Los padres de Alina

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Los Padres de Alina





Harry se detuvo abruptamente al llegar a la estancia principal. La tierra casi se abría a sus pies al ver lo que sucedía. Su hija estaba ahí, en el espacio hacia el pequeño corredor que llevaba al vestíbulo. Se le veía más que asustada, de pie mirando a su alrededor una burbuja brillante rodeándola.


A sus pies estaba olvidada la varita, fuera de su contenedor y de ella emergían los lazos de luz que rodeaban a la pequeña pelirroja.


— Papi... —sollozó al ver llegar a Harry.

— No te muevas, cariño. —pidió Harry al verla a punto de dar un paso hacia él, con el riesgo de tocar la luz.


Alina obedeció retrocediendo, y muy temerosa aún, se llevó las manos a la cara limpiándose unas lágrimas que ya salían.


Harry se acercó hasta arrodillarse junto a ella, quedando a su misma altura, esforzándose como nunca por no ponerse a llorar también. Necesitaba que lo viera tranquilo, pero ahora estaba seguro que esta vez nada le haría abandonar a quien amaba... encontrara o no el modo de sacarla de ahí.


— ¿Qué hago, papi? —preguntó Alina sentándose en el suelo, extendiendo su vaporoso vestido azul y colocando en su regazo la bolsita de dulces—. Te juro que no hice nada malo. Yo sólo quería llevarte la varita pero se me cayó... se puso así cuando la toqué.

— Te creo, cariño, no te preocupes, no pasa nada. Tan sólo quédate lejos de la luz y ahora mismo te saco ¿de acuerdo?


Alina movió positivamente su cabeza confiando ciegamente en su padre, sonrió cuando éste le sonrió también.


— Es bonita la luz ¿verdad? —dijo inocentemente.

— Sí, pero no la toques... déjame pensar.


Pero Harry no sabía qué pensar, sacó su varita y no se le ocurrió ningún hechizo que pudiera ayudar. ¡Tenía tanto miedo de lastimarla! Justo entonces escuchó los pasos de los demás llegando hasta ellos.


Severus se sintió tan preocupado como nadie, en ese momento rememoró la muerte de Ronald Weasley, y nunca en su vida pensó que iba a volver a ver de nuevo ese hechizo... ahora afectando a su adorada Alina.


Mientras Hermione y Draco permanecían expectantes. Remus, Lucius y Severus se acercaron hacia donde estaba Harry intentando distraer a la pequeña. Los tres se acuclillaron rodeándole.


— ¿Cómo pasó? —cuestionó Severus sintiendo una opresión en el alma.

— Dice que tocó la varita de Ron... Ayúdale, por favor. —suplicó el ojiverde, ya con un quiebre en su voz que no pudo disimular.

— Si quieres puedo atravesarla... —propuso Alina—... creo que ya no tengo miedo como hace rato.

— No, cariño, quédate donde estás. —le pidió Harry procurando no mostrarse tan asustado como en realidad estaba.


Lucius se aproximó a Severus, él también tenía conocimientos en artes oscuras y había sido testigo en un par de ocasiones de cómo Bellatrix invocara ese hechizo, y por supuesto también conocía su invulnerabilidad.


— ¿Sabes lo que significa esto, verdad?

— Ya vi una vez lo que sucede. —confirmó agónico.

— No podemos dejarla ahí. —susurró Remus desesperado—. ¡Algo tenemos qué hacer!


Severus miró a Lucius, en ese momento le costaba demasiado poder pensar en algo coherente y quería confiar en que su amigo tuviese el conocimiento necesario para sacar a Alina de esa trampa. Sin embargo el rubio sólo dejó salir el aire, no podía darle falsas esperanzas.


Harry vio como Ron se aproximaba rodeando la esfera de luz, y luego de analizarla un poco, dio un paso acercándose más.


— ¡Ron, no, ten cuidado! —exclamó alarmado.

— ¿Qué me va a pasar? —rió el pelirrojo sin que Harry entendiera cómo podía tener buen humor en ese momento, dudaba que pudiera alegrarse de que su hija muriese también.

— Santa... ¿me vas a sacar de aquí? —le preguntó Alina cuando el pelirrojo atravesó la barrera y se sentó a su lado.

— ¿Qué está haciendo ese imbécil? —cuestionó Severus preocupado por la expresión alarmada de Harry—. ¡Dile que si la lastima se las verá conmigo, invisible o no!


Ron sonrió ante la exacerbada angustia de su ex Profesor. Besó a Alina en la sien antes de abrazarla con profundo cariño.


— No, preciosa, yo no te sacaré... puedes hacerlo tú misma.

— ¡Ron! —bramó Harry aterrado y furioso a la vez—. ¡Recuerda que aunque Severus no te vea, yo sí, y te juro que aprovecharé que puedo tocarte para...!

— Tranquilo, Harry... Confía en mí. Tan sólo mira.

— ¡No, espérate, no hagas nada! ¡Sev va encontrar la solución!


Pero Ron no hizo caso, se inclinó hacia la niña susurrándole al oído. Alina asintió provocando que la ansiedad de Harry aumentara. Siguiendo las indicaciones de su "Santa", la niña alargó su mano hasta la varita que había permanecido olvidada. Harry le gritó que no la tocara pero ya era demasiado tarde, los pequeños dedos de Alina se cerraron en torno a la varita.


Harry creyó que moriría reviviendo la muerte de Ron en la de su hija. Los haces de luz fueron atraídos hacia la varita tal cual había ocurrido en el pasado con el pelirrojo. Un silencio atronador se hizo presente.


La mejilla de Harry se vio humedecida por una lágrima sintiendo que el fin llegaba... Lucius tuvo que sujetar a Severus cuando éste estuvo a punto de lanzarse a abrazar a su hija sin importarle el peligro.


— ¡Wow! —exclamó Alina maravillada cuando las luces juguetearon a su alrededor por un segundo antes de desaparecer por la punta de la varita que sostenía—. ¡Qué bonito!

— ¡Eres genial, Alina! —aplaudió Ron entusiasmado.


Sin confiarse en que la niña estuviese todavía a salvo, Harry y Severus se abalanzaron sobre ella, rodeándola en un fuerte abrazo. Ron tuvo que hacerse a un lado, aún no le agradaba mucho ser atravesado por las personas, mucho menos por Snape, que seguramente querría poder tocarlo para volverle a matar.


— Mi amor ¿no te duele nada? —preguntó Harry separándose un poco para revisar concienzudamente a su hija.

— No, nada... ¿viste las luces? ¡yo lo hice! —exclamó orgullosa de sí misma.

— ¿Qué fue lo que pasó? —quiso saber Harry mirando a Ron, aún tenía mucho miedo de la respuesta que obtendría.

— No era la maldición, Harry. —respondió el pelirrojo—. La varita tan sólo emuló su aspecto físico al haber sido lo último que realizó. Pude sentirlo en cuanto entré a la celda, no había rastros de ningún tipo de magia oscura ahí... jamás podría olvidar lo que se siente ser presa de esa maldición.

— ¿Pero porqué reaccionó así?

— Creo que tan sólo fue una forma de manifestar que ha elegido a su nueva portadora.

— ¿Harry, quieres dejar de secretearte y decirnos qué pasa? —intervino Severus, esforzándose por no mencionar ninguna mala palabra al referirse al pelirrojo, con más razón ahora que era él quien sostenía a Alina para llevarla a sentarse a la sala.


Harry reaccionó en ese momento, se había quedado arrodillado en el piso junto a un emocionado Ron. Rápidamente se puso de pie para reunirse con su familia mientras Hermione solicitaba un servicio de té para todos.


— Ron dice que no hubo nunca ningún peligro. —le informó Harry más tranquilo—. Que tan sólo fue que la varita le aceptó como ama.

— ¡¿Está loco o qué le pasa?! ¡Es demasiado pequeña para eso! —bramó sin poder contenerse, y al ver que la niña aún sostenía la varita en su mano, se la quitó para ponerla sobre la mesa—. Mantén eso lejos de mi hija, no quiero que vuelva a ponerla en riesgo por su insensatez.


Severus se puso nuevamente de pie con la niña en brazos y con ella subió las escaleras. Lucius esperó un momento para ver si Harry le seguía, pero al ver que no era así, fue tras de su amigo dejando a los demás acompañando al ojiverde.


— No fue culpa de Ron. —musitó abatido—. Él estaba en el comedor con nosotros... Tan sólo quiso ayudar.

— ¿Aún crees en esa tontería, Potter? —gruñó Draco—. Es absurdo que no te des cuenta que te estas dejando convencer por tu propia mente.

— ¡No es así, puedo verlo y Alina también!

— ¡Alina es una niña, es obvio que tenga amigos imaginarios! ¡Justamente ahora puede estarse influenciando por ti, siguiendo algo que cree que es un juego!

— ¡Cállate, Malfoy, no sabes lo que dices! ¡Si no me crees es tu problema y algo que no te incumbe!

— Harry... —intervino Remus pacientemente—... no te molestes si nos es difícil de asimilar. Pero si supieras cuáles son las circunstancias que podrían haber hecho a Ron un fantasma, sabrías que es imposible que esté aquí.

— Es que no es un fantasma, no luce así. —debatió cansado—. Si ustedes lo vieran sabrían de lo que hablo. Y justo ahora deberían de estar más convencidos que nunca de su presencia, vieron lo que acaba de pasar.

— Tan sólo vimos a Alina tomar la varita y terminar con un juego de luces, Harry. —manifestó Hermione apenada.


Harry bufó exhausto, no tenía deseos de ponerse a intentar convencerlos de nada. Ahora su prioridad era Alina y abandonó la sala con dirección a su recámara, pero antes de entrar se detuvo al escuchar la voz de Lucius muy cerca de la puerta.


— No puedes creer que sea verdad esa patraña, Severus. —aseveró el rubio con suspicacia—. Y no me parece bien darle por su lado a Potter, tal vez esté necesitando nuevamente de un medimago.

— Se le escucha tan convencido, Lucius... no creo que sea como dices.

— Eso no tiene nada qué ver. Anda, sé inteligente y consulta con un especialista, Potter debe de estar sufriendo alguna clase de estrés que le provoca esas alucinaciones.

— ¿Es ridículo sentirme tan celoso de quien no existe, verdad? —rió tristemente.

— No creo que sea ridículo, pero si estuviese en tu lugar me preocuparía si Remus afirma que ve a Black.


Harry entró en ese momento, no pudo evitar enviar una fulminante mirada al rubio, quien pasando de ella, se despidió con una cordial inclinación de cabeza y salió de la habitación.


— ¿Te estaba poniendo en mi contra, verdad? —cuestionó Harry receloso.

— No, no es así, sólo pretende ayudar.

— Pues no creo que necesite de su ayuda. —afirmó molesto—. Yo pensé que me creías lo de Ron, Severus, y ahora espero que ese fantoche de Malfoy no te convenza de que estoy loco. Lo que pasó allá abajo fue real, y más que molestarte con Ron, deberías agradecer que estaba aquí, gracias a eso no sometimos a Alina a hechizos innecesarios.

— Perdóname, Harry, pero no puedo sentirme agradecido con alguien que supuestamente ha venido a quitarme a mi hija.


Severus se giró para ir a sentarse en el diván junto a la ventana. Harry escuchó entonces ruidos en el baño, Alina ya no debía tardar en salir así que se apresuró a alcanzar a su esposo.


— Hace unos minutos estábamos tan bien, Sev... No volvamos a discutir. A veces desearía no haber regresado a Inglaterra, nuestra vida era mucho más tranquila cuando no recordaba esa parte de mi pasado. Creo que debo disculparme contigo por haber sido tan necio.


Conmovido por las sinceras palabras de Harry, Severus olvidó sus resentimientos y pasó un brazo por sus hombros atrayéndole hacia su pecho manifestándole su cariño.


— No tienes qué disculparte, era tu derecho. Sé que he sido egoísta contigo, no quiero lastimarte y sin embargo no dejo de hacerlo... Lo siento mucho. —se disculpó suavizando su voz y besando cariñoso lo alto de la cabeza del ojiverde.

— Yo te amo, Sev, no quiero que lo dudes, y tampoco quiero lastimarte... tal vez ya sea hora de regresar a Montreal.


Severus supo con esas palabras que Harry realmente estaba preocupado por su matrimonio y quería salvarlo a costa de su propia felicidad. Regresar a Montreal era renunciar a que su hija siguiera fraternizando con su verdadera familia, y él mismo a separarse nuevamente de sus amigos.


— No, Harry, al contrario. —respondió luego de animarse a tomar aire—. Ahora ha llegado mi turno de hacer algo por nosotros y mañana mismo enviaré una notificación a mi empleo. Renunciaré a él y nos quedaremos a vivir aquí.

— ¿Hablas en serio? —quiso saber, aún temeroso de no haber entendido bien.

— Completamente en serio.

— ¡Oh, Sev, te amo tanto! —exclamó estrechándole más fuerte—. ¡Te prometo que te compensaré con creces este sacrificio que haces por nosotros!

— En realidad no es demasiado sacrificio, mis amigos también están aquí. Veré si Albus puede emplearme de nuevo en Hogwarts, creo que a pesar de todo extraño reducir puntos a los ineptos... no es lo mismo descontar al salario de los empleados del laboratorio.

— ¡Eres un ángel, no puedes imaginarte cuan feliz me haces!

— Sólo quiero pedirte algo a cambio.


Harry buscó la mirada de Severus y dejó de sonreír al notar la seriedad de sus palabras. Temió mucho por la petición que vendría, ya podía imaginarse de qué se trataba y eso podría volver a derrumbar su mundo.


— Sev... —suplicó angustiado—... yo quisiera darte lo que pidas, pero...

— Quiero ser yo quien se lo diga. —le interrumpió desviando su mirada hacia los árboles de fresno que se veían a través de la ventana.

— Severus...

— Entiendo que quieras que sepa la verdad, pero le debo una disculpa por haber intervenido en su vida. Por favor, dame la oportunidad de explicarme y esperar que de esa forma no termine odiándome.

— Ella te ama, no te odiaría jamás.

— ¿Me dejarás decírselo personalmente?... puedes estar presente, es tu derecho también, e incluso puede estar quien tú quieras, pero necesito explicarle a mi hija con mis propias palabras lo que hice.


Harry asintió mordiéndose los labios, no quería ponerse a llorar en ese momento, pero le dolía enormemente ver que los ojos de Severus lucían demasiado acuosos y brillaban con la luz que entraba por la ventana.



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