16.

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Se hundió en su cuerpo. Totalmente. _______ contrajo la respiración; apenas lograba dar señales de vida. La estaba penetrando tan intensamente que acabaría por hacerla llorar de placer.


-Ah... -Jadeó él, al sentir su miembro tan apretado por el interior de la joven; soltando un pequeño suspiro después. Se irguió entonces para poder mirarla, quería gozar de ese enorme privilegio. Verla así; excitada, jadeante, transpirando lujuria y gimiendo para él, y solo para él.


-¡Oh, sí! -Gimió ella, cerrando los ojos. Clavó sus uñas en la espalda del hombre; este volvió a sacar su miembro para rozarlo lentamente por los labios genitales de _______.- Hazlo otra vez, por favor.


-Claro que sí, linda. -Le respondió él, y lo cierto es que tampoco aguantaría tanto tiempo sin metérsela. Sin sentir ese delicioso apretón. Tomó impulso para volver a embestirla con fuerza, queriendo satisfacer a la mujer que tenía para él en aquel momento.


-¡Ah! ¡Sí, joder, sí! -Esa vez ella gritó más fuerte; cerrando los ojos con la misma intensidad. Mauro sintió que veía el paraíso, que se correría con solo verla en ese estado. Le ponía tanto... Más, mucho más de lo que le había excitado cualquier otra mujer en el mundo.


-¿Te gusta?


-Sí, me encanta... Joder, me encanta. -Dijo ella, poseída por sus palabras, y por él en general. Fue entonces cuando decidió acelerar el ritmo de las embestidas, bombeando su interior muy intensamente. Sus brazos se tensaron llegados a ese punto, no sabía cuánto más aguantaría sin eyacular, pero antes quería saciarla a ella. No permitiría que quedase a medias.


-Sos deliciosa. -Murmuró, con aquella voz ronca.


Deliciosa... Y toda para mí.


La volvió a embestir con fuerza, mientras ella sólo apretaba su espalda y piernas, con la esperanza de no demostrarle lo completamente loca que le estaba volviendo todo lo que hacía. Pero fue imposible. Sólo hacía falta escuchar sus gemidos para saber lo mucho que lo estaba disfrutando.


-¡Sigue! ¡Más! -Le ordenó. Mauró sonrió ligeramente; una bonita sonrisa que habría hecho que cualquier mujer se mojara al momento. Las embestidas eran continuas, _______ lo apretaba cada vez más fuerte, a la vez que alzaba más las piernas para poder facilitarle el acceso a su intimidad. Mauro se correría en cualquier momento. Los gemidos de la joven lo enloquecían, cada vez más fuertes, más excitantes. Hacían que cada movimiento, cada embestida, cada vez que él la bombeaba con tanta fuerza y lujuria... Nunca fuera suficiente. Necesitaba más. Llenarla por completo, hasta que tuviese el orgasmo que tanto deseaba oírla exclamar; y que sobre todo, recordara ese momento durante toda su vida.


Una vez más volvió a embestirla, su miembro había alcanzado todo su interior aquella vez.


-¡Oh, joder! ¡Mauro...! -Gritó ella, arqueando la espalda. Él se inclinó para repartir besos húmedos por su cuello, sin detener los movimientos en ningún momento. Minutos de éxtasis después, el mayor dio todo de sí mismo, embistiendo a la joven tan salvajemente como su cuerpo le imploraba.- Llego... Llego... Sigue. -Y así hizo, bombeando su interior hasta que escuchó aquel delicioso orgasmo salir en forma de guturales gemidos de la boca de _______.


Había apretado su intimidad al alcanzar ese punto, factor que hizo perder por completo la cabeza a Mauro; quien tras un par de embestidas más, salió de su interior para acabar sobre el diván, pues no quería incomodar a la joven haciéndolo sobre ella. Una vez terminó, volvió a inclinarse hacia el cuerpo sudoroso de _______, apartando algunos mechones de pelo que se habían pegado a su frente para depositar un beso en aquella zona. La respiración de ambos era entrecortada, necesitarían varios minutos para recomponerse del todo.


-Ha sido... Joder. Ha sido increíble. -Admitió ella, tratando de abrir los ojos, recuperándose poco a poco de aquellas maravillosas embestidas.


-Yo siempre cumplo lo que prometo, beba. -Respondió él, alzando la mirada después para mirarla a los ojos. _______ tenía la vista fija en un punto perdido de la estancia; se había quedado callada.


Solo su pequeña respiración, cada vez más ligera, se escuchaba en medio de la noche. Lo habían hecho... Por fin lo habían hecho. Habían tenido sexo como tanto había deseado él desde el primer día, y como tanto había soñado ella desde la primera noche que pasó en aquella cabaña.


Los ojos de _______ brillaban; empezaba a sentirlos pesados. Después de un maravilloso polvo, tenía ganas de dormir.


-¿Imaginaste esto? -Preguntó él, acabando con el silencio.


-¿El qué?


-Follar con tu secuestrador.


-Nunca. -Dijo ella, cerrando los ojos finalmente. La había dejado desecha, después de haber alcanzado la cima era lo que necesitaban, dormir, descansar para todos los que podrían venir después de ese; cada uno más increíble que el anterior. Aunque para Mauro fue un poco más difícil conciliar el sueño aquella noche, pues algo le recorrió la mente en todo momento. Parecía que para él, eso no había sido un simple polvo.


𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 // Mauro Lombardo y tú.{𝗛𝗢𝗧}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora