CAPÍTULO 2: SIN DISTRACCIONES, YA NO HAY VUELTA ATRÁS

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- ¡Hola! — digo entusiasmado al ver a Teddy, pero ella baja la cabeza y se va corriendo.

Me quedo sentando, un rato, sin saber que pasa. Decido ir a su casa y preguntárselo. Trepo hasta llegar a su habitación. La veo llorar y noto como si una parte de mí supiera lo que pasa y la otra no. De pronto se gira y me ve. Se seca las lágrimas y cuidadosamente abre la ventana.

- ¿Qué quieres? — me pregunta.

- Bueno... quiero saber... ¿qué te pasa? — le digo y noto que baja la cabeza.

- No puedo Cato, no puedo — me dice, pero yo no entiendo nada.

- ¿No puedes el qué? — respondo.

- Ya somos mayores Cato — me dice — dentro de nada empezarás los entrenamientos, no puedo seguir distrayéndote, tienes que centrarte en seguir luchando.

Hago el gesto de ir a abrazarla pero ella cierra la venta y se mete en su habitación. Yo me voy, hago que no ha pasado nada. Pero mi furia se desata de repente, en mi habitación, lloro. Sube mi padre y me pregunta qué hago, me oye llorar.

- ¡Un profesional nunca llora! — me dice y me da una torta.

Caigo al suelo y oigo él como mi padre abandona mi habitación. Pienso rápido y actúo. Cojo una mochila, con provisiones y me escapo.

Voy a casa de Teddy, entro en su habitación y le pido quedarme allí un día por lo menos, ella accede. Más tarde cuando estamos metidos en la diminuta cama de Teddy le cuento lo ocurrido:

- Es por mi padre Teddy, lo ha vuelto a hacer — digo llorando.

- No te preocupes Cato dentro de poco se acabará — me consuela.

Sé que no, que nada va a hacer cambiar a mi padre. Nos quedamos solos en su casa, sus padres no están así que ella puede hacer lo que quiera. Cierro los ojos y me quedo dormido, abrazándola.

De repente oigo una voz:

- Despierta Cato, ¡los entrenamientos! — reconozco la voz de Teddy y abro los ojos.

Rápidamente me levanto, me pongo mi ropa deportiva favorita, la beso y le digo:

- Puede que seas mi distracción, pero eres la distracción más bonita que conozco — la beso y me voy corriendo.

Ella me sonríe mientras su delicada mano me dice:

"Hasta pronto, Cato".

Así lo ve CatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora