Olvidarte nunca

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Olvidarte Nunca.





Habían pasado dos semanas desde aquella noche. Severus finalmente encontró una casa para vivir en Inglaterra, y para dicha de Harry se encontraba realmente cerca de La Madriguera, eso hizo ganador al ojinegro de un arrebatador beso de su esposo frente al arrendatario que los llevó a conocerla.


Alina se mostró feliz con la elección. Tendría una habitación en lo alto de una torre circular a la que se llegaba por medio de una escalera de caracol. Había ventanas que mostraban paisajes hacia todos los puntos cardinales. Las paredes recubiertas de madera que desprendían un olor muy agradable mientras que los pisos habían sido tapizados por una delicada alfombra verde pálido, casi parecía una extensión de los prados que aparecían tras los cristales de las ventanas. También desde ahí podía mirar a lo lejos la colina donde reposaba La Madriguera, y supuso que desde allá podrían distinguir cuando su torre, terminada en forma de pirámide, se iluminaba por las noches.


La recámara matrimonial estaba localizada dos pisos más abajo, era realmente enorme, prácticamente podía considerarse un apartamento en el que se dividían varios compartimientos que ellos planearon para organizar sus despachos, sobre todo ahora que Harry estaba considerando retomar sus estudios.


Entre ellos y la habitación de su hija se encontraba un piso con varias recámaras aún desocupadas. Severus asumió que podían usarlas como biblioteca, sala de estar o una cava. Pero Harry desistió, había espacio suficiente en la primera planta para todo eso, y aseguró que esas recámaras serían para sus hijos.


Severus no respondió nada, esquivó la mirada de su esposo tomándole de la mano para descender las escaleras pretextando ir a mostrarle la cocina, en realidad es que ya no quería hacerse ilusiones, sino siempre vendría la tristeza de saber que nunca conseguiría ampliar su familia con un hijo que compartiera su sangre con Harry.


Dumbledore había aceptado encantado que Severus retomara su puesto como Profesor de Pociones, ningún otro catedrático podía considerarse a su nivel. Sin embargo, tendrían que esperar hasta el siguiente inicio del curso escolar, lo cual le daba a Harry y Severus casi ocho meses para ellos solos.


La primera noche que pasaron en el chapitel, como decidieron llamar a su hogar hicieron una cena en la que invitaron a todos sus amigos.


Severus tuvo que morderse el labio inferior varias veces para no reír mientras Lucius miraba casi aterrado como los Weasley aparecían por todos lados. El rubio se sobresaltó sin remedio en el momento en que George casi lo atropella mientras corría llevando a Alina en sus hombros.


— ¿Cómo puedes soportar esto? —le cuestionó en un discreto susurro mientras sostenía en su mano la copa de vino que Severus le sirviera luego de cenar. Ambos se encontraban de pie junto a la enorme chimenea que adornaba la pieza principal.

— Mira a Harry... por lo que está haciendo es que todo vale la pena.


Lucius obedeció y buscó al ojiverde con la mirada encontrándolo al otro extremo del Salón, riendo abiertamente con Hermione y Ginny sobre algo que tenía a Draco y Fred discutiendo con pasión. Ni Severus y Lucius podían imaginarse lo que aquellos dos tenían en común, pero a ambos se les notaba francamente emocionados con su charla, tanto, que al Slytherin se le habían olvidado las normas de etiqueta y se había sentado sobre una de sus piernas en uno de los cómodos sillones junto a la terraza.


— ¿Y qué hace Potter? Solo ríe.

— Eso es lo más maravilloso, verlo feliz.


Lucius escupió el vino que bebía, le fue imposible no reír ante esas palabras. Ni se fijó que su explosión llamó la atención de los demás, incluso de Remus quien conversaba con el matrimonio Weasley, todos miraron intrigados cómo el aristócrata reía a carcajadas.


— Perdón, Severus... —se disculpó dificultosamente mientras secaba elegantemente su boca con una servilleta—... pero lo que acabas de decir es lo más cursi que he escuchado en mi vida.


Severus entornó los ojos fingiendo molestarse, en ese momento nada podría enturbiar la dicha que tendría. Harry decidió abandonar a sus amigos e ir hacia ellos, muy orgulloso de su esposo le abrazó enfrentándose al rubio.


— Es probable que hayas escuchado o pronunciado, pocas cursilerías en tu vida, Malfoy... —siseó Harry con una maliciosa sonrisa—... supongo que me alegra saberlo y confirmar que gracias a eso, Severus ha conseguido esta hermosa casa... para mí.


Severus palideció al escucharlo enfatizar las dos últimas palabras. Lucius carraspeó un poco y Remus acudió a su auxilio yendo por él y consiguiendo que la tensión en el ambiente menguara y regresaran las risas.


— ¿Lo sabías? —preguntó Severus cuando Harry se giró colocándose de frente a él, sin dejar de abrazarlo y sonriéndole para motivarle a que el ojinegro tampoco dejara de hacerlo.

— Me lo suponía, ustedes dos tienen una amistad demasiado íntima. —confesó encogiéndose de hombros, restándole importancia a lo sucedido.

— ¿No te molesta?

— En realidad, a veces quiero arrancarle todo ese cabello hasta dejarlo calvo, pero no, creo que no me molesta sobremanera. Sé que me amas y lo de ustedes fue en la escuela, asunto terminado.

— ¿Y puedo saber cómo te enteraste?

— Fue en séptimo, un fin de semana que bajé a tu despacho para las sesiones de entrenamiento, lo vi salir de ahí... creo que me dio curiosidad, me conoces, y pues me puse a averiguar, hacer preguntas por aquí y por allá, y esa fue la conclusión a la que llegué. —dijo volviendo a encogerse de hombros.

— Oh vaya. —musitó sorprendido de saber que Harry se había interesado por él en algún momento.

— Ya lo había olvidado también, pero cuando lo escuché aconsejándote que buscaras un medimago para mí... ¡Entonces sí que me acordé cuan mal solía caerme antes!

— ¿Y ya no?

— No, ya no... a pesar de lo odioso y exageradamente atractivo, creo que me agrada que sea tu amigo.

— ¿Sabes una cosa? —dijo, sonriéndole—. Me ha gustado mucho verte celoso. ¡Eso sí que no tiene precio!

— Malvado, pero lo bueno es que Remus lo tiene bien alelado. Yo creo que Malfoy miente y es un dulce corderito cuando nadie lo escucha... tan sólo míralo.


Severus volteó hacia donde Lucius continuaba bebiendo de su copa, pero su mano supuestamente libre, estaba enlazada con la de Remus quien no dejaba de conversar con Arthur mientras mantenía a su pareja disciplinadamente callado a su lado.


Discretamente bajó su rostro para besar la sien de Harry pensando que esa piel era la única que siempre querría probar.



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