Hogar

463 66 8
                                    


- ¡Ya llegué! – Anunció Shikamaru en cuanto atravesó la puerta de la casa.

El silencio fue su única respuesta y con una sonrisa triste se recordó lo estúpido que era a veces.

Obviamente nadie le iba a responder, la casa estaba completamente sola.

Normalmente no tenía tiempo para detenerse a pensar en las alegrías de la vida, pero cuando esas alegrías faltaban, notaba gravemente su ausencia.

Ya era el vigésimo tercer día sin Temari y sin Shikadai pero aun dolía y se sentían como el primero. Ese primer día, al principio solo notó la extrañeza de la falta de ruido, pero a medida que avanzaba la noche sin su familia, había sido más desgarrador. Era extraño no cenar acompañado, leer sin interrupciones, irse a dormir sin acostar a Shikadai, y dormir sin abrazar a Temari.

En los días, agradecía que su trabajo lo mantuviera tan ocupado como para que no notara tanto su ausencia, pero cuando llegaba la hora de almorzar y Temari no iba a acompañarlo, aun le era extraño. Naruto se había burlado de la nube de tristeza que tenía alrededor, pero a pesar de no reconocerlo en voz alta, sabía que era cierto que su semblante había cambiado.

Había intentado todos los días escribirle a su problemática para contarle lo que le había ocurrido en el día de la misma forma que lo hacía cuando charlaban en la cena pero no era lo mismo.

Ella por otro lado, era la experta en hacerlo.

Desde el primer día que se habían ido, lo había tenido al tanto de todo, desde el berrinche de Shikadai por no poder dormir, hasta las ganas que ella tenía de... no-dormir en el tren con su amado esposo. Incluso le comentaba qué plantas habían crecido desde su ausencia, la sensación térmica y los nuevos negocios emergentes en Suna producto de la inversión de Konoha.

Para pasar el rato, intentaba leer, jugar shogi, regar las plantas, pasear por el bosque e incluso ver la tv (Aunque no le gustaba así que la apagaba rápidamente)

Tristemente, lo único que le generaba una sensación diferente, era el fumar un cigarrillo.

Tenía completamente prohibido fumar en casa, pero había cedido unas cuantas veces. Le ayudaba a relajar su cuerpo al mismo tiempo que le generaba una adrenalina especial.

Había reconocido que era por la culpa y su mente no dejaba de llevarlo a imaginar qué haría Temari si supiera lo que hacía.

Con solo prender el cigarrillo, ya se tenía en la mente la imagen de su problemática esposa alterada y casi podía oír su voz. Le decía lo malo que era para su salud, pero en cuanto el discurso llegaba a la parte en que decía "Ese humo lastima a Shikadai", él lo apagaba, puesto que sentía que profanaba la casa donde crecía su retoño.

Ahora por supuesto, justamente le habían empezado a picar los dedos.

- No, Shikamaru... ya fumaste uno ayer – Se decía. – Ok... solo uno... mierda, Temari me va a matar.

Respetando al menos algunos lugares de la casa, Shikamaru fue al portón trasero tras tomar una taza de café y prender la música. No era un melómano asiduo, pero al menos el sonido llenaba el silencio al que lo habían sometido.

En cuanto el fuego encendió esa maldita cosa y tomó la primera bocanada, su masoquista alma abrazó contento la tristeza que sentía de estar solo.

Aun le era inevitable pensar en su maestro y como también había partido muy pronto dejándolo solo y comparaba lo diferente y similar que sentía ahora que la mujer que amaba y su hijo, no estaban ahí para acompañarlo.

HogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora