¿Quién tiene el poder?

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O "El pequeño diablillo y su amiga la cabra odian al citadino"

—🚜 👨‍🌾 🐐—

Durante el inicio de aquella primavera, el jefe de la compañía, el presidente Oh, mandó a llamar a su hijo menor, Sehun, a su oficina. Aquel retoño suyo le había causado esa misma semana al menos cinco migrañas y recién era miércoles. Sabía que debía meterlo en cintura pronto o jamás maduraría.

Cuando lo tuvo de frente, con la voz más calmada que pudo colocar, le informó a su amado hijo que estaría encomendándole una importante misión de negocios. Debía partir de inmediato, pues se trataba de algo de suma importancia para la estabilidad financiera de la familia.

Si bien al chico no le solía importar el negocio, era cierto que pronto debería hacerse cargo de ciertas labores en la empresa, por lo que no se negó. De cualquier forma, ¿qué tan difícil podría ser?

Si acaso, que ir a un par de reuniones de ejecutivos y leer documentos aburridos. Ya lo había hecho mil veces antes, y, si servía para que su padre lo dejara en paz un buen rato, lo haría.

Después de casi cuatro horas de camino, las piernas del joven amo Oh Sehun hormigueaban por el entumecimiento. La señal telefónica, desde varios kilómetros atrás, era muy variable y ya no podía ni enviar mensajes correctamente, mucho menos ver alguna cosa entretenida.

Fue en ese momento cuando, motivado por el aburrimiento, despegó la vista de la pantalla de su celular, solo para encontrarse con la visión de "la nada". Alrededor no había más que campos verdes, unas cuantas ovejas por ahí y por allá, una que otra casita a lo lejos y eso era todo.

El camino se había vuelto sinuoso, podía sentir que el suelo estaba descuidado, en algunas partes se escuchaba el crujido de gravilla, en otras se sentían los baches. Sehun comenzó a preocuparse de que el chofer hubiese tomado la dirección equivocada, pero el hombre no lucía afectado en lo más mínimo. Se calmó a sí mismo, pensando que seguramente más adelante la autopista se compondría, conforme salieran de ese poblado.

Creyendo que aún tendría un par de horas de viaje, recargó su nuca contra el asiento y cerró los ojos, considerando tomar una siesta. Sin embargo, apenas diez minutos más tarde, el auto se detuvo.

El joven abrió los ojos perezosamente, queriendo averiguar por qué paraban. Por la ventana se apreciaba una casa de estilo tradicional, no muy grande y con bastantes cachivaches tirados cerca de las paredes.

Sehun se apresuró a abrir la puerta, antes de que el chofer pudiera salir del vehículo, contemplando la idea de estirar las piernas por un instante y pedir prestado el baño, esperando que al menos fuera utilizable. Para su desgracia, apenas puso un pie fuera del auto, supo que ese no sería su día de suerte.

—Mierda —se quejó. Literalmente, mierda. Había pisado algún tipo de heces.

Pronto notó que en varias partes de la terracería se apilaban pequeños montoncillos de desechos. Los animales caminaban tranquilamente, comiendo por un lado, defecando por el otro. Sehun torció el rostro en una mueca de disgusto.

—Joven Oh, aquí tiene su equipaje —anunció el chofer, que para ese momento ya había bajado la maleta, causando en Sehun un enorme desconcierto.

Tal confusión solo incrementó en cuanto sus desesperados ojos, expectantes por respuestas, lo siguieron, viendo cómo el hombre se subía de vuelta al auto y sin previo aviso arrancaba.

—¿Qué? ¡No, no! ¡Espera! —alzó la voz, tratando de sujetarse del espejo retrovisor para evitar que el coche siguiera avanzando.

El chofer únicamente pudo ofrecer varias inclinaciones de cabeza, como muestra de arrepentimiento, y con una mirada culpable, pisó el acelerador a fondo.

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⏰ Última actualización: Jul 04, 2022 ⏰

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