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El calor abrasador de verano y los gritos lejanos eran la peor combinación que podía existir en el mundo. Pero no todo siempre está perdido cuando se es un altanero de mierda bebiendo como un desquiciado entre la multitud. Caminar y burlarse constantemente de los ebrios que al igual que él, caminaban por la colorida feria pueblerina, era una distracción a todos sus problemas acumulados hasta esta noche.
Billy nunca fue devoto a la historia de su país, tan solo era un cero invisible que no quería memorizar. Pero la única verdad es que el cuatro de Julio era la mejor excusa para sacarse de la mente toda la problemática que estuvo teniendo en estos últimos días. Para variar Max se la pasaba pensando que era su puto chófer y lo peor del caso es que debia de llevarla exactamente a dónde ella mandaba o se ganaría una paliza que no lo dejaría moverse en todo lo que quedaba del verano.
Tommy H. También lo ha estado jodiendo un poco, no como Max lo hace pero si de una manera más persistente. Aunque definitivamente no es algo que le desagrade, cuando se juntan lo único que hacen es ingerir cualquier cosa que los saque de la realidad por unos pequeños segundos. La perra de Carol también ha estado arrastrándose por una oportunidad con él, y siendo sinceros eso lo tiene fastidiado, porque ya le pertenece a alguien, alguien a quien ama con todo su ser pero resulta ser un imbécil con una boca demasiado habladora.
Al menos el sabor amargo de la dorada cerveza deslizándose por su garganta lo reconfortaba. Claro que no por mucho tiempo, porque las pisadas torpes se detuvieron con una mueca llena de rabia entre sus labios.
—Pensé que a las perras se les amarraba de noche.
La voz de Tommy está vez no secundo el hiriente comentario, y no porque no quisiera lanzar palabras estúpidas, sino que Hargrove no sabía dónde había quedado su maldita sombra. Cabe la posibilidad de que haya estado caminando solo por un gran rato sin darse cuenta de ello.
—Pensé que dejarías de joder tan solo por esta noche—otra voz un poco más grave que la suya lanzó palabras arrastradas con decepción y un suspiro de cansancio.
—Nunca dejaría de hacerte la vida imposible, Harrington—con palabras torpes y enredadas Hargrove logra sacar todo su odio contra el castaño que está observando con lástima su manera patética de permanecer en pie—¿Te incómoda mi presencia?—su estúpida sonrisa brillante lo hizo ver como un busca pleitos de primera. Pero al menos uno sexy.
—No me incomoda que estés aquí—con miradas filosas Steve cruzó sus brazos haciendo lucir un acto de nerviosismo—Me da lástima. Regresa a casa Hargrove—de la manera más cortante posible se dió la media vuelta con indignación aún.
No es un secreto para ambos que en sus respectivas discusiones Hargrove siempre quiera ser el ganador, y claro que está vez no iba a ser una excepción. El fuerte agarre en la suave muñeca de Harrington lo demostraba, ya que no iba dejar que se fuera y lo dejará hablando solo.