◆тяαтσ яєησνα∂σ◆

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Siente como su garganta pica. El poder respirar se le dificulta un poco. Se remueve sobre la cama y abre los ojos.

La habitación está completamente llena de humo. No puede ver mucho.

Camina hacia la puerta para buscar a sus padres, pero no los ve por ningún lado. La desesperación invade su cuerpo, el miedo le impide moverse con rapidez.

—¡Mami!— grita en espera de una respuesta, pero no la obtiene —¡Papi!— vuelve a gritar obteniendo el mismo resultado. Silencio.

Decidido, se dirige hacia la habitación de sus padres, toma la perilla de la puerta y, justo cuando está por abrirla, un grito proveniente desde la sala, lo detiene.

Es la voz de su madre. Inquieto, baja las escaleras sintiendo demasiado calor. Levanta la vista y ve como las cortinas de la sala y la cocina están envueltas en llamas.

—¿Qué es lo que quieres?— la voz de su padre se vuelve audible.

—Sabes perfectamente que es lo que quiero— responde una voz gruesa y misteriosamente conocida.

Su madre está tirada en el piso. Sus miradas se conectan y obedece las señas para ocultarse que le hace su mamá. Camina sigilosamente y se esconde debajo de un mueble.

El hombre no puede verlo. Agacha un poco su cabeza para ver si puede reconocerlo; pero no ve nada más que la silueta de un hombre alto y fornido; lo único que alcanza a distinguir es un cinturón con un detalle muy curioso sobre la hebilla, es una especie de... animal que no distingue muy bien, tiene un nombre escrito, pero no sabe con exactitud que dice, pues aún no sabe leer.

—Por favor, no nos hagas daño— implora su madre con lágrimas en los ojos —te daremos lo que quieras.

El hombre ríe de forma estruendosa asusatandolo mucho.

—Ustedes ya no me sirven— responde entre dientes —lo que quiero y necesito es que ustedes estén muertos.

—¿Por qué haces esto?— pregunta su padre. Está herido, puede ver como con su mano cubre una herida sobre su pierna izquierda. Hay demasiada sangre.

—Eso es algo que jamás sabrás— sonríe aquel hombre y sin dudarlo, dispara.

El pequeño debajo del mueble lleva sus manos a su boca tratando de no hacer ni un solo ruido, tal y como se lo sigue indicando su madre.

—Y tú, querida— el hombre se arrodilla a su altura y la toma con fuerza de las mejillas —Preferiste a ese imbécil antes que a mi y ahora estás pagando las consecuencias. Esa empresa será mía tarde o temprano, no me interesa el tiempo que me lleve conseguirlo, será mía.

—Por favor— su madre llora con desesperación —te suplico que te vayas.

—Muy tarde para eso, preciosa— el hombre ríe una vez más apuntándole con el arma —fue un placer conocerte.

Sin titubeos... dispara.

El pequeño se queda contemplando los cuerpos inertes de sus padres. Escucha como el hombre sale por la puerta trasera. Sale de su escondite corriendo hacia su madre que está más cerca.

—Mamita— lloriquea tomando las manos de su mamá —despierta, por favor.

Voltea su vista hacia su padre y corre con él.

—Papi— da golpecitos sobre la mejilla de su progenitor, pero no se mueve —mami no despierta, por favor abre tus ojitos.

Se levanta e intenta alcanzar el teléfono. Sus padres le habían enseñado a marcar el número de emergencias en caso de necesitarlo, pero éste estaba roto.

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