Yo tuve muchos problemas en casa durante mi niñez y pre-adolescencia. Recuerdo que en el colegio yo desahogaba el dolor causado por estos problemas a través de expresiones de mal comportamiento. En esos tiempos yo hacía muchas cosas que, ahora viéndolo en retrospectiva, las catalogaría como rebeldías innecesarias. Muchas de estas muestras de temperamento la verdad ni recuerdo. Los recuerdos surgen ahora solo en conversaciones de mesa con los que en ese tiempo eran mis compañeros de clase. Cuando salimos o nos reunimos, es casi una tradición que alguno saque alguna historia de las tonteras que yo hacía en el colegio. Todos se ríen y yo solo escucho y sonrío, confundido, sin poder creer que así hayan pasado las cosas. Tal vez lo están exagerando pero no puedo defenderme porque la verdad ni lo recuerdo. Una que he escuchado tantas veces que ya ni sé si el recuerdo es real o es solo algo que mi imaginación ha fabricado de tanto escuchar es de una vez que estábamos en clase y la profesora aún no llegaba. Todos estaban hablando, gritando, jugando... todo lo que se espera de una clase llena de adolescentes sin supervisión. De alguna manera una manzana mordida llegó a mi mano y a como ellos lo cuentan, yo tiré, sin razón alguna, esa manzana mordida y podrida a la pizarra. Pedazos de manzana quedaron embarradas en la pizarra, néctar, cascara, todo. Qué suerte la mía que justo en ese momento llegó la conserje y se enojó sabiendo que ella tendría que atrasar su día limpiando esa manzana. Ella no vio quién tiró la manzana y en mi defensa yo no recuerdo haber tirado la manzana pero debido a mi reputación ella no pensó dos veces antes de gritar mi nombre y llevarme a la dirección. Algo importante de la historia si logro recordar. Una compañera, Belén, estuvo ahí y ella me respaldó diciendo que yo no había tirado la manzana. Pero mi terrible reputación no ayudaba a mi causa. Cualquiera podría echarme la culpa de sus travesuras y los administradores les creerían. Yo no me portaba muy bien pero creo que Belén entendía que había una niño adolorido detrás de mi mal comportamiento y decidió ponerse de mi lado. Ahora que lo pienso creo que nunca le agradecí por apoyarme. Yo en ese tiempo estaba tan consumido en mi auto-desprecio que nunca se me ocurrió mostrarle gratitud a la pobre Belén.
Con el tiempo comencé a agarrarle un cariño subconsciente a Belén. Nunca fuimos muy cercanos pero recuerdo muy bien un tiempo en el que ella comenzaba a hablar con su mejor amiga sobre el chico que le gustaba justo en frente mío. Yo era un niño algo guapo en el colegio y recuerdo sentir una enorme seguridad de que el chico del cual ella hablaba era yo y que lo hacía en frente mío para darme una pista de que yo a ella le gustaba. Yo nunca había pensado en ella de una manera romántica. Lo comencé a considerar después de estas conversaciones pero nunca actué. Al pasar de los días recuerdo que ella hablaba de cosas y conversaciones que tuvo con el chico, que ella no había tenido conmigo. Mi ego enorme de ese momento que hoy me repugna, creó toda una historia en mi cabeza. Que ella se estaba cansando de que yo no captaba las indirectas entonces inventaba a un pretendiente imaginario para darme celos. Pasó el tiempo y un viernes, si mal no recuerdo, él vino por ella al colegio y recuerdo muy bien el sentimiento al ver que el pretendiente era real y que el claramente no era yo. Era como una pequeña fisura que se abría en mi pecho y comenzaba a doler. En el momento pensé que era mi ego lastimado y ya estaba acostumbrado a ignorar eso y me auto-recetaba una dosis de repugnancia para aliviar el dolor. Pero ahora entiendo que ese fue el día que mi cariño por Belén comenzó por primera vez a salir de mi subconsciente. Creo que mi ego no permitía que yo admitiera que yo sentía algo por ella, así que lo continué reprimiendo por unos años más.
Belén hizo su vida y yo la mía. Yo continuaba teniendo problemas en el colegio y ella continuaba esforzándose académicamente. Al año siguiente ella se mudó a Canadá. Su madre era de Canadá y pensaba que tendrían mejores oportunidades allá. En lo que restó del colegio con la distancia y el silencio ese cariño por belén se durmió. Como una semilla sembrada en tierra, a oscuras, tranquila y en silencio sin muestras de vida. Así que mi vida amorosa se conformó de pretendientes y potenciales parejas pero nunca una novia seria. Me aburrí de la dinámica social de un estructura académica, que en mi cabeza narcisistamente adolescente, no me beneficiaba en nada. Entonces decidí sacar el titulo de colegio a distancia, en la soledad de mi habitación. De vez en cuando veía cosas que Belén publicaba en en las redes sociales. Ella casi nunca subía cosas a a las redes entonces no sabía mucho de ella pero recuerdo que un día sentí el impulso de escribirle para preguntarle sobre su vida en Canadá. No sé aún si creo en el destino pero resultó que justo en esos días se había muerto su tío. Ella nunca fue de mostrar sus emociones. Creo que tal vez estar detrás de una pantalla y a miles de kilometros de distancia le dió a ella la seguridad que necesitaba para comenzar contarme todo por lo que estaba pasando. Esta fue su primer experiencia con la muerte y su tío fue una figura muy importante en su vida. Es importante destacar que en este tiempo yo solía ser muy frío y en ocasiones cruel. Pero con Belén surgió un yo diferente. No pude aguantar imaginarme lo que ella estaba pasando. Tal vez sentí compasión por una persona que dolía igual que yo y viendo el reflejo de mis heridas en ella despertó al gran protector en el que luego me convertí. Ese día me quedé con ella hablando. Vimos películas a distancia, contamos chistes y nos reímos de las cosas que pasamos en el colegio. Recuerdo haberme sentido totalmente pleno en ese momento ayudando a Belén a distraerse un rato. Tal vez al final sí le agradecí de manera indirecta por lo que ella había hecho por mi en el colegio. Después de ese día no paramos de hablar. Eran constantes saludos que se convertían en conversaciones de horas. Estas conversaciones se fueron alargando y convirtiendo en más conversaciones hasta que uno de los dos, no recuerdo quién fue primero, dijo las tres palabras mágicas. Esta fue la etapa que convirtió a Belén en mi mejor amiga.