I MEMENTO MORI

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"Otro entierro más"
- Donde Viktor debe de lidiar con la repentina muerte de Petrov, guardando su faceta más humana para dejar ver solo la profesionalidad de su trabajo, sin embargo, ¿Podrá lidiar con los demonios internos y su propia incertidumbre, o sucumbirá a los pensamientos que se esconden en su subconsciente?

*Acababa de llegar al pequeño departamento tras ultimar los informes sobre el ingreso de prisión de sus "camaradas". Volver a aquel habitáculo era como resguardar su delicado estado mental en una falsa pompa hogareña en la que su siguiente cometido Se hiciese más íntimo, permitiéndose abrirse emocionalmente a la soledad de su casa.

Lanzó las llaves nada más entrar a Dios sabe dónde, buscando desfogar algo de esa ira acumulada. Revisó con la mirada el lugar, como un acto reflejo de defensa, esperando Que nada perturbara "su momento".

Suspiró poco después, desahogando la carga de aquellos últimos días, para ,al momento, moverse con cierta pesadez, cual alma en pena condenada a vagar imperturbable. Paseó por todo el salón, dejando caer en el proceso
La chaqueta, cayendo ésta silenciosa sobre el parqué. Su objetivo era claro: la mesa del salón, la carpeta que portaba en su mano ocupada, y una botella de alcohol (además de su fiel compañero, la cajetilla de tabaco, su confidente de ansiedades y preocupaciones).

Colocó su pequeña orquesta de "deberes" y "placeres" en la mesa, tomándose un momento para que el sillón le acogiese, como si de un abrazo inmaterial se tratase. Observó con el cuerpo a medio desfallecer entre los cojines la carpeta, y pensó en cómo un objeto Tan simple, podía llegar a desembocarle tanto malestar. Leyó con desdén el título, descargando en la expresión de su rostro la frustración y el hartazgo, como si de un duelo de miradas se tratase, terminando este por perder, bufando con molestia.

Antes de comenzar "su obligación", se permitió restregar las palmas de las manos sobre su rostro, para después, pasear el tacto por la mesa hasta alcanzar uno de los muchos cigarros que caerían como víctimas durante aquella noche, pagando por todo el torbellino De emociones que el ruso se guardaba en lo más profundo. Dio su primera calada, sujetando el pitillo entre los labios, dejando que el humo le acaricia levemente los pómulos y las pestañas.

Tras su pequeño premio (el vicio), sacó de la carpeta los papeles que dictaban La defunción de su "amigo" Petrov, y el protocolo que se debía seguir para informar a familiares. También se leía la retaila de documentos que se necesitaban para trasladar los "restos" (cenizas y carne, pero nada de lo que aquel hombre fue) a su lugar de origen.

Mientras hacia el esfuerzo de leer todo el contenido, Volkov no pudo evitar emitir una risilla nasal en tono irónico. Demasiadas veces había seguido aquellos procedimientos, demasiadas llamadas, demasiados llantos al otro lado de la línea, Demasiados insultos como desfogue hacia su persona, demasiadas... Veces. Y aún con el tiempo y la experiencia, cada vez que debía repetir ese fúnebre día de la marmota, sentía que todo seguía doliendo como si fuese la primera vez.

Pero, por otro lado, aquel dolor estaba anestesiado, el mismo veía muerte a menudo, pero trataba de hacer el esfuerzo sobrehumano de recordar que, detrás de cada resto mortal hubo alguna vez una persona, alguien con vivencias, familiares, errores y virtudes.

Muchas veces, la divagación sobre estos temas y recuerdos le llevaban a reconducir el pensamiento hacia sí mismo, hacia él quien le recordaría al fallecer, quien lloraría tras la línea, o quién tan siquiera sabría dónde estaba su familia para enterrarse junto a ellos.

Hacia demasiado tiempo que la soledad y el tiempo habían hecho nacer en el el terror del olvido, el quedar como un recuerdo leve de su profesión, como si solo hubiese sido un puesto de trabajo y no un ser humano. Por otro lado, La misma consecuencia de su edad y el tiempo ya vivido habrían sembrado en el un derrotismo conformista en el que, de ser así, tampoco cambiaría nada. Para el "ya todo estaba hecho". Si es cierto que antes de algún operativo que guardase riesgo, el mismo Se habría permitido escribir sus "últimas voluntades", sin decírselo a sus allegados pero a la vez, con la esperanza de que alguien encontrase ese papel (irónicamente) demasiado bien escondido.

Aún con la mente algo nublada, trató de reconducir se hacía lo profesional, manteniendo la mirada en los folios,tratando de concentrarse a la par que hacía malabares con la neutralidad. El mismo admitía que el trabajo era algo más ameno cuando No se trataba de alguien con quien no tuviese relación,un anónimo más, pero para su nula fortuna... Esa noche tocaba despedir a alguien con rostro propio y experiencias compartidas.

Dio un trago largo a la botella para acallar el remordimiento de lo ocurrido (una sensación que le iba a acompañar por mucho tiempo), cogió el teléfono, y se dispuso a repetir el infinito discurso de malas noticias y condolencias.

 

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