Día 1: Resfriado

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Notas: Colección de aportes correspondientes a la KokoInu Week organizada para el Club de Lectura de Fanfiction. uwu

Día 1: Resfriado

Resumen: Cuando Seishu estaba resfriado, Koko tenía que lidiar con algo más que sus síntomas.

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Inclusive

La situación era ridícula por dónde se le mirara, Koko lo sabía, pero, a pesar de esto, no podía dejar de estar al pendiente de él.

Seishu siempre había destacado cuando de peleas se trataba, siempre ágil y fuerte, capaz de acabar con varios enemigos a la vez aun en tacones. Admirable. Koko reconocía que no cualquiera llegaba a ser tan habilidoso en ese aspecto; incluso aquella pudo haber sido una de las razones por las que terminó desarrollando sentimientos más profundos hacia él.

Sin embargo, Seishu Inui tenía un enemigo que fácilmente lo dejaba en el suelo en cuanto aparecía, y ni siquiera hacían falta golpes para que esto ocurriera. Sí, el enemigo en cuestión era nada más y nada menos que un vil resfriado común:

—Voy a morir, Koko —declaró de manera solemne, como si no le quedara duda de que sus minutos estaban contados. Sus manos se aferraban a las mantas con las que Koko lo había arropado para protegerlo del frío.

—Tch. No exageres, mañana te sentirás mejor. —Koko removió el té con la cucharilla una última vez antes de acercárselo—. Anda, levántate y bebe esto ahora mismo.

—¿Qué es? —Seishu echó una mirada a la taza de porcelana mientras se sentaba.

—No preguntes, solo bébelo y trata de dormir.

—Está bien.

Koko se perdió en la forma en la que los labios de Seishu recogían pequeños sorbos de té. Inconscientemente se relamió los suyos, como si el roce de su lengua le sirviera para hacerse una idea de qué se sentiría al besar los de Seishu de nuevo. Ya no mientras estuviera dormido, sino a plena luz del día, ahí, en su pequeña habitación.

—Gracias, Koko.

Tuvo que olvidarse de aquella idea al notar que Seishu ya había terminado y ahora le devolvía la taza vacía. Había un ligero temblor en esos dedos, por lo que consideró que era momento de encargarse de lavar el recipiente, de esta manera le daría la privacidad necesaria para que se quedara dormido a gusto. Él tenía de médico lo que Seishu de centrado, pero cualquier persona con tres dedos de frente sabía que en estos casos lo mejor era descansar. Así que se levantó enseguida para cumplir con su cometido.

—Ahora vuelvo. —Dio apenas un paso en dirección a la puerta cuando fue detenido en el acto por aquella mano cálida y un poco más áspera que la suya. Inupi lo había sostenido por la muñeca al darse cuenta de que pretendía abandonar la habitación— Solo iré a lavar esto —aclaró, antes de que su amigo se atreviera a reclamarle nada.

—Podrías hacerlo más tarde.

—Ya, ¿Y qué pretendes que haga mientras tanto?

Koko se cruzó de brazos, alejándose del contacto que Inupi mantenía sobre su piel. Esto era demasiado para su estabilidad y hormonas adolescentes. ¿Cómo era que su amigo no se daba cuenta del predicamento en el que lo ponía al mostrarse tan... vulnerable?

Ese no era el Seishu Inui con el que estaba acostumbrado a tratar. Aquel tipo rudo que destrozaba rostros y apaleaba hombres del doble de su peso, ¿dónde diablos se metía cuando un resfriado se apoderaba de su cuerpo?

—Lo que quieras.

Exacto, justamente a eso se refería Koko. No entendía si de verdad era tanto el malestar que sentía Inupi que lo orillaba a hablar sin fijarse mucho en lo fácil que podían malinterpretarse sus palabras, o si simplemente lo hacía con el afán de molestar. Después de todo, la prudencia no formaba parte de sus virtudes.

Si de verdad tenía la posibilidad de elegir, Koko quisiera subirse sobre él abriendo un espacio entre sus piernas firmes y torneadas, acercarse peligrosamente a su rostro para apreciar mejor sus ojos verdes y susurrarle mil cosas antes de, al fin, descender hacia su boca sin importar si al otro día el resfriado sería él.

Sin embargo, se contuvo de cometer tal villanía y chasqueó la lengua, fingiendo una molestia que, si bien sí sentía, no era por el motivo que Inupi pudiera creer.

—Hazte hacia la pared. Me recostaré un rato —dijo en un tono que sonó más como una orden.

Y no necesitó repetirlo para que su amigo se apoyara sobre sus brazos, levantara las caderas y se moviera hacia la parte indicada. Posteriormente, Seishu palmeó el espacio vacío sobre la cama para que se diera prisa.

—Empiezo a creer que estás disfrutando esto, Inupi. —Le dio la espalda para deshacerse de la parte superior del uniforme de los Black Dragons. De no haberlo hecho, se habría percatado de la sonrisa ladina que se formó por un par de segundos en los labios de Inupi—. Será mejor que te repongas pronto.

—Eso no depende de mí.

—Ugh, sí. Lo que tú digas. Ahora duérmete. —Koko se acomodó boca arriba, sus manos entrelazadas sobre su estómago.

—¿No vas a abrazarme? —preguntó Inupi. La indignación fue más que notoria. Un nuevo problema se avecinaba.

—¿Por qué lo haría?

—¿Será porque te lo estoy pidiendo, genio? —Muy bien, ese sí era el verdadero Seishu y su actitud arisca.

—Bien. Lo haré, señor saco de virus y gérmenes.

—No soy ningún saco de virus y gérmenes. Solo estoy resfriado.

—Exacto, y estás actuando como si fuera el fin del mundo —reprochó, luego giró su cuerpo para abrazar a Inupi por la cintura. Era cálido y suave. Además de que el aroma exquisito de su cabello lo embriagaba por completo, era un poco demasiado para su escaso autocontrol.

—¿Qué te hace pensar que no lo es? —La mano de su amigo buscó aferrarse a la suya.

—Nadie muere de un resfriado, Inupi.

—Claro que sí. Lo leí en un artículo.

—¿Desde cuándo lees siquiera?

—Desde siempre.

—Sí, claro. Solo duérmete.

La pequeña discusión terminó ahí, con sus dedos atrapados entre los de Inupi y el sonido relajante de su respiración. Por un momento, Koko llegó a pensar que al fin se había quedado dormido, pero nada más lejos de la realidad.

—Koko —llamó de nuevo, esta vez con una voz extrañamente anhelante.

—¿Sí?

—Quédate conmigo, ¿vale?

Hajime podría jurar que su corazón se saltó un latido, o que hasta se olvidó de respirar ante semejante petición. Tan directa y aterradoramente desconcertante para alguien como él. que llevaba mucho tiempo viviendo en el límite de su amistad. En ese eterno sí, pero no que lo asfixiaba.

A veces, las circunstancias por las que atravesaban, el ambiente, sus comportamientos cambiantes y los roces entre ellos, le hacían pensar que tal vez sus sentimientos eran correspondidos. Koko creía por un instante que existía una remota posibilidad para él. Por desgracia, nunca se animó a poner en riesgo su lugar seguro. Ser el mejor amigo de Seishu Inui era un título sin fecha de caducidad. Más duradero que cualquier otro.

Cerró los ojos y afianzó la unión de sus dedos antes de responder:

—Siempre, Inupi. Incluso contra tu peor enemigo.

Posteriormente, ambos cayeron rendidos al sueño casi de inmediato.

En aquellos días Koko no tenía ni la menor idea de lo que les esperaba más adelante. Había sido tan sencillo hacerle promesas sin tomar en cuenta que la vida podría cambiar de un día para otro.

Quiero tenerte | KoKoInu WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora