CAPÍTULO 7

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Me dolía al hacer pis, mis braguitas habían amanecido mojadas de algo oscuro. Al principio tuve miedo, pero esa noche era imposible con el ardor que tenía en mi rajita. Solía mi madre bañarme antes de la cena, la bañera era enorme, y ella siempre me ayudaba. Fue ese instante, al ver mis sucia y maloliente ropa interior cuando me preguntó qué me pasaba. Yo solo sabía que me picaba, me dolía al ir al baño. Ella terminó de bañarme y me vistió con ropa de calle en vez de pijama. Apenas finalizaba septiembre, pero las noches refrescaban, me puso una rebeca sobre mi vestido.

––Vamos a ir al médico de Urgencias, no vamos a esperar a mañana si te duele, no te preocupes.

Yo asentí, me senté en el sofá, mi padre entraba en ese momento por la puerta, eran las diez y veinte de la noche.

––La niña está malita––le dijo mi madre nada más verlo aparecer.

Mi padre se acercó a darme un beso en la frente, pero se detuvo unos instantes con su boca pegada y su mano tomó mi pulso en la muñeca.

––Parece destemplada, sí.

Dejó su bolsa de cuero donde solía llevar el bocadillo y la fruta para comer en el trabajo, y fue un momento al baño. Ni cenó si se cambió el uniforme, me llevó de la mano hasta el coche y me sentó detrás. Papá y mamá se sentaron delante, como siempre. Los Ángeles nocturnos, como llamaban a un seguro privado que pagaban mis padres para casos así, de urgencias por la noche no estaba lejos, en apenas diez minutos me encontraba sentada en la camilla de un doctor joven, con gafas plateadas y bigote.

Yo me entretenía mirando aquella sala tan diferente a mi médico habitual, todo allí era blanco, plata o celeste. Parecía el cielo, si no fuera por mis molestias. Mi madre le contaba mi problema. El doctor me miró la temperatura, y sí, por lo visto tenia algo de fiebre, además de la garganta inflamada.

Mi padre había quedado en la sala de espera. Pero el médico no me pidió que me quitara la braguita cuando mi mamá le contó lo que me pasaba.

––¿Ya vas al baño solita, no?––preguntó el doctor observándome.

Yo asentí con la cabeza. El médico era muy alto y parecía muy serio. Miró a mi madre y se encogió de hombros.

––Lo más seguro es que al limpiarse al hacer caquitas, se haya limpiado mal y se haya infectado ella misma. Le daré medicación para que la calme, una cremita, y un antibiótico, que también tiene la garganta inflamada, aunque no tenga las amígdalas con pus, solo irritadas. De todas formas, acuda a su médico si en un par de días no remite esa incomodidad, para que le hagan análisis de sangre. Es pequeña, pero no es malo que se lo hagan aunque mejore. Es una niña muy alta para tener la edad que tiene. Hay niñas que el periodo les llega adelantado. Nunca lo he visto, pero si estudiado. Si me dice lo del flujo oscuro, podría ser un síntoma que tiene una mujercita adelantada.

––¿Pero con cinco años?

––Si la viese por ca calle diría que tiene ocho. No me extrañaría que se desarrollase rápido. No es malo, solo incómodo para explicárselo. Pero tenemos servicio de enfermería si usted no se ve capaz...

––Si es eso, el periodo, yo se lo contaré, si es solo infección por un descuido, esperaré mejor.

––Sí, pero no se demore, o la pequeña se llevará un susto si no sabe por lo que... ya me entiende. Le repito, si es eso, tenemos una enfermera con mucha mano con las niñas, ella le explicará todo, con su consentimiento y el de su marido, por cierto.

Mi madre asintió. Yo seguía molesta, al salir del médico, pero fue buscar la farmacia de guardia, tomar el medicamento y sentirme mejor. Esa noche pude dormir, el picor desapareció con la cremita que mi madre insistió en ponerme, a pesar de decirle que yo lo haría sola.

Relato de una muñeca rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora