Capítulo VI

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Inu No Taisho negó con la cabeza, totalmente divertido.

─ ¿No te ha hecho sufrir mucho? ¿No ha sido, acaso, un martirio todo lo que te hizo? Deberías ir más lento. Si no, terminarás matándolo antes de que comiences a disfrutarlo.

Sesshomaru no lo escuchó bien, sin embargo si oyó las palabras Sufrir, martirio, matándolo y disfrutarlo.
Aunque esta pequeña venganza contra el cerdo fuera algo reconfortante, no repararía nada en él. Sabía que no volvería a ser el mismo de antes cuando sea de dolor el último aliento del demonio Jabalí. Pero eran más grandes sus ganas de destruirlo. Su odio acumulado por tantos años. Solo lo quería dejar salir. Quería matarlo. Quería matar a Inu No Taisho.

En silencio dejó que el amo le quitara el puñal ya ensangrentado de las manos. Quizás tenga algo de razón, solo necesita paciencia para hacerlo mejor.

─ Ven, acércate.

Él obedeció. A su vista, servido a disposición instrumentos cuyo filo brillaban de ansias por ser utilizados.

─ Escoge, lo que tu prefieras.

La pequeña pálida mano levantó una herramienta al azar. De todas formas, cualquiera era igual de letal. 

Una oxidada tenaza.

...

Aquello se había vuelto una bola abominable. Un digno fenómeno de algún circo de terror. Pasaron algunas agradables horas allí.

Chugoku perdió más de lo que pudo imaginar. Las orejas, que fueron mutiladas, como ejemplo.

Antes de eso tuvo que despedirse para siempre de algunos, para no decir que varios de sus dientes.

Luego le siguieron las uñas, pero no conformes con solo arrancarlas, hicieron añicos los huesos de sus dedos. Tanto de manos y pies. Si, ambos lo hicieron. Juntos.
Sesshomaru y su cruel amo.
O Inu No Taisho y su esclavo.

Los chillidos agonizantes eran tan agudos que provocaban un dolor punzante en la cabeza de Sesshomaru. Mientras que sólo era un ruido irritante para el Inu mayor.

─ ¿Tienes el descaro de hacer un escándalo, solo por esto? Que maricon.

Oh, si se tratara de un humano o un demonio aun más débil que él, sí, podría entenderlo. Quizás en el fondo estaba algo decepcionado por haber conservado a tan poca cosa a su lado por muchos años.

Luego de un rápido vistazo, Inu No Taisho repasó lo que habían hecho y lo que todavía no.

─ Sesshomaru... ─ El amo lo llamo, con la voz baja, ronca, soltando un suspiro. ─ ¿Que tal si... le damos un verdadero motivo para chillar? ─ Al decir esto un brillo maligno se reflejó en sus ojos, en su mirada en general.

Sesshomaru solo pudo estar de acuerdo en cualquier maldad que este planeara hacerle al cerdo. Entre más sufriera, mejor.

Entonces, en la mano de Inu No Taisho, el frasco de la blanca sal se vio reflejada en sus ojos. ¿Cómo podía ser una mundana especia tan pero tan letal en las manos equivocadas?

Al ver esto, con sus escasas fuerzas Chugoku se removió. Si pudiera rogar por clemencia de poco lo serviría. En sus ojos el terror se reflejó. Por supuesto que el pensar en la muerte no es nada alentador mucho menos la manera de morir. Sin embargo, muchos afirman que morir por Morishio es la más dolorosa de todas. Al menos eso es para los demonios menores y espíritus malignos. Puesto que la sal servia para purificar.

─ Quiero hacerlo. ─ sin que se lo esperase, Sesshomaru abrió la boca para recitar aquellas palabras que lograron sorprender por segundos al mayor, quien luego sonrió complacido.

Así fue como le entregó la blanca y pura sal. Con sus dedos tomó una pequeña cantidad, tan mínima que apenas llegaba a pizca. Dejándola caer sobre aquel cuerpo tumbado.

Al tocar la carne abierta, al instante la quemó. Dejando subir un tenue humo negro y con ello, un grito ahogado.

De a poco, aunque su muerto rostro no lo demostrase, disfrutaba cada segundo del dolor y la agonía de su víctima. No... Chugoku no era ninguna víctima. La víctima era él, era Sesshomaru. Y por eso lo que hacía estaba más que bien. Incluso se sentía muy corto. No quería que muriese ya, quería que viva para siguiera sufriendo.

Los cortes, la piel arrancada que exponía su carne aún viva solo lo empeoraba para el cerdo que se metió con los demonios equivocados.

Con sus agudos sentidos Inu No Taisho pudo detectar al instante como los latidos del corazón de aquel cerdo eran erráticos tanto como desesperados. Supo que no tardaría en dejar de funcionar.

─ ¿Ya has quedado ciego o todavía puedes ver?

El ojo funcional de Chugoku por mero impulso enfocó su poca vista al hombre que le hablaba, quien era su odiado señor. Aquello respondió a su pregunta.

De un tirón atrajo a Sesshomaru haciendo que el frasco y los restos de sal cayeran al suelo. No tuvo tiempo para protestar.

─ Siempre has deseado a Sesshomaru. El fruto prohibido. ─ en eso acarició la mejilla del chico sin que nada ni nadie pudiera detenerlo. ─ Tuviste el privilegio de verlo de lejos sin embargo creíste que incluso podías llegar a tocarlo, sin mi permiso. Eso fue muy ambicioso de tu parte. Dejaré que pienses en él por última vez antes de morir. Recordando esto; él es mío. Es todo mío.

Levantando el mentón del chico pudo encontrar el camino hacia sus labios para unirse a él en un beso. Nuevamente, sin impedimento alguno. Entre sus manos el chico parecía un frágil muñeco de papel.
El mayor buscaba subir de tono y de intensidad. Por ello abandonó sus labios para atacar su cuello. Y de ahí abrir el vestido para bajar hasta sus pezones. Un tímido gemido de excitación le dio luz verde para ir más allá en ese instante.

Aquel no era ni el más agradable ni el más cómodo lugar para coger. Ya lo habían hecho antes. Muchas veces, miles de veces. Incontables veces. Así que poco podía hacer Sesshomaru si el amo quería hacerlo allí una vez más y en ese momento. 

Prefería no pensar en nada. Lo único que tenía que hacer era abrir sus piernas a merced de Inu No Taisho. 
Esta vez se dejaría arrastrar por el placer y no por el dolor.

Con ese gran falo dentro muy difícilmente pudo concentrarse en el momento exacto donde Chugoku murió y su cadáver quedó hecho cenizas. Mejor se aferró al Gran pecho de su amo, prefiriendo olerlo a él, su sudor, su excitación que al podrido olor a muerto.

• El Cruel Príncipe Del Oeste •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora