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Illinois, Estados Unidos.
Vince, Vani, Vini, las personas han llegado a decirme de mil formas en el transcurso de mi vida, apodos de todo tipo con una sola cosa en común, mi odio por ellos.
Soy Aurora, Aurora Vicent, tengo 16 años y el 17 de marzo es mi cumpleaños, un día más plagado de gente basura que dice quererme cuando el único interés común es "mi gran futuro", pero el más grande dilema es que ese día en específico, fue más tortuoso que los demás.
El 17 de marzo del 2012, desaparecí.
Supongo que todo tiene un inicio ¿no?, pues para ser sincera, mi patética historia no lo tiene.
Nací de una buena pareja, llenas de amor desmesurado y constante atención y detalles o por lo menos así fue hasta mis nueve años, cuando papá murió. Mi padre siempre mantenía las cosas en orden, era tranquilo y correcto, el hombre perfecto, cuando él se fue se llevó consigo toda esa tranquilidad, mi madre; la mujer especial, dejo de ser lo que algún día fue, se refugió en el alcohol, desde ese entonces ella nunca está presente, siempre está en algún bar intentando conseguir dinero para beber y yo, bueno, tuve que empezar a trabajar a mis doce años cuando aún estudiaba, fue verdaderamente difícil tener que conseguir tu propio sustento a una edad en la cual solo deberías pensar en ese chico guapo del salón al que no te atreves a hablarle porque aún no sabes nada del amor.
Supongo que todo eso fue lo que me hizo ser quién soy ahora y no, no me avergüenzo de ello.
Aún con mi constante búsqueda de dinero, siempre conseguía la forma de seguir asistiendo a clases, no podría dejar solas a Samantha y Roa, las dos únicas personas que tolero. Siempre al llegar ambas me recibían con un abrazo, sabían perfectamente el odio que le tengo al contacto físico pero que importaba, un poco de afecto nunca venía mal.
Siempre fui una buena estudiante, pese a mi precaria situación financiera, constantemente buscaba algo nuevo que aprender.
Me gustaba creer que dentro de todo lo que sucedía, mi vida era relativamente normal, no puedo negar que la monotonía era algo tediosa: de la casa al colegio, del colegio a algún part time y de ahí de nuevo a casa. Mi aburrida rutina termino abruptamente aquél día, en la mañana en el salón de clases, un chico se acercó a mí.
-Hey, ¿ya viste? Dentro de un par de días se estrena indomable ¿no quisieras ir a verla?- me dijo ese mismo chico, cabello oscuro, ojos color miel, piel blanca y suave, delgado, con la voz más gruesa que había llegado a oír. Mi única reacción fue buscar ayuda mirando a los lados con la esperanza de ser salvada de aquella situación incómoda y al encontrar solo las miradas de Samantha y Roa haciéndome señas emocionadas casi obligándome a aceptar, al final, fue lo que hice.
No lo dije ese día, pero mi camino a ese trabajo de medio tiempo que tenía, fue lleno de preguntas: "¿Qué se supone que debo usar ese día?", "¿Por qué me invitó a mí?", "¿Me vi muy fácil al aceptar tan rápido?"
Al llegar al local de comidas rápidas y mirar por su ventana, él estaba ahí, ¿Qué hacía aquí? Fue algo que jamás pude preguntarle, nunca entre a aquél lugar. Precisamente en ese instante, absolutamente nadie volvió a saber nada de mí...
