Capítulo 5

3K 234 33
                                    

🎶 Grace-Rachel Platten.

Cuando llegué a casa esa noche, Tayler no estaba, me había enviado un mensaje de que iba a llegar antes al restaurante por cuestiones administrativas o algo por el estilo.

La realidad es que en un extraño punto eso me alivio y no quiero sonar grosera o nada por el estilo, sino que, simplemente no tenía muchos ánimos de narrar mi día porque realmente me siento agotada.

Mi corazón me duele mucho y ahora que no estoy ocupada, por más extraño que parezca, me siento muy herida. Hoy lo vi y pareció como si pudiera superarlo.

Lo más curioso de todo es pensar que te duele más cuando lo miras, cuando esa persona de la que te enamoraste está a tu alrededor, pues no, a mí me duele mucho mi corazón ahora, aquí en la soledad, aquí sola con mis recuerdos.

Suspiro e irremediablemente una lágrima se desliza por mi mejilla.

Ahora mismo cuando no hay nadie el dolor se expande con fuerza por mi cuerpo.

Se supone que el corazón no debe de dolerme de esta manera, o en lo absoluto, y es ahí donde la medicina no puede explicarme este dolor en el pecho, no tengo una herida física ahí. Así que no tiene sentido sentirlo dolorido, ¿o sí?

Entro en mi habitación y me dejo caer en la cama, aferro mi almohada con mis brazos y cuando me quedo inmóvil en la habitación, cuando ni siquiera escucho el ruido de mis pasos, cuando lo único que queda es el latir de mi corazón, todo el estrés del día, los golpes emocionales salen en la única forma que más detesto, llorando.

Lloro con fuerza al pensar en su mirada y sus labios, incluso en su voz.

No es justo.

No es justo que yo esté sufriendo así, no cuando lo único que hice fue quererlo.

Paso el dorso de mi mano por mi nariz.

Y un sollozo escapa de mis labios.

Mi celular empieza a sonar.

Lo busco por la cama ya que no sé dónde cayó cuando yo me tumbe en ella, lo encuentro y me quito las lágrimas con mis manos y contesto.

-Diga.

Mi voz sale demasiado pastosa y triste.

La voz de una persona con el corazón roto, con dolor en el alma.

-No cuelgues.

Dejo de respirar y solo escucho silencio al otro lado de la línea.

No digo nada, los dos nos quedamos en silencio.

-¿Cómo sigues de la muñeca?

Intento sollozar lo mas en silencio que me sea posible porque escucharlo me voltea el corazón y otra lagrima resbala por mi rostro lentamente como si el dolor que lleva no fuera tan pesado para hacerla caer con más prisa.

Respiro profundamente, intentando contenerme y recomponerme para poder hablar con un poco de claridad, incluso para poder disimular que todo está bien.

-No me hables, no preguntes por como esta mi mano, no seas tan hij...

Me detengo, sin atreverme a decir lo último, no es digno de mí.

-Déjame tranquila.

Mi voz se hace aguda al final, cuelgo y me aviento a la cama.

No sé en qué momento me quede dormida, solo sé que pareció poco cuando el molesto ruido de mi alarma me despierta junto con un mal humor.

Gran manera de comenzar la mañana.

Me levanto con flojera y un poco de dolor de cabeza, me ducho, me pongo ropa abrigadora y salgo de mi apartamento.

Derramaré TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora