2.

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Abrió una lata de redbull y se la bebió casi del tirón, para después estrujar la bebida y tirarla al suelo. Sus músculos estaban tensos, en especial los bíceps; pero qué bien se veía. Guapo. Guapísimo. Llevaba unos pantalones negros anchos, cómodos; prenda que le hacía sentirse relajado, justo como necesitaba estar en ese momento. Caminó de un lado a otro de la estancia, tomándose la última lata de redbull, hasta que por fin la puerta de aquel descuidado apartamento, el cual había alquilado por unas horas, sonó.


Lit, Khea, Rusher y Tiago entraron al departamento, cada uno luciendo una cazadora de cuero negra; desprendían un aura amenazante, y a su vez, magnética.


-¿Dónde están? -Cuestionó Lit, siendo el primero en hablar. Mauro señaló la primera puerta del pasillo, sin siquiera hablar. Los cuatro hombres que acaban de entrar caminaron hacia donde había indicado, encontrándose en su interior a cinco chicas inconscientes.- Miren no más, wachos... -Pronunció Lit, emitiendo una pequeña carcajada al observar a las jóvenes en el suelo. Guapas. Sensuales. Jodidamente provocativas. Una de ellas llamó su atención en especial.- ¿A cuál me llevaré? -Preguntó retóricamente, de nuevo emitiendo una carcajada, la cual provocó que las chicas comenzasen a despertar lentamente. Al abrir los ojos, una de ellas hizo contacto visual con Lit, a lo que emitió un sonoro sollozo.- Sh... Tranquila. -Dijo él, colocando el dedo índice sobre sus labios.


-Dale, elegí de una vez, negro. No tenemos todo el día. -Le apremió Mauro.


-La quiero a ella. -Señaló con el dedo a la rubia que anteriormente había sollozado al encontrarse de frente con él. Estas palabras provocaron que el resto de jóvenes se encogieran en sus sitios, completamente aterrorizadas. Mauro ayudó a la chica en cuestión a levantarse, y se la entregó a Lit.


-Yo quiero a esa... -Dijo Khea, señalando a una de las dos morenas del grupo. Mauro imitó su acción anterior, quitándose así a otra chica más.


-Yo quiero a la última. -Señaló Tiago. Mauro la ayudó a ponerse en pie, y se la entregó a su compañero sin vacilar; dirigiendo después su mirada a las últimas dos chicas que quedaban. _______ se había colocado delante de su última amiga de forma casi protectora, aunque sabía que aquello no serviría de mucho.


-Yo a ella. -Sentenció Rusher, señalando con la punta del dedo índice a _______, fijándose minuciosamente en el bonito escote que le hacía lucir aquel top.


-No. -Negó Mauro.- Ella es mía.


-¿Y desde cuándo vos elegís?


-Yo hice la mayor parte de la misión, lo justo es que pueda elegir a la que se me dé la gana. -Respondió Mauro. De alguna manera su sentencia tenía fundamento, pues _______ manejaba más cuentas bancarias que las demás.


-Ok, ok... -Contestó Rusher, fastidiado.- Me llevo a la otra entonces.


Y así, en apenas unas horas, cinco hombres tenían a cinco mujeres junto a ellos. Cinco secuestradas, con la intención de hacer que cada una de ellas robe a sus propias familias accediendo a las cuentas bancarias de estas. Cada hombre huiría con una de ellas a distintos lugares del mundo, para no ser encontrados jamás; y una vez terminasen su trabajo, volverían con las manos llenas de dinero, y con sus secuestradas... Muertas.


Mauro cerró la puerta del departamento; Tenía claro su destino. Volvería a su país natal, Argentina, donde había encontrado un recóndito sitio en uno de los lugares más perdidos del país, donde sería seguro esconderse durante una temporada. Partiría de Madrid esa misma noche, antes de que se hiciera pública la desaparición de _______, y empezaran las investigaciones. Se volteó, en ese momento únicamente se percibía un apacible silencio entre los dos. Sentía los bonitos ojos de _______ sobre él, observándolo todo el tiempo... ¿Qué más querés mirar, wacha? Sonrió de forma ladeada. Tal vez más abajo...


-¿Qué mirás tanto? -Cuestionó de forma brusca. No obtuvo respuesta, pues _______ tenía la boca tapada. Se acercó lentamente hacia ella, pudiendo percibir lo asustada que estaba al fijarse en su temblor mal disimulado, que incrementaba cuanto más se acercaba a ella.- ¿Por qué el miedo, mm? -Le preguntó, retirando entonces el pañuelo que cubría sus labios. _______ emitió un profundo suspiro.


-¡Puto zumbado de mierda! ¡Suéltame ahora mismo si no quieres que...!


-¿Si no que, eh? ¿Vos crees que estás en condiciones de amenazar? -Cuestionó, esbozando entonces una sonrisa divertida, a la vez que seguía reduciendo la distancia con ella. Al no poder defenderse, _______ optó por permanecer en silencio.- Y no deberías insultar al jefe, linda.


-No me llames linda. -Sentenció ella en tono cortante. Mauro volvió a sonreír. Bonito carácter...


-¿Y cómo querés que te llame? ¿Fea?


-Van a encontrarme. -Dijo ella, palabras que aparentemente consiguieron tambalear el fingido buen humor de Mauro; el brillo en sus ojos negros había cambiado por completo, e incluso _______ pudo apreciar ese detalle.


-¿Pensás que es fácil, linda?


-No me llames lind...


-Estoy hablándote. -Dijo en tono firme, haciendo que _______ callase.- No lo es conmigo, ¿entendés? Ve haciéndote a la idea. Nadie de la yuta te va a encontrar mientras estés conmigo. Estás con el mejor. -Una repentina y extraña oleada de deseo invadió a _______ al escucharle pronunciar esas palabras. Observó a Mauro, embelesada por esos enormes ojos negros de los que recién se había percatado. Oscuros, al igual que su cabello, aunque este último era algo más claro; características que combinaban a la perfección con los numerosos tatuajes que el joven lucía en su rostro. Continuó el análisis visual hasta detenerse en sus bíceps, ligeramente cubiertos por una capa de sudor; y por último, sus labios rosados, carnosos, que se le antojaron deliciosos tan sólo con verlos.- El mejor secuestrador de todos, ¿oíste? -La miró directamente a los ojos.- Y te irá mejor si no intentás nada, gata, no querrás conocerme de verdad. -Le advirtió, retrocediendo algunos pasos después.- Alístate... Nos vamos de viaje.



𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 // Mauro Lombardo y tú.{𝗛𝗢𝗧}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora