Capítulo 3.

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Lexie

Estuve toda la semana aparcando al lado del Camaro y si no lo hacía yo el Camaro aparcaba al lado de mi Harley. Lo extraño es que nunca vi de quien era y eso en un pueblo era difícil, sospechoso y a la vez intrigante. También estuve evitando a Matteo toda la semana porque sabía que lo perdonaría y no quería, no quiero. Hoy es viernes, estoy en mi última clase antes de zambullirme en un glorioso fin de semana de películas y discoteca.

La clase de arte está siendo aburrida, lleva media hora hablando de las mezclas de color y las sombras en un cuadro. Algo que se debería saber ya a esa altura. Estoy trabajando en un nuevo proyecto cuando lo oigo, es raro porque cuando levanto la cabeza no hay nadie que haya podido hacer ese ruido. Estoy haciendo un par de líneas cuando lo vuelvo a oír, esta vez más fuerte. Me duele la cabeza dios. Entonces Matteo entra en clase y yo me quedo estática.

− Señor Nessumo... - escucho al profesor, pero no lo entiendo porque mi vista no se despega de él y su cara destrozada - vaya a la enfermería.

− Le acompaño - me doy cuenta que fui yo quien habló cuando el profesor me dice que puedo irme. No sé donde me acabo de meter yo solita.

− ¿Qué te pasó? Estás fatal - entonces me mira y siento mi sangre helarse, de cerca es aún peor - dios Matteo - ahogo un grito a último momento.

− ¿Terminaste con la ley de hielo Lexie? Pensé que evitarme era tu nuevo pasatiempo - se oía dolido en vez de indiferente como pretendía, el haber salido con él me había hecho notar ese tipo de cosas con mucha facilidad - fue una pelea tonta, además yo fui por él - y se encogió de hombros, el muy gilipollas ¡se encogió de hombros!

− ¿A por quién fuiste? − ni siquiera recordaba que Matteo fuera alguien agresivo.

− Nadie importante − se volvió a encoger de hombros, quería matarlo joder.

− Como no me digas con quien cojones te peleaste doy media vuelta y me voy − no iba a aguantar estupideces con el dolor de cabeza que tenía - se te acaba el tiempo stronzo.

− Tan amorosa como siempre Maddie − le di una mala mirada, iba a acabar con mi paciencia − vale vale − levantó las manos como en señal de paz y no pude evitar sonreír un poco − si hubieras sonreído desde el principio te lo hubiera dicho.

− Al grano mio caro.

Alex − tuve que escuchar mal, ese nati male era el último nombre que quería escuchar.

− ¿Por qué? − me oí preguntar, aún en shock.

− Estaba hablando mal de ti y no pude quedarme quieto, al menos que te diga las cosas a la cara − maldito cabrón, pensé que con todo lo que me había hecho le habría bastado. Pero no, él siempre volvía.

− ¿Qué dijo?

− No sé si es bueno que lo sepas Maddie − suspiré, estaba harta de todo.

− Solo dime − casi suplique.

− Estaba diciendo que eres una zorra − su mandíbula se tensó mientras que yo seguía igual, acostumbrada − y que siempre haces lo mismo con los tíos. Les sacas lo que quieres, les dejas de hablar y luego vuelves a meterte en su cama − para ese punto su mandíbula parecía que iba a estallar de lo tensa que estaba.

− Es lo que dice siempre − me encogí de hombros − no deberías haberte metido en esa pelea.

Llegamos a la enfermería y decidí no hablar más, al parecer Matteo iba a necesitar un par de puntos en una herida que tenía cerca de la ceja izquierda. Por lo que decidí llevarlo al hospital yo cuando la enfermera lo sugirió, de todas formas era mi culpa el estado en el que estaba.

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⏰ Última actualización: Aug 05 ⏰

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[Pausada] El principio: Las garras de la princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora