CAPÍTULO 4

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Ingenuamente yo creía que si tenía la capacidad para terminar el libro ayer, pero no sé ni para que lo intento sabiendo como soy a la hora de ponerme fechas. Ustedes no lo saben, pero Blanc chikito es mi protegido.

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"¿POR QUÉ TRAERLE UN REGALO AL PERRO?"

Miro el piano de color blanco, vacío, solitario. Es como si me llamara, me llama a sentarme y tocarlo, pero no puedo moverme del marco de la puerta, hay algo que me lo impide.

Es lo único que me separa de ella, ella no tocaba el piano, no le gustaba la música.

Me tenso al oler su perfume, siento su presencia. Quiero llorar, alejarme cuando su mano toca mi hombro lastimado por culpa de Blanc; me acaricia, su caricia es áspera, tortuosa. Quiero gritar que se aleje, que no me toque, que no me rompa.

—A tu madre nunca le gusto la música —murmura— a mí tampoco, pero fue ella quien pidió que compráramos el piano.

Mi labio inferior tiembla.

—¿Por qué?

—Nunca lo dijo, tampoco quiso que nadie nunca lo tocara.

Su mano se aferra a mi piel y me obliga a voltearme a observarlo. No quiero verlo, no quiero tenerlo cerca. Me sonríe con suavidad, su mirada me recorre por completo y parece disfrutar de lo que ve, no parece molesto como de costumbre.

» Te has vestido igual a ella. Eres tan parecida que se vuelve doloroso verte.

—No me mires —propongo.

—No, no quiero perder el recuerdo de ella.

Besa mi frente con suavidad, se da la vuelta y se despide de mí para salir hacia el trabajo.

No quiero entender, pero no puedo ignorar la forma en la que me ha tratado. No parecía enojado ni resentido ante mi presencia, a pesar de que lo había estado evitando, no se ve molesto. En otra ocasión me habría zurrado, me habría reprendido por ignorar a mi padre, pero ahora no.

«Te has vestido igual a ella».

No me había castigado, por parecerme a ella.

Esa era la clave, ese era mi boleto de salida. Los tres la amaban a ella, los tres necesitan de ella y la protegían a ella. Eso es lo que tengo hacer, si quiero salir e irme, tengo que usarla a ella. Tengo que tomar la oportunidad; ya me rompió, me toco y me uso ¿Qué más puedo perder?

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—Hay una reunión mañana en la noche, esta lista.

Dejo de comer, levanto la vista hacia Blanc que no me mira, come con tranquilidad de la misma forma que Elian y mi padre.

Trago.

—No...no quiero ir —no puedo estar cerca de esa familia, no quiero estar cerca— no me siento bien.

—Vas a ir, tenemos que ir —ordena mi padre.

—Pero-...

—¡Vas a ir y punto! —Blanc golpea la mesa, está furioso— ¡No harás lo que se te da la puta gana! Iras y punto.

—Blanc...—lo llama papá— cálmate.

—¿Qué me calme? —ríe ofendido— ¡¿No ves cómo está actuando?! ¡Es una grosera!

—¡He dicho que te calmes! —papá se levanta, quedando frente a él— come y cállate, Blanc. La has cagado suficientemente hoy.

—No fue mi culpa que esos ineptos no aceptaran el contrato, tal vez lo aceptaran si tu empresa no fuera una mier-...

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