Catarsis

3 1 0
                                    


No podía más, todas mis emociones me embargaban desbordando por la comisura de los ojos. Un océano infinito de lagrimas que me asfixiaba. Las gotas que debería borrar el dolor y arrastrar consigo las emociones, parecían crear un remolino de agua capaz de ahogarme.

Había intentado pedir ayuda, en vano. Cada una de las palabras y respuestas que me daban, parecían sumergirme más profundo. Como si al intentar coger una bocanada de aire, sus palabras fueran manos que devolvieran mi cabeza bajo el agua.

Dolía tanto... ¿Cómo podía doler tanto?

Irónicamente, a pesar de sentir como me ahogaba, en ese momento solo podía pensar en que una ducha me ayudaría. Que, quizás el agua me limpiaría, llevándose consigo todas estas impurezas y sentimientos que mis lagrimas eran incapaces de arrastrar.

Por su puesto la realidad no es tan benevolente. El agua caliente no puede arreglar aquello que está roto. El vapor no puede embaucar a la mente.

El agua separó la fina membrana de pegamento que tan cuidadosamente había colocado entre cada uno de los pedazos rotos de mi alma, en un intento vano de subsistir. De seguir adelante.

Con el torrente me rompí aún más y sentí como todos aquellos fragmentos que tanto amaba se convertían en polvo. Mi alma no estaba. Y ni toda el agua caliente del mundo podía evitar que temblara incontroladamente. Hacia demasiado frio dentro de mí. Me sentía vacía. Y el llanto no me aliviaba.

¿Así que eso era tocar fondo? Perderme completamente a mi misma. Olvidar cada parte de mi ser por haber fingido demasiado tiempo...

Lo peor, es que sabía que estaba por venir. Sabía que cada una de las veces que pegaba otro de los fragmentos rotos, sería solo algo temporal. Pero una parte de mi esperaba que no fuera ahora, no tan pronto, no cuando estaba tan cerca.

Pero precisamente por eso había pasado. No puedes poner peso sobre una vasija con grietas. Todos saben que esas grietas acaban por agrandarse, y eventualmente, se rompe.

¿Y ahora?

Seguía sintiendo ese profundo frio dentro de mí, sintiendo como el agua caliente me quemaba, sin dejar de llorar, hasta deshidratarme.

Seguía sin haber nadie. Nadie que irrumpiera a salvarme. Que recogiera todos mis fragmentos y los acunara y los mimara, y con delicadeza los volviera a pegar.

Honestamente, los fragmentos estaban tan desechos que dudaba siquiera que el mejor pegamento pudiera hacer nada al respecto.

¿Qué me quedaba? No había nada frente de mí. Y con cada momento que pasaba sollozando en esa ducha sentía que me iba perdiendo mas y mas a mi misma. Sentía como mi esencia se escurría por el sumidero junto con mis lágrimas.

-Oh, pero niña, no desesperes – dijo una voz. La mía propia

-No pasa nada por romperse, a veces todos nos rompemos. No tienes por que siempre ser fuerte. Esta bien llorar y pegar los fragmentos de tu alma hasta volver a reconocerte.

- ¿Y si están tan rotos que soy incapaz de reconectarlos? – Me respondí.

-Bueno, en ese caso, simplemente debes dar clase sobre como moldear arcilla y crear vasijas.

-Pero... entonces no seré yo misma, mi esencia se habrá perdido – dije aun sollozando.

-Oh, no, en absoluto mi niña. Las manos que te crean son las del mismo artesano que una vez te hizo, simplemente lo has olvidado. Tus manos son capaces de reconstruirte.

- ¿Pero y si no puedo, y si fallo?

-Todos fallamos de vez en cuando, es importante fracasar para apreciar las victorias. Todos y cada uno de los intentos fallidos que crees, solo te llevaran más cerca de la vasija perfecta. Y una vez la tengas, aprenderás a pintarla, y a mezclar colores que quizás antes nunca te hubieras atrevido a mezclar.

Mi cuerpo seguía tiritando a pesar de la corriente constante de agua ardiendo. Mis manos temblaban. En algún punto, me había sentado en el suelo y dejado que el agua me empapase completamente.

-No estoy segura de ser capaz. No ahora mismo – murmuré.

-Esta bien mi niña, tomate tu tiempo. Duela y sana. Hazte fuerte. Crea callos en esas preciosas manos y aprende a usarlas. Cuando estés lista, serás capaz.

Mi voz se apagó y seguí llorando. No recuerdo cuanto tiempo.

Mis sollozos se oían a través de la casa. No podía moverme. No quería. Pero en un momento dado, no sé aún después de cuanto, me levanté y contra todo pronóstico volví a ser.

CatarsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora