Tras habérsele presentado en la memoria los aviones de papel y los crucigramas, Chuuya recordó un punto, que si bien parecía ser algo nimio, era de gran importancia para él: significaba la libertad de su alma y sus pensamientos. Vino; vino, vino, vino. “Ahhh, pero tu problema es serio, si hablamos de ello...” recordó que le había dicho Dazai acerca de su gusto voraz hacia la bebida. Y quizás tenía un poco de razón...
Lo que sucede es lo siguiente: desde que le había soltado aquellos insultos a Dazai en el consultorio de la señorita Yosano, éste no se había vuelto a aparecer en sus sueño ni “cada vez que cerraba los ojos” como lo hacía antes. Y no fue sino hasta ese momento que Chuuya se dio cuenta de la ventaja que tenía de seguir viendo a su amigo por lo menos de aquella forma. Aunque fuese un demonio, no hacía nada que pudiese perjudicarle; solo era doloroso, pero él podía aguantarlo si eso significaba volverlo a ver. Por lo menos un minuto...; daría lo que estuviese a su alcance por verlo un minuto más. Pero era imposible, pensaba él, por lo que vamos al siguiente punto: el vino, o mejor dicho, la licorería de Kouyou. El vino era la solución más clara que encontraba; beber hasta borrar a Dazai de su memoria, o al contrario, hasta traerlo de vuelta para cuidar de él. Había sido así esa última vez, en la fiesta de Tachihara, con aquel Grande Polaire y el Barrique Pinot: un desastre, en otras palabras.
—¡Hip, hip, Dazai, suelta! —balbuceaba Chuuya, pretendiendo exigir sus derechos (que a ese punto no merecía)—. ¡Dame, dame! Eso es mío, grandísimo-...
Dazai suspiró, las ventajas de ser alto eran ilimitadas, por lo que pudo tomar la botella de vino y alzarla por encima de su cabeza para que el otro no pudiera alcanzarlo, incluso si saltaba una y otra vez como un furioso niño de mejillas sonrosadas.
—Cuando estés sobrio, y no te hayas muerto o matado a alguien, me lo agradecerás —dijo con aires de orgullo—. Además de que es algo divertido verte furioso...
—¡Furiosos los golpes que voy a darte, maldito poste de luz! ¡Devuélveme esa bote-...!
—Ya te dije que no lo haré. —Negó, y en cambio tomó al chico del brazo y comenzó a llevarlo arrastrado hacia alguna parte.
—¡Oye, déjame! ¿A dónde se supone que vamos?
Entre protesta y protesta Dazai aceleró el paso hacia unas escaleras que llevaban al segundo piso y, a duras penas, consiguió que el pelirrojo lo siguiera sin saber qué demonios estaba ocurriendo con él. De vez en cuando se topaban con parejas besuqueándose o amigos conversando en voz alta y riendo como locos, como si no se hubiesen visto hace mucho tiempo. La fiesta era de lo más animada, como era usual de las que celebraba Tachihara, el deportista más extrovertido del colegio. Y pese a que éste se había perdido de los chicos cuando comenzó la fiesta, se volvió a topar con ellos en su camino en esa ocasión.
—¡Oe, chicos! —los saludó con una gran sonrisa, mientras sostenía un vaso rojo entre las manos—. ¿Para dónde van-...? ¡¡Chuuya!! ¿Estás ebrio tan pronto?
Dazai resopló, como avergonzándose de la actitud de su amigo.
—Los vinos son su punto débil —le explicó—. Una vez que empieza es imposible pararle, ni él mismo se da cuenta de que debe moderarse... Y para eso estoy yo. —Se señaló—. Soy su héroe.
—¡Bien por él entonces! ¿No es genial tener a tu propio guardaespaldas? —se burló Tachihara, empujando amistosamente el hombro de Chuuya.
—Guarda... espaldas... —balbuceó el pelirrojo—. Él solo es un aguafiestas. ¡Yo quiero vino! Y ahora está llevándome a no sé dónde y no sé por qué.
—Justo eso preguntaba, ¿para dónde van? —dijo y le dio un sorbo a su bebida.
—Arriba hay un baño, ¿cierto? —preguntó Dazai.
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ᴄᴏɴᴛᴀᴄᴛᴏ [soukoku]
FanfictionChuuya está triste. Dazai se ha ido, pero él tratará de contactarlo y preguntarle algo que ronda en su cabeza sin descanso: ¿por qué lo hizo? ¿por qué se fue sin una despedida? ¿o es que acaso fue él quien no supo leer entre líneas su mensaje? ○○○ E...