13.

1.6K 63 3
                                    


Mauro se acercó a pequeños pasos, el ahora frágil cuerpo de _______ quedó encerrado entre él y la pared. Encerrado, pero también acogido por sus brazos. Mauro la tomó por la barbilla con delicadeza, haciendo que alzara la vista hacia él. Quería que lo mirara solo a él. Que pensara en él. Que lo escuchara a él. Que fuese él, por una vez, lo único que le importase.


-Déjame en paz, por favor, no quiero verte. -Murmuró ella, sintiendo cómo las lágrimas no dejaban de descender caudalosamente por sus mejillas.- Esto es tu culpa. Están muertas porque tú nos hiciste esto.


Escuchar aquellas palabras salir de su boca, le dolió más que todos los golpes que recibió aquella noche. Trató de que hiciera contacto visual con él, pero la joven sólo esquivaba su mirada, queriendo fijar su vista en cualquier punto de la sala menos en su figura. Estaba aterrorizada, el temblor de su cuerpo la delataba por completo; más aún sabiendo que aquel también sería su destino.


-Sólo deja que te explique, yo...


-No me interesa lo que tengas que decirme. Ya casi sacaste todo el dinero de mis cuentas, casi terminaste tu trabajito. Así que si vas a matarme, hazlo ya. No aguanto más estar aquí encerrada, menos ahora sabiendo lo que me espera. Tienes todas mis claves, no necesitas nada más de mí. Acaba de una vez con todo esto. -Habló con la voz rota, sintiendo cómo su corazón se encogía más y más por cada palabra que emitía; Lo que no sabía, es que sus palabras estaban haciendo arder el pecho del contrario como nunca antes.


Nunca le haría daño. No quería que tuviera miedo de él, mucho menos después de todo aquel tiempo a su lado, en el que habían compartido momentos horribles, pero otros jodidamente maravillosos. Unos que jamás podría olvidar. Se odiaba por estar causándole aquel dolor, pero ya no podía hacer nada por revertirlo; Únicamente podía limitarse a cuidar de ella.


-No voy a matarte. -Dijo, en tono firme. _______ se mordió el labio inferior, intentando contener las lágrimas, que no habían dejado de brotar.- Dejé que ese chabón hiciera lo que se le diera la gana conmigo. Pero no con vos, eso jamás. -Fueron esas palabras las que provocaron que, después de varios segundos de silencio, los brazos de _______ le rodearan la nuca, aferrándose a su cuerpo con cierta intensidad. Correspondió a aquel gesto rodeando su cintura, apretando su cuerpo contra él de forma protectora. Mauro sintió una leve oleada acogedora en su estómago. Le gustaba cuando le tocaba de esa forma, tan sencilla y sutil, tan propia de ella y de lo hermosa que era. Tan mujer. Provocativa. Sensual. Ella. Ella y su poder. El poder de inquietarlo tanto.- ¿Me crees?


_______ asintió. Si hablaba comenzaría a llorar.


-Así me gusta. -Mauro le sonrió. _______ bajó la cabeza, tratando de sonreír también, pero era incapaz.- Mierda... Te dije que no me gusta verte llorar.


Esta vez ella sí sonrió ligeramente. Retiró las manos de su nuca para limpiarse las lágrimas de las mejillas; A su vez, Mauro soltó su cintura, muy a su pesar, pero quería dejarle algo de espacio.


-Es tarde. -Habló él.


-Sí, ya me iba a dormir.


-Vale, hasta mañana entonces. -Le dijo él. _______ deseó que el momento no acabara ahí. Después de lo que había dicho, tenía unas inmensas ganas de besarlo. Sí. Muchísimas. Incontenibles. Deseaba agradecerle de alguna forma lo que había hecho por ella. Quería tumbarlo en ese diván, y devorar su boca de todas las formas posibles; Probar su lengua una vez más, mientras acariciaba hasta el último centímetro de su cuerpo. Quería provocarlo. Excitarlo. Lo necesitaba. Necesitaba escucharle pedir un minuto de placer junto a ella. En el fondo, necesitaba que le dijera que le importaba muchísimo. Que nunca había hecho eso con otra mujer. Que ella no era otra más. Que era suya. Suya...


-Hasta mañana. -Se despidió, emprendiendo el camino hacia su habitación. Mauro... Susurró en su cabeza. Dios mío. Mauro. Mío... Mío. Sí, su mente estaba ocupada por él. También todos sus sentidos. Su cuerpo entero quería ser tocado por sus manos; aquellas que la llenaban completamente. Aquellas que ya la habían recorrido con anterioridad. Sin limitación. Quiero ser tuya... Hazme tuya. ¿De qué forma? De todas las posibles. Cerró la puerta de la habitación tras de sí.


No dormiría esa noche, pues tenía un plan en mente. Un plan que seguro funcionaría; uno que haría que Mauro la hiciera suya de una vez por todas. Lo deseaba, más que a nada. Y sentía que ese sentimiento cada día se hacía más y más fuerte. Se negaba a seguir luchando contra sus propios instintos.


Esa noche, la follaría como tantas veces había soñado.


𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 // Mauro Lombardo y tú.{𝗛𝗢𝗧}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora