02. Gabriela

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"Cuando le vendes tu alma a un demonio, siempre debes recordar que en algún momento vendrá por ella" 

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"Cuando le vendes tu alma a un demonio, siempre debes recordar que en algún momento vendrá por ella" 

GABRIELA

El olor al antiséptico se filtra por mi nariz y me obliga a despertarme. Trato de abrir los ojos mientras busco como levantarme. Me duelen las manos y mi espalda como nunca antes. 

—No te esfuerces, Monello —escucho la voz de mi hermana menor, pero no logro verla con claridad. Me duele demasiado la cabeza y veo todo borroso.

—Eres muy fuerte, Mio sole, pero no tienes que esforzarte. Casi mueres —frunzo las cejas cuando papá me acaricia mi cabeza adolorida. 

Me toma un largo rato lograr estabilizarme lo suficiente como para poder sentarme en la camilla de este hospital. Papá me cuenta que escucharon el sonido de la explosión e inmediatamente corrió para encontrarme tirada en el suelo. 

Mi hermana dijo que iría con la policía para qué encontrarán al responsable de tal acto. Papá, en cambio, se está quedando a mi lado mientras procura que no me haya roto por completo. 

—Sto bene —le digo que estoy bien en italiano. Sabe que solo uso el italiano de ser necesario. 

—En verdad es un milagro que no hayas muerto ahí —me observa a los ojos mientras su severa mirada se hace más suave—. El único auto qué no tenía un explosivo era el tuyo, así que puedo creer que en realidad no iba para ti la explosión —sonrió con ironía. Esa nota dejo en claro que era para mí. 

—¿Quién podría quererme muerta? Soy un sol —hablo con sarcasmo y papá reniega con la cabeza. 

Él dice que a pesar de que compartimos el cabello castaño, la piel canela y los ojos color menta, toda mi personalidad tan encantadora como problemática la heredé de mamá. 

Me gusta recordar la relación de mis padres. Fueron un matrimonio arreglado, ambos herederos de grandes empresas, pero todos sabían que una latina no soportaría a un italiano. Han sido mejores amigos desde entonces. Mamá lo ama al punto de que no le importa que los medios la hayan catalogado como una esposa engañada y dejada.

El único requisito para que ambos se pudieran divorciar era que tuvieran un heredero, así que por eso existo. Al año de que yo nací, papá se casó con Liana Winter, y pronto tuvieron a mi hermana menor, Isabel y luego llegó Dean. 

—Eres demasiado inteligente como para hacer enemigos, mio sole. 

Papá nunca ha puesto en duda mi inteligencia. Es una lástima que no sea lo que él espera. Creo que tengo más enemigos que vida. 

—Puedo lidiar con enemigos, soy tu hija al final de todo —papá sonríe. 

—Te creo, pero necesitas más protección —ya me puedo imaginar a qué se refiere. Tuve un guardia personal en Nueva York, qué fue despedido luego de que me rompí la rodilla—. He traído a alguien que te mantendrá por completo a salvo. 

—La última vez que me diste a alguien, no me pudo proteger —le reprochó. Aunque era imposible que mi guardia me protegería de mi envidioso compañero. 

—Ya no eres bailarina, por lo que este te protegerá de cualquier cosa. Además, estoy seguro de que te agradara. 

Me duele la mención de que no soy una bailarina, pero lo paso por alto cuando papá sale de la habitación y detrás de él entra mi jodido tormento. 

Mi pecho empieza a subir y bajar mientras mi respiración se agita. Supe desde qué leí esa nota que él estaba aquí, pero es muy diferente tenerlo frente a mí. 

—Hola, reina monstruosa —saluda con su voz escalofriante mientras escanea todo mi cuerpo con su fría mirada. 

Sus malditos ojos color azul hielo son tan fríos como su maldita aura. Su apellido es tan literal, que me incomoda. 

—¿Has venido a reclamar mi alma? —hablo con mi voz neutra—. Creí que después de seis años, ya lo habrías superado. 

—¿Cómo podría superar a mi reina? —hace una falsa reverencia qué me pone los vellos de punta. 

Detengo mi vista en su cabello platinado, qué ha crecido mucho desde la última vez que lo vi. Antes solía usar un corte militar porque estaba demasiado entregado a su trabajo, pero ahora es más largo y lo peina hacia atrás, de modo que lejos de parecer un agente, parece un hijo de algún empresario. 

—Creí que al menos tendrías quemaduras —escanea mis brazos desnudos y mi rostro en busca de quemaduras. 

—Incluso si las tuviera, seguiría viéndome majestuosa —no lo dejaré verme como alguien vulnerable—. ¿Por qué apareces tan rápido? Creí que esperarías hasta asesinarme para luego fingir que te dolió mi muerte y consolar a mi familia, aunque seas el causante de su dolor. 

—Hævn er en skål, der serveres kold —habla en su idioma natal y no le entiendo—. Es curioso. 

—¿Qué? 

—Tu padre me ha traído aquí para protegerte del peligro, es una lástima que no se haya dado cuenta de que trajo al peligro directo a su sole. 

Me dejó caer contra la almohada cuando comprendo que papá ha hecho de Dylan Winter mi guardia personal. 

Quiero gritar, huir, salvarme y no volver a ver el rostro del tormento en forma de humano qué ha venido a cazarme y luego asesinarme. Desearía con todas mis fuerzas que papá lo mandara lejos de mí, pero eso sería revelarle la verdad y no va a suceder. 

Tendré que hallar la forma de sobrevivir a quien me quiere asesinar. No me va a quedar grande. 

Dylan da un paso más cerca de mí y observó el bolígrafo qué hay en mi mesa. Él se da cuenta de mi intención y antes de que lo tome me dice:

—Ni siquiera lo intentes, siempre tengo un chaleco antibalas. Un bolígrafo ni siquiera me hará un rasguño —no me importa lo que dice. 

—Dudo que tu ojo opine igual —prácticamente me tiro de mi camilla y agarro el bolígrafo qué estoy dispuesta a insertar en el ojo de Dylan. 

Él es más rápido y jala la cuerda de mi intravenosa, arranca la aguja de mi vena y un montón de sangre brota de mi mano, logrando qué suelte un alarido de dolor. Con el bolígrafo en mi otra mano me abalanzó hacia Dylan, qué rápidamente sujeta mi muñeca y la aprieta como si fuera a romperla. 

Dylan se acerca más a mi mientras pisa mis dedos descalzos con sus Stefano Bemer. 

—No tienes una sola oportunidad, reina —clava sus ojos en los míos antes de pegar su frente a la mía. Ambos respiramos con fuerza sin que ninguno ceda. 

Podríamos estar así para toda la vida, pero escucho cuando alguien mueve la manija de la puerta, así que improviso para no ser descubierta. Dejo caer el bolígrafo y Dylan aleja su rostro del mio cuando rodeo su cuello con mis brazos. 

—Escuche gritos —es papá. 

—Se emocionó de más, Regi—Dylan llama a papá por su diminutivo y odio que qué se tengan tanto cariño como para permitirse esa confianza. 

—Él igual, casi me deja sin mano —le muestro mi mano ensangrentada.

—Cura —le habla con su tono de papá italiano enojado. 

Dylan se disculpa y como el mejor de los actores consiente mi mano antes de agarrar mi cintura con sus dos manos y sentarme en la camilla. 

Aunque finge ser amable delante de los demás, en sus ojos puedo ver su amenaza. Por mi propio bien tengo que pasar el menor tiempo posible a solas o me asesinara más temprano que tarde. 

Solo el tiempo decidirá quién de los dos asesinará primero. 

La Noche De Los Asesinos [Serie Foresthell #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora