CUATRO

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—Dile al ojos... A Dylan que hable con su primo, quiero ese trabajo. —le digo a mi hermano en cuanto entro en la cocina.

Me sorprende lo segura que he sonado al decirlo, sobre todo porque no estoy para nada segura.

Nunca estoy segura de nada.

—Vale, en cuanto lleguemos a blue water se lo digo. Porque imagino que tú no se lo quieres decir.

Blue water es el nombre del local donde trabaja mi hermano, bueno... Y el ojos mierda.

—Imaginas bien. —abro la nevera y veo un trozo de queso. Le doy un mordisco.

—De verdad que no se por qué... —Carlos se calla cuando me ve. —¿Te estás comiendo una cuña de queso a mordiscos?

—Ji. —digo con la boca llena.

—Dios ¿No puedes comértelo como la gente normal?

—Mirame. —me señalo a mi misma, luego le doy otro bocado al queso. —¿Tengo pinta de ser normal?

—Noup.

—Pues entonces no me pidas que haga cosas de gente normal.

(...)

—Buenos días. —saluda el ojos mierda.

—Seran para ti.

Suspira.

—No sé cómo voy a lograr aguantarte hasta que terminen las clases. 

—¿Me estás llamando insoportable?

—Si.

—Ah. —jadeo. Eso no me lo esperaba.

Llevo todo el camino partiendome la cabeza para saber cómo actuar después de lo de ayer, pero ahora no tengo problema. Sé cómo actuar; partiéndole toda su cara de mandril. 

—¿Sabes que si sigues así no cobras? —le digo.

—¿Sabes lo que si sé? Que tú no eres la que paga las clases, listilla.

—¿Y qué? Le puedo decir a mi hermano que no te pague.

—Estoy seguro que él no va a hacer eso.

—¿Y tú qué sabes? Mi hermano me quiere tanto que...

—Estoy totalmente seguro de que tu hermano me quiere más a mi que a ti.

—Oh, veo que te lo tienes muy creído.

—Pues claro que me lo tengo creído ¿Tú me has visto? —se señala con un gesto.

Levanto una ceja en su dirección. En ese preciso momento me doy cuenta que hoy lleva las gafas que llevaba el otro día en el supermercado y las cuales se le cayeron.

Lo miro sin decir nada.

La verdad es que si que tiene motivos para tenerselo muy creído.

Uff, nunca tuvo tanto sentido eso de que tu peor enemiga es tu propia mente.

—Bueno, dejando el tema de la paga y eso... Me ha dicho tú hermano lo del trabajo.

—¿Y a mi qué?

—Pues eso... Que ya me lo ha dicho.

—Vale.

—Vale.

—No me imites.

—No te estaba imitando, paranoica.

—Yo no soy paranoica.

—¿Ah no?

Lo miro con los ojos entrecerrados.

BAILANDO SOBRE EL MAR ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora