Dr. Stone no me pertenece es propiedad de Inagaki y Boichi, yo sólo tomo prestado a los personajes para fines de esta historia.
(Senku).
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Puse mi pequeño plan en marcha a inicios del quinto año, honestamente la mirada de Kohaku a veces comenzaba a ponerme nervioso no sólo por la insistencia con la que la sorprendía viendo en mi dirección, sino también porque me parecía que ahí había algo más, un sentimientos al que no sabía cómo corresponder o cómo reaccionar.
Fue tan confuso.
A pesar de las tonterías que el viejo insinuaba de vez en cuando sobre Kohaku y sobre mí, preferí ignorar y dejarle en claro a papá que eso no pasaría ni en un millón de años, ni un milímetro. Mamá sin embargo prefirió omitir sus comentarios al respecto, pero esa mirada de ternura y ligera diversión hacia mis palabras lo dijeron todo.
Kohaku no era mi tipo y nunca lo sería, jamás podría perder mi tiempo en algo tan tonto e ilógico como el romance. Pensar en algo así hace que se me revuelva el estómago y me provoca náuseas.
Sin embargo sabía que debía combatir fuego con fuego y si bien mi repulsión hacia el romance era mi principal motivación para poner las cosas en marcha, también supe que ese innecesario sentimiento también podría ser la clave de mi victoria. Usaría aquello a mi favor.
El plan era sencillo: esparcir rumores sobre que me gustaba Luna Wright. De esta manera Kohaku perdería el interés en mí y me dejaría en paz.
La ventaja de todo esto es que Luna estaba en el salón de al lado y el rumor se quedaría exclusivamente entre mis compañeros de clase, reafirmaría esta idea únicamente frente a la Leona durante los almuerzos o casualmente en los pasillos cuando me acercara brevemente a Luna e interactuara con ella aparentando interés. Nada del otro mundo, sólo un par de charlas y ocasionalmente un par de almuerzos con la niña estadounidense.
Es todo.
Y la oportunidad perfecta para echar a andar todo este molesto escenario se presentó una mañana cuando el profesor nos puso a Taiju y a mí en un dúo para resolver algunos problemas de aritmética. Decir que ese grandulón con fuerza de gorila era un cabeza hueca era poco.
A Oki Taiju se le dificultaban incluso sus tablas de multiplicar, fue peor con los ejercicios del libro que teníamos que resolver luego en la pizarra. Corregí a Taiju más de una vez y le expliqué cómo resolver algunos de los problemas planteados, fue una suerte que terminara los míos en al menos unos diez minutos.
—Senku, creo que le gustas a Kohaku —Taiju me dijo en un susurro mal disimulado mientras le ayudaba con el último problema—. No deja de mirarte cada que puede, pero voltea cuando se da cuenta que la descubrimos.
— ¿Por qué no dejas de prestarle atención a esa Leona y mejor te concentras en lo que estamos haciendo? De los dos, será a ti a quién el profesor elija para pasar a resolver los problemas en la pizarra. —Lo miré con total aburrimiento y me crucé de brazos cuando dejé el lápiz a un lado.
No era de extrañar, Taiju solía perder el interés en las lecciones rápidamente por lo distraído que era.
— ¿Ella te gusta también? —quiso saber con una extraña y ajena emoción en su rostro.
Cosa que honestamente yo no entendí. ¿Qué podría emocionarle o interesarle a él si Kohaku me gustaba o no? Taiju se transfirió a esta escuela apenas el año pasado, en cuarto grado, así que estaba medianamente al tanto del “historial” que Kohaku y yo teníamos. De hecho, invité un par de veces al grandulón a la casa más que nada para que me ayudara con unos proyectos que estaba desarrollando, ya que se me dificulta cargar algunos materiales por todo el camino.
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Tú, yo y lo ilógico que esto puede llegar a ser.
Fanfiction¿Primer amor... Flechazo? No, no, no... la sola idea es ilógica para Senku y es por ello que huye una y otra vez de Kohaku, su molesta e inusual vecina, la niña que parece estar perdidamente enamorada de él... porque el amor es algo sin sentido, una...