Al día siguiente Megumi se despertó alrededor de las once y media de la mañana, todo gracias al ajetreo que se oía desde la primera planta.
En su casa, las paredes eran tan delgadas que hasta podía percibir los movimientos atareados de su padre.
Suspirando con pesar, trató de retomar nuevamente el sueño acomodándose en otra posición para volver a dormir y tapándose hasta la cabeza con su grueso cobertor tratando de amortiguar el escándalo de abajo, pero apenas cerró sus ojos, el estruendoso sonido de un traste metálico chocando contra el suelo hizo que se despabilara por completo.
Lanzó un bufido al aire, molesto con su padre porque lo conocía a la perfección; sabía que esa era su forma de llamarle discretamente con el propósito de ayudarle.
Aún con la pereza colgada en sus hombros y unas profundas ojeras adornando su rostro por el insomnio se levantó de su cálida cama y salió de su habitación, dirigiéndose al pasillo que conectaba con las escaleras e iniciar a descenderlas, no sin antes haber pasado al baño con el fin de asear su cara y sus dientes.
Cuando llegó a la cocina se encontró con varias cacerolas adueñándose del área de la encimera y con la ancha espalda de su padre ocupando el fregadero. Se quedó estático unos minutos contemplando el desorden en el cuarto, por lo visto, su progenitor no mentía al decirle que esta noche sería especial.
Y cómo Toji aún no se daba cuenta de su presencia, masculló un buenos días.
—Oh, ¿Cómo amaneciste, cariño? —Preguntó sin dejar de lavar los vegetales. —Que bueno que te levantas por voluntad propia para ayudar a tu adorado padre. —Sí, su cinismo no tenía remedio.
Megumi se ahorró su reproche, pero su inconformidad era exagerada que apenas y cabía en su reducido cuerpo, por lo que no pudo evitar que un resoplido escapara de su bocaza. Aunque fue un sonido demasiado bajito, bastó para que el mayor dejara en paz su tarea y se enfocara desafiante en su pequeña copia, incitando que se riera nervioso y le pidiera una avergonzada disculpa.
—¿Qué es lo que debo hacer? —Se acercó sigilosamente, viendo como su padre continuaba con su labor.
—Puedes cortar estas en cuadros pequeños, —Le pasó las verduras que minutos antes estaba lavando, junto con un cuchillo y una tabla de picar. —mientras, yo me encargaré del resto para preparar el relleno del pavo.
Más tarde, la resonancia de la madera y del filoso cubierto era lo único que se podía percibir en la cocina, de ahí en fuera el silencio había rodeado a ambos individuos, no porque se sintieran incómodos de pasar un rato en familia, sino que Megumi se encontraba realmente concentrado en su tarea y Toji simplemente no quería conversar, pero tampoco estaba a gusto de solamente escuchar el irritante sonido de los vegetales siendo mutilados.
Del bolsillo trasero del pantalón sacó su celular, entrando a una aplicación en específico para reproducir una canción que a Megumi le encantaba, quién dibujó una sonrisa en su rostro al escuchar la conocida melodía de Gimme! de ABBA, el espacio no tardó en inundarse con la vocecita cantante de su retoño, sumándole unas cuantas carcajadas cuando trataba de imitar algunos pasos de danza que había sacado de su cabeza en ese periquete.
En la mente de Megumi, aquella escena se reprodujo en una ocasión diferente, con una persona distinta, pero lo que terminó por rematarlo fue ambos se encontraban envueltos en su romanticismo con la misma canción. Su ánimo no se demoró en disminuir y su sonrisa se fue borrando al mismo tiempo en qué la tonada concluyó.
Toji estaba ensimismado buscando otra en su larga lista de reproducciones, sin embargo, se detuvo al oír el murmullo ahogado de su pequeño.
—Lo extraño mucho, papá.
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𝐏𝐎𝐒𝐄𝐒𝐈𝐕𝐎; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊
أدب المراهقينMegumi Fushiguro es lo más importante para Sukuna Ryomen, lo demuestra con cada mimo, con cada flor que ve en las calles y con cada caricia que le da por las noches. Sin embargo, la llegada de un nuevo alumno en el Instituto en el que asiste su prec...