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Pasar tanto tiempo en casa de Nick le había hecho saber pequeños detalles que sólo conoces cuando pasas mucho tiempo en un lugar. Así como sabía que en su casa el primer cajón de la encimera de la cocina por alguna razón no era real y no abría por mucho que tiraras, y que el tercero se trababa un poco si no lo cerrabas de la forma correcta. O como sabía que en la casa de su abuela la típica lata de galletas que usan para guardar agujas e hilos en realidad escondía bombones que no quería compartir.

Así también aprendió que el primer cajón de la mesita de noche de Nick era en el que guardaba todas las cosas que no sabía donde poner. No tenía una categoría específica ni un orden, era un desastre con un montón de cosas que no tenían relación entre sí. A veces más lleno, a veces más vacío. Hacía más de un año, desde que empezaron su relación, que pasaba demasiado tiempo en esa habitación como para no saberlo.

Por eso aquella tarde después de la escuela cuando necesitaba un lápiz para poder seguir con su tarea de matemáticas mientras Nick había ido al baño decidió buscar en ese cajón. No tenía necesidad de esperarlo para que le diera uno, seguro allí encontraba alguno y sabía que a Nick no le importaría que lo agarrara sin haber preguntado antes.

Charlie se arrepintió de abrirlo en el mismo instante en el que lo hizo.

Allí, en medio por encima de todo, una cajita negra resaltaba entre papeles, cables y más tonterías en las que no podía centrarse ahora mismo porque su vista sólo podía centrarse en una cosa. Condones. Era una caja de condones. Nick tenía una caja de condones en su mesita de noche.

Reaccionó del shock que lo había dejado totalmente paralizado mirando allí no sabe cuántos minutos después, cuando oyó la puerta del baño abrirse, y cerró el cajón rápidamente luego de sacudir la cabeza. Sin lápiz que usar. Así como estaba, volvió a acomodarse inmediatamente en el suelo junto a sus cosas antes de que Nick entrara y pudiera notar algo de lo que acababa de pasar.

– El agua sale helada. Con esta temperatura, lavarse las manos es una tortura – comentó Nick entrando en la habitación mientras se frotaba las manos intentando calentarlas, y acomodándose nuevamente en el lugar de la alfombra que había estado ocupando antes de ir al baño. – Charlie – lo llamó cuando vio que ni siquiera alzó la vista para verlo. De hecho, tenía la mirada perdida en algún punto que Nick no sabía muy bien cuál era, como si su mente se hubiera ido completamente de allí.

– ¿Qué? – Charlie alzó la vista mirándolo un segundo antes de apartarla inmediatamente. Estaba raro y ¿sonrojado?

– Te estaba hablando y ni siquiera parecías escucharme. ¿Estás bien?

– Bien. Perfecto. Por qué estaría mal – soltó una risa ansiosa que asustó un poco a Nick. Charlie parecía nervioso y alterado, nada que ver a cómo se encontraba hace apenas unos minutos antes de que el rubio fuera al baño.

– ¿Seguro? – Nick frunció el ceño extrañado.

– Segurísimo – volvió a mirarlo, pero otra vez rompió el contacto visual un momento después. Algo andaba mal. – Mi turno de ir al baño – se puso de pie saliendo rápidamente de la habitación.

Definitivamente estaba raro.

Charlie entro al baño lo más rápido que pudo y respiró profundo parado frente al espejo. Cuando se prestó atención le dio vergüenza verse así, con las mejillas totalmente sonrojadas y algún rizo pegándose a su frente por el sudor frío que le había dado sus nervios.

Necesitaba calmarse inmediatamente o Nick sabría que él sabía y todo sería peor. Si su novio no se lo había dicho por algo era. No es como si los hubiera escondido tampoco, pero abrir ese cajón no era algo que Charlie soliera hacer. Tal vez no pensó que los vería.

Una serie de confusiones | HeartstopperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora