía cómo de mal terminaban nuestras conversaciones.
Lo extraño es que yo había vuelto a mi asiento habitual y él no, por lo que seguía sentándose a mi lado en la clase que compartíamos.
Y justo ese día, el señor Jones tuvo una gran idea.
– Bien chicos, ahora hagan parejas con la persona que está a su lado y analicen el capítulo dos del libro, ya que de eso tendrán que hacerme un trabajo – explicó y eso no podía ser peor porque justo la persona que estaba a mi lado era Elay, y yo no quería estar con él.
– ¿Vienes tú o voy yo? – pregunto el mientras yo sólo quería hundirme en mi asiento – Tu cara de emoción lo dice todo – tomo su silla y la acercó mas a la mía. No dijo nada más y saco el libro y busco el capítulo dos – Analicemos esta mierda – el me miro por un momento – Te ves tan feliz de estar a mi lado, que se te desborda por las orejas.
– Simplemente cállate y hagamos lo que pidió – le pedí, me acomode en mi asiento y empecé a leer el capítulo.
– A alguien le hace falta algo – dijo cantando – ¿Tu "novio" no está siendo bueno en la cama? – pregunto – Si es así dímelo, yo podría ayudar – susurro en mi oído.
– ¡¿Qué. Demonios. Esta. Mal. Contigo?! – quise saber haciendo énfasis en cada palabra. Voltee a mirarlo y mierda no me había dado cuenta que ahora estaba más cerca; sus ojos azules brillaban divertidos, lo que me indicaba que se aproximaba una serie de improperios provenientes de su boca.
– Puedes cumplir tus fantasías sexuales conmigo cariño – siguió diciendo muy bajito.
– ¡Basta! – me queje – Eres... eres... – mierda no sabía que decirle – Sólo cállate y lee.
– Cuéntame, realmente no tendría problema.
– ¿Podrías callarte?
– No.
– Hablas demasiado.
– Siempre.
– Te odio.
– ¿Escuchas eso? – dijo señalando a su alrededor.
– ¿El qué? – pregunté desconcertada.
– Oh – él sonrió – A tu odio alimentando mi ego.
– ¡Estás loco! – dije más alto de lo que espere.
– Señor Di Matheau, señorita Paisley, dije a analizar, no a conversar – regaño el señor Jones y yo automáticamente me puse roja. Todo era culpa de Elay.