No había rastros de nieve en los techos, los suelos blancos no era algo que conocían las personas que vivieran en un clima tropical. Sólo la ligera brisa fría podría delatar la visita del guardián de la diversión, la brisa o la bulliciosa risa de Jack Frost.
—¿Estás diciéndome que no logré capturar tu belleza? Los veo idénticos —dije reprimiendo una carcajada.
Peter miró con molestia los garabatos que yo aseguraba eran una fiel adaptación de sus encantos, llevábamos horas dibujando y coloreando junto a nuestra pequeña amiga.
—El cabello de Peter no es rojo —opinó la anfitriona.
—¿Lo ves? Me dibujaste como un duendecillo a propósito —se quejó, acompañando sus palabras con un puchero.
Sonreí ante la rabieta de Peter, apoyé el codo en la mesita y me llevé la palma a la mejilla para enfatizar el hecho de que estaba contemplándolo.
—Es tan difícil recrear ese rostro tan bello —dije en voz baja.
El gesto del castaño se suavizó rápidamente, dibujando una tenue sonrisa en sus labios.
—Ya sé que quieres ser amable porque no eres tan bueno dibujando, Jack.
Deslizó sobre la mesa el cuaderno en el que había pasado tanto tiempo ensimismado, dejándome ver un dibujo que inclusive me hacía ver más atractivo de lo que en realidad era.
—Ahora tú eres el amable —bromeé.
Nuestra anfitriona solía ser una visitante regular de Peter, había visitado Neverland en sus sueños tantas veces que probablemente había perdido la cuenta. Su dibujo de la isla quizás era más fiel que el mapa del capitán Garfio, recreando cada detalle que había observado.
—¿Por qué siempre hay muérdagos en Neverland? —preguntó la niña, dibujando las curiosas bayas en los árboles.
Las mejillas de Peter se tiñeron de rojo al escuchar esa pregunta, sintiéndose expuesto en la casa donde él disfrutaba venir por bocadillos.
—Sí, Peter, explícanos —secundé, adorando la tonalidad rosácea de su pequeña naricilla.
—Mi mami dice que están ahí porque es cálido, tropro, tropo —dijo la pequeña castaña, intentando recordar la enseñanza de su madre—, tropical.
Sonreí de lado al pensar en la razón real, al dirigir una mirada hacia Peter pude verlo más abochornado que antes.
—Hay algo interesante sobre los muérdagos —comencé a explicar en su lugar—, gracias a un viejo mito escandinavo se cree que las personas que estén debajo de una rama de muérdago en Navidad, sin importar de quién se trate, se verán obligados a besarse.
La pequeña niña asintió procesando la información, Peter me dirigió una mirada acusatoria que me hizo negar rápidamente mis palabras.
—Quiero decir, no están obligados a besarse —me apresuré a decir—, por supuesto es algo que se hace con consentimiento.
Una pequeña carcajada salió de sus labios, dejando de lado los libros de colorear que había usado para evitar participar en la conversación que mantenía con la niña.
—¿Recuerdas lo que te expliqué sobre el consentimiento? —preguntó Peter.
La pequeña asintió con vehemencia, alzando su dedo índice para recitar la frase que Peter le había enseñado.
—Cuando el gatito no quiere que lo toques —repitió—, no lo haces.
El castaño sonrió satisfecho, tomó el dibujo de la isla y asintió en señal de aprobación.
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Travesuras en el Polo Norte (Jack Frost x Peter Pan)
FanfictionEn el momento en que su relación finalmente comienza, Jack Frost y Peter Pan no pueden apartar las manos uno del otro. Los guardianes se ven en la obligación de tener que desviar la mirada cada vez que eso sucede, el problema empeora con el pasar de...