Capítulo 1.

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Lexie

Me presento, soy Lexie, o Maddisson, y si soy sincera nunca imaginé una vida emocionante para mí, tenía los planes más comunes y la rutina más monótona que podía. Siempre fui social, iba a alguna fiesta no te voy a mentir, tuve algún novio y también fumé más que cigarrillos, pero nada fuera de una vida adolescente estándar. Al menos hasta que él apareció, hasta que entró en escena y se coló en mis días consiguiendo que me enamorara de él, al menos de lo que él fingía ser. Era buen actor lo reconozco, pero toda obra llega a su fin y esta lo hizo.

Pero que despistada soy, si no sabes de qué hablo. Voy a rebobinar unos meses para ponerte al día, pero te advierto que me vas a querer gritar mucho. Ahora sí, rebobinemos...

Septiembre (8 meses antes).

Acabaron las vacaciones de verano, definitivamente lo hicieron. No me quiero levantar por nada del mundo aunque sea para terminar mi último año antes de la universidad. Es mientras me replanteo si levantarme o no, mientras el despertador no deja de sonar en mi móvil, que siento algo frío y húmedo recorrerme. Cierro los ojos, esperando que sean imaginaciones mías, pero escucho su risa y adivino que Jace es el culpable antes de volver a abrirlos. Cuando me encuentro con su mirada, más negra que café, decido que una venganza cuando tenga más ganas de vivir será lo mejor.

− Buenos días para ti también Jace - dije mientras me levantaba de cama y apagaba el despertador - espero que me hayas preparado café al menos.

− También hice tortitas - oh dios, lo odiaba un poquito menos ahora. - Si no tardas mucho quizá sigan calientes, pero yo ya me voy de todos modos.

Dijo eso y se fue, no tardé mucho en vestirme y bajar. La casa olía a café y vainilla y mi estómago no pudo evitar gruñir un poco. Me senté en mi taburete de la isla y di un sorbo a mi café. Sabía que iba a llegar tarde así que preferí disfrutar el desayuno. Unos diez minutos después estaba saliendo por la puerta con las llaves de mi moto, una Harley Davidson 883, en la mano. Si me daba prisa y tenía suerte quizá solo llegaba diez minutos tarde.

Estaba llegando al aparcamiento cuando oí la campana de entrada y sonreí porque no iba a llegar tarde. Al menos no al punto de ponerme una falta de puntualidad porque los primeros cinco minutos estaban permitidos. Aparqué junto a un Camaro y fui con tranquilidad hacia mi clase, sabía que no iba a perderme gran cosa, quizá la presentación de algún nuevo alumno y una aburrida introducción al curso. Nada que mi mejor amiga no me pudiera contar luego.

Elie era la mejor sin duda, éramos amigas desde pequeñas a pesar de que no nos parecíamos mucho. Con ella había cometido mis mejores travesuras y llorado mis peores días. Era la única persona que me soportaba sin esperar nada a cambio y eso, para mí, valía mucho.

Media unos cinco o seis centímetros menos que yo, tenía la piel de un color caramelo precioso y los ojos miel más expresivos que había visto nunca. Tenía unas curvas que medio pueblo envidiaba o deseaba en su cama, pero ella ni siquiera lo notaba. Era muy distraída, si. Según ella le sobraban kilos, pero dios era preciosa con los muslos algo más gruesos que lo estándar y esa mínima pancita que tenía. Tenía una sonrisa contagiosa porque nada más entrar en clase y verla no pude evitar la mía. Mientras iba en dirección al sitio que me había guardado a su lado no pude evitar mirar su melena castaña, que caía lacia a ambos lados de su cara, llegandole a la cintura en esa postura.

− Hola El, ¿me perdí algo? - no le iba a decir que la había echado de menos porque pase casi todo el verano con ella, yendo a fiestas y a la playa - dime que no llegó nadie nuevo, estoy harta de la gente que viene de la ciudad.

[Pausada] El principio: Las garras de la princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora