Thaile.
Sigo intentando comunicarme con mi cliente, pero no hay respuesta. La desesperación crece con cada intento fallido, y el programa de rastreo en mi computadora muestra errores tras errores. Me he desviado de mis estrictas políticas solo para averiguar quién me contrató, y ahora el tiempo corre en mi contra.
De repente, el timbre de mi apartamento suena con una urgencia que me pone nerviosa. Me levanto rápidamente, mi corazón acelerado mientras me dirijo a la puerta. La voz que grita desde el otro lado es inconfundible, y mi instinto me dice que algo está muy mal.
—¡Sé que estás aquí! —la voz grita de nuevo, y me paralizo por un momento antes de abrir la puerta. El rostro de Marc aparece ante mí, sudoroso y respirando con dificultad. La sorpresa me deja sin aliento.
—¿Chérie? —mi voz se quiebra al verlo en el umbral—. ¿Qué pasó?
Él entra sin esperar invitación, su expresión llena de furia y angustia. Mi mente empieza a correr, tratando de entender lo que está sucediendo.
—Solo te lo voy a preguntar una sola vez —dice con una intensidad que me hace temblar—. ¿Qué tienes que ver con la ACCIA?
El golpe de la pregunta me deja tambaleándome. Mi corazón se acelera y busco desesperadamente una respuesta.
—Nada... —balbuceo, tratando de mantener la calma—. No sé a qué te refieres...
—¿Entonces quién es la agente Dubois? —su voz se torna mordaz, su mirada penetrante—. ¿O prefieres que te llame Madame como tu usuario en tu página oscura?
Mi pecho se encoge con el impacto de sus palabras. No puede ser. Él sabe todo. Cada rincón de mi ser se tambalea con la revelación.
—Marc... —mi voz tiembla mientras intento acercarme a él, pero él se aparta bruscamente—. Tranquilízate, estás muy alterado...
—¿O prefieres que te siga llamando Lena? —su voz está rota, el shock evidente en sus ojos—. ¡Dime quién diablos eres!
Sus gritos me sacuden, y entonces, de repente, se tambalea y cae al suelo. El terror se apodera de mí cuando veo cómo su cuerpo se desploma. Me lanzo hacia él, el pánico creciendo en mi pecho. La alarma de un brazalete en su muñeca empieza a sonar con un tono agudo, el código 50 mg/dl parpadea en rojo, señal de una crisis hipoglucémica.
—¡No, no, no! —mi grito se mezcla con el sonido de la alarma mientras me arrodillo junto a él. Mi mente está en caos, mis manos tiemblan mientras trato de buscar la causa de su crisis. El código parpadeante en el brazalete hace que mi respiración se vuelva errática.
La culpa y la desesperación se mezclan mientras intento estabilizarlo. La magnitud de la traición y las consecuencias de mis acciones se me aplastan. Cada decisión, cada mentira, todo lo que había ocultado, se vuelve claro en este momento de crisis. Mi mente gira, atrapada en la tormenta de mis propias elecciones mientras trato de salvar a Marc, enfrentándome a la realidad de lo que he hecho.
—¡Marc! —le palmeo los pómulos con más fuerza de la que quisiera, pero la desesperación me impulsa. Mi corazón se acelera con cada segundo que pasa, mientras él apenas entreabre los ojos, mostrándome el azul que ya no brilla con la misma intensidad.
Con un esfuerzo monumental, lo acomodo en el borde del sofá, dejándolo en el suelo, y me lanzo hacia la alacena en busca de algo que pueda levantar su nivel de glucosa. Encuentro un paquete de galletas de chispas de chocolate, cortesía de Nicolás. Sin perder tiempo, le meto un par en la boca.
—Come —le ordeno, desesperada, mientras él tose y se limpia las migas con el dorso de su mano. Mi corazón sigue palpitando con fuerza mientras él comienza a comer.
ESTÁS LEYENDO
Tras de ti
Misterio / SuspensoElla tiene un objetivo: ir tras él. ¿Pero qué pasa cuando la leona empieza a compadecerse de su presa y comienza a verlo con otros ojos? Él, un político que está a punto de ascender junto a su partido, sin imaginarse que, a ciegas, le ha abierto las...