† Capítulo 38 †

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La tensión en mi vientre hizo que abriera los ojos de golpe. Llevé mi mano hacia el área, y luego más abajo hasta sentir una humedad espesa en mi intimidad. Cada rincón de mi anatomía dolía y cuando mi ser recobró mi despertar me levanté bruscamente y me giré para confirmar lo que estaba pensando.

Sí, mi periodo había llegado, en plena madrugada. Las sábanas y mi vestido de noche estaban manchadas a causa de ello.

La desgracia a mi alrededor había hecho que olvidara llevar la fecha conmigo. Como consuelo, mi periodo era irregular, solía venir a mí cada dos o tres meses, por lo que convivía unos momentos de tranquilidad en ese aspecto. Pero el inmenso dolor anatómico y mi estabilidad emocional eran mi precio de paga.

Quité las sábanas de inmediato y bajé a la cocina como pude, en busca de agua y hierbas para amortiguar mi tormento. Escudriñé en cada cesto de paja. Nada, no había siquiera una hoja de lo inquirido.

Frustrada, me reposé en el lavabo y cerré mis ojos un momento ante la derrota. Solté un gemido agudo al sentir sus grandes y frías manos tomar las mías abruptamente.

― ¿Qué es lo que tienes? ¿Alguien te lastimó? ―Formuló Shaw, a una distancia acechadora.

― Estoy bien. Déjame en paz. ―Respondí tajante, con la respiración acelerada y deshaciendo nuestra distancia incómoda, así como al mismo tiempo arrebaté mis manos de las suyas insolentemente y le di la espalda.

― Entonces explica las manchas de sangre en tu vestido y manos. ― Exigió grotesco.

Exhale un aire pesado por mi naríz y me crucé de brazos, ignorándolo por completo. ¿Cómo le explicaba en ese momento mi suceso tan oprobio? Realmente me avergonzaba decirle. Sentía que mil cuchillos estaban enterrados en mi vientre, lo único que quería era aliviarlo, pero su molesto requerir solo me hacían sentir peor.

Desesperado, también desligo un suspiro y se resignó ante mi actitud.

― Sólo dime que estás bien, y lo haré. ―Habló suavemente, abandonando su hostilidad.

Lo encaré, y finalmente le dije:

― No es nada grave, es sólo mi periodo. Ocurrió un... un...incidente. ―Dije, cabizbaja.

Apreté mis labios y coloque mi mano en mi abdomen, las punzadas se dispersaban por toda la zona. Me giré nuevamente y comencé a dirigirme a mi celda. No importó acortar la conversación de esa manera, quería reconfortarme a solas.

― Te llevo a tu habitación. ― Su tono grotesco estaba de vuelta, y también su ausencia detrás de mí.

― No, yo... puedo hacerlo, ―respondí, entrecortado siguiendo mi camino.

― No era una pregunta. Te dije que te llevaría de regreso a tu habitación.

Me tomó por sorpresa su ligera destreza. En cuestión de segundos estaba en sus brazos como cuán novia.

― ¡Oye, te dije que no necesito tu ayuda! ― Manifesté enojosa, golpeando su duro pecho y removiéndome con un gusano. ― ¿Qué tal si alguien nos ven de esta manera?, Nos exiliarían. Tú no deberías estar aquí.

― Entonces no tendré otra opción que exterminar a quien se cruce en nuestro camino, ―soltó seguro de sus palabras muy cerca de mi cara, su aliento a cigarrillo se penetró en mi naríz y no pude evitar alejar mi cabeza un poco hacia atrás. ―Escucha Maeve. Quiero que sepas que tu vida y la de mis hermanos van delante que la de cualquier otro ser.

Contemplé sus brillantes ojos azules durante unos segundos, intentando creer a sus palabras. No me agradaba la situación, ni tampoco su egocéntrica y amenazadora actitud. Pero era inútil intentar escapar de sus manos, había estado en sus palmas desde el principio de todo. Llevé mi cabeza al lado contrario de su delantera y no emití palabra alguna. Fue suficiente respuesta para él; entender que había hecho caso omiso. Con dignidad dejé caer todo mi peso y no envolví mis brazos alrededor de su cuello, los entrelacé y los reposé en mi estómago.

Secretos Oscuros en Isolated TownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora