𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈. 𝐓𝐞𝐜𝐧𝐨𝐥𝐨𝐠𝐢𝐚 𝐌𝐮𝐠𝐠𝐥𝐞.

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Este capítulo no pertenece a la línea temporal del fanfic y es un despropósito de mi parte. Sorry not sorry

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La tecnología muggle le parecía maravillosa. Haber crecido en un entorno mágico, jugaba en su contra cuando se trataba de las cosas más esenciales de la vida, así que en aquel momento, cuando conoció aquella caja muggle, no pudo quitársela de su memoria.

Las personas se movían con soltura, en blanco y negro, y en vivo. El sonido, a pesar de no ser del todo nítido, se entendía. Quedó hipnotizado por el movimiento. Siendo parecido a la magia utilizada en los cuadros del colegio, o el movimiento de las fotografías, pero sin llegar a ser lo mismo.

Tanto James como Sirius se sentaron encima de la alfombra, hipnotizados. Remus los miró extrañados, cuando lo primero que hicieron al llegar a su departamento fue aquello: encender la televisión y comenzar a husmear entre los aparatos de su casa.

—Y dices que eso está pasando en este preciso instante —murmuró James, señalando la pantalla. Lupin asintió, encendiendo el fuego para hervir agua—. Increíble ¿Por qué demonios, nosotros no tenemos nada como eso?

—Imagínate ver quidditch desde tu casa. ¡Eso sería una pasada!

Remus no hizo ni el intento de explicar, que ellos no lo necesitaban, ya que podían con solo un puñado de polvos flu, llegar al estadio de quidditch.

Estaban trasmitiendo un partido de baloncesto, más específicamente, el partido de Yugoslavia contra Italia. Quienes se debatía en las olimpiadas de Moscú.

—¿Eso que están jugando es el; cesto, pelota, balón? —volvió a cuestionar Sirius—, sigo sin comprender el juego. ¿Por qué solamente hay una pelota?

—Es baloncesto o Basquetbol, Sirius —explicó Remus, algo cansado de la poca cultura de sus amigos—. Es como el quidditch; pero sin escobas, magia, bludgers que van a por tu cabeza, una snitch que atrapar. Aunque el concepto es el mismo.

—¡Qué aburrido!

—No es aburrido —justificó James, quien iba poco a poco comprendiendo el juego—. Es ordinario.

Sirius, quien se aburrió de mirar el partido, comenzó a revisar los electrodomésticos. Encontrando una particular diversión con el microondas. Lupin ya se lamentaba la cara cuenta de la luz que le iba a salir.

Terminó de preparase su té, e ignorando las preguntas de Sirius, fue a sentarse junto a James, quien seguía pensando que ganaba el equipo con menos puntos.

Fue cuando se escuchó una pequeña explosión venir de la cocina, que se percató que podría haber sido una de sus peores ideas, el dejar a Sirius solo con un microondas. Se levantaron y James corrió a ver lo sucedido, riéndose a carcajadas al ver la escena.

Toda la pared estaba asquerosa y del microondas únicamente, quedaba la mitad. Sirius tenía el pelo en todas las direcciones, recogiendo su varita del plato del electrodoméstico, con la mirada a un costado. Lupin suspiró tratando de guardar la calma, pero era eso era una tarea difícil, cuando Sirius también había empezado a reír.

—¿Por qué metiste tu varita a MI microondas? —cuestionó Lupin, limpiando la repisa con un poco de magia—, eres peor que un niño pequeño ¡Los microondas son para calentar comida, no varitas!

—¡No te enojes tanto, que te saldrán arrugas! —exclamó Sirius, limpiándose a sí mismo —, ¿Cuánto vale una de esas cajas calienta cosas? Porque si de dinero se trata, ya sabes que tengo mucho.

Llamaron a la puerta, y Lupin fue a atender. El arrendador, que se trataba de un hombre alto, muggle y bronceado, se presentó en el piso de Lupin tras escuchar el ruido. A pesar de las explicaciones de Lupin, el hombre quiso verificar, encontrándose con Sirius y James en la cocina, admirando el desastre.

—¡¿Qué acaba de suceder aquí?!

—Matthew, te lo explico afuera vale —excusó Lupin agarrando al propietario de su camisa. Sirius al ver al hombre, frunció el cejo e hizo un mohín con los labios.

Pasaron diez minutos, antes de que Lupin volviera a entrar con una deuda de trescientas libras esterlinas y sin un microondas.

—¿Quién era ese tipejo? —inquirió Sirius, celoso—, ¡De seguro que es un tonto!

—Sirius, ahora no.

—¡Está enojado, te lo dije, Canuto!

Pero por más que insistió, Lupin perdió la poca paciencia que tenía y agarró a sus amigos por el pescuezo antes de echarlos de su casa. Aunque cuando estuvo a punto de cerrar la puerta dijo:

—Sirius, me debes ochenta galeones, Y tu James veinte, solo por haberlos soportado.

La discusión terminó ahí, los chicos se miraron entre ellos encogiéndose de hombros, y esperaron al ascensor. Cuando este se abrió, Lily, Peter, Mary y Marlene aparecieron, mirándolos con una inmensa incógnita en el rostro.

—Larga historia, pero no creo que hoy haya fiesta. —murmuró James, metiéndose al ascensor—, todas las preguntas a Sirius. —El grupo miró al nombrado quien se encogió de hombros y ajustó su chaqueta—. Ahora ¿Cómo era que funcionaba los ascensores muggles?

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Nuestro Precioso Hogar (Merodeadores)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora