En Marzo del año 1314, en Francia; en una celda obscura y alejada de la mano de dios, yacia tendido y cavilando, el Ultimo Gran Maestre de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (Los Templarios).
Este contemplaba el velo estrellado de nix, mientras pensaba y examinaba toda su vida: pensaba en cuantas vidas se a cobrado su espada, y su estandarte; pensaba en la naturaleza de su dios, y la de los hombres que lo condenan por haber amasado riquezas en su servicio; pensaba mucho en el dolor de las llamas terrenales, que no son comparables a los fuegos que arden en el averno, pero aun así, no es poco el dolor que causan.
El sonido de la vos del verdugo hace que Jacques de molay vuelva de sus pensamientos para introducirlo en la realidad de la celda que lo apresa. Cuando este bira sus ojos por el enrejado, percibe que ahora el sol navega el cielo, pues es preciso que la sentencia se lleve al atardecer.
-Le he traído algo de pan y una botella de vino. Se que parte de su tortura es que sufra el hambre, pero mientras yo este aquí, jamás le negare a nadie su ultima comida -expreso el verdugo mientras colgaba los guantes. Y el maestre Jacques a el:
-No sabes cuanto aprecio estos pequeños gestos, has hecho de mis últimos momentos una experiencia placentera...
-¿A expensas de las siniestras torturas que a recibido? ¿y de la macabra sinfonía de la muerte, que se escucha por estos pasillos? ¿Puede considerarse placentero? -responde el verdugo algo avergonzado, sintiéndose apenado por que ha de darle muerte a un hombre que considera inocente.
-No sientas pena por mi, amigo mío. Pues entregue mi vida y mi alma a un falso hombre quien creí era la imagen mas cercana de mi dios. Ahora me doy cuenta de que mi dios nunca estuvo sentado en ese trono.
-He obrado con maldad -repone el maestre- he probado todos los males que un hombre puede hacerle a otro, salvo por la muerte, que tu me darás a probar. Y no temo de la sinfonía del dolor, no por estar a costumbrada a ella, sino por que esta; así como las flagelaciones y humillaciones; no son sino una forma de purgar mis pecados. Este es un dolor dulce que me acerca mas a la paz que anhelo en el mas allá. Por esto mismo, no me sentiría mas contento de no ser otro si no tu, quien encienda la hoguera que me reunirá con mi dios. Y si algo me apena dejar en este mundo, es a ti; abandonarte en este nido de serpientes que es la tierra, de mar a mar.
Una lagrima nació de los ojos del verdugo y murió en la mano del templario, quien la secaba de su rostro.
El crepúsculo se acercaba y el maestre ya se encontraba en procesión hasta su sentencia, vestido de la túnica de los condenados y siendo herido por las palabras, las piedras y los escupitajos del pueblo, por quien alguna vez casi dio la vida. Sin embargo, el ya esta habido de que su destino sellado, y poco importa lo que se exprese en procesión. Al igual que Pablo, hizo de roca su rostro a los insultos y salivazos.
Este fue colocado para el auto de fe, en una pequeña isla que sobreséale del rio cuando la marea esta baja. Hay se colocaron los leños que le darían muerte, y sobre su cabeza se puso un crucifijo.
La multitud se aglomeraba en rededor del rio, así como también estaban presentes el Rey de Francia, y el sumo pontífice de la iglesia, el Papa.
-Jacques de Molay -dijo el verdugo-, se te acusa de los siguientes crimines contra la santa iglesias: se te acusa de sacrilegio... se te acusa a ti y a toda la orden templaría de herejía y de idolatría. Ante estos crímenes ¿Cómo te declaras?
Un silencio abrumador inundo el rio, y el verdugo prosiguió:
-Por los crímenes antes declarados, se te condena a arder en las llamas hasta la muerte.Entonces, con una vos menos proyectada, dijo únicamente para el maestre: "Que dios se apiade de ti, amigo mío. Nos veremos en el otro lado". Después, prosiguió arrojando la antorcha.
Las llamas comenzaban a crecer y se acercaban de a poco a sus pies. Pero cualdo estas lo empezaron a lastimar, exclamo con gran furia:
-¡Os Maldigo!, ¡Maldigo la Hora de mi condena, y Maldigo este día por los siglos de los siglos venideros.
Con una vos mas suave, exclama:
-Os Maldigo a ustedes quienes me condenan...Las lenguas lo envolvían y pequeños quejidos fueron el preludio, de un aullido, que puedo asegurar que hizo temblar hasta el cielo.
Las llamas crecieron hasta tocar las nubes y de estas se torno la forma y figura del espíritu del fuego quien venia a reclamar su alma. Extendiendo este sus brazos y sus alas, presto su vos al condenado.
-¡Felipe!, ¡Clemente!, ¡Las llamas del infierno que os están reservadas para vosotros, no se comparan en nada a estas! -Luego repuso-. ¡Que dios se apiade de vuestras almas!
ligeras risas se escuchaban entremezcladas con el sonido del dolor, y las llamas ardían junto con el sol. Cuando este Murió en la noche, también lo hicieron las llamas en el rio, y de aquello ni ceniza quedo.
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Voz al Viento
RastgeleTrabajo en un mostrador entregando paquetes y tengo muchos lapsos de tiempo libre. En estos espacios aprovecho para escribir. Por que aunque mi cuerpo este quieto mi mente vuela y me sirve para practicar mi redacción