La Oscuridad Seduce ©

18. Las pesadillas de Nash

Así que las cosas sólo podían empeorar, eh. Ni siquiera sabía por qué le sorprendía tanto que cuando creían estar teniendo un poco de ventaja, sucedía algo que les demostraría lo equivocados que estaban. Cómo ángel de la muerte, Samael había visto a muchos seres sobrenaturales morir. De hecho hasta cierto punto no le sorprendía. Sin embargo cuando veía a un ser tan poderoso  al borde de la muerte, sintiendo su energía tan escasa, casi inexistente, resultaba inquietante por decir poco.

Se pensaba que los caídos y los ángeles eran invencibles, pero incluso ellos como seres sobrenaturales tenían sus límites. Eran inmunes a muchas cosas, pero no eran inmunes a la muerte.  Poderosos, pero no inmortales.

Aún así ver a Azazel luchando por su vida, era difícil. Cuando aterrizó de manera tan estrepitosa frente a ellos, Samael creyó que solo había estado enfrascado en una batalla que se complicó. Pero le bastó ver la herida en su abdomen para saber que aquello era bastante serio. Conocía la forma de las heridas, conocía a quién las provocó. Así como sabía que además de los profundos cortes había una especie de infección corriendo por el cuerpo de Azazel. Sus niveles bajos de energía no estaban ayudando a la recuperación y aunque su sistema estaba tratando de luchar, parecía que no sería suficiente.

Lilith había hecho mucho daño. Y no había una cura. Al menos no ninguna que cualquiera de ellos conociera. Incluso Gabriel se veía bastante afligido por todo lo que estaba pasando y eso ya era mucho decir. Y ni hablar de Nash, que desde que Azazel se quedó inconsciente en sus brazos, no había dicho una sola palabra.

Era de esperarse. El chico no había tenido ni un solo minuto de descanso desde que decidió aceptar la petición de Miguel para convertirse en el protector de Lucifer. Desde entonces había corrido de un lado a otro, tratando de salvar su vida y la del rubio. Había muerto y ni siquiera lo sabía. Atacado por demonios, amenazado por ángeles y ahora…siendo testigo de un Azazel moribundo y un Lucifer inconsciente.

Porque si, como el ser imprudente que era, Lucifer había agotado casi por completo sus reservas de energía para salvarse junto a Nash de lo que ahora Sam sabía con certeza, fue un ataque directo liderado por Lilith. De sobra está decir que hacer tal cosa fue soberanamente estúpido teniendo en cuenta lo limitado que estaba Lucifer en cuanto a poderes. Logró escapar, pero el precio fue quedar fuera de servicio por tiempo indefinido.

Así que ahora todos se encontraban escondidos en una  casa  a las afueras de Pittsburg, Pennsylvania. Podrían ser encontrados en cualquier momento, pero ya no tenía sentido intentar esconderse. Y menos cuando dos miembros del equipo estaban indispuestos. Solo podían confíar en que las protecciones que habían colocado fueran lo suficientemente resistentes al menos por un par de días.

Observó al cazador quien estaba sentado en una silla de madera en medio de las dos camas que habían acomodado en una habitación del primer piso. En una descansaba Azazel y en la otra estaba Lucifer. Ambos luciendo pálidos y enfermizos. Pero sin duda Azazel era quien más sufría. Las heridas en su costado no dejaba de supurar una mezcla de sangre e icor. Era su cuerpo tratando de expulsar la infección.

—Esto está tan mal— dijo el cazador. Hablando por primera vez en horas —. ¿Qué pasa si alguno de los dos muere?

—No lo harán— al menos de Lucifer estaba casi seguro. Su energía tardaría en reestablecerse, pero lo haría. En cuanto a Azazel...era difícil decirlo. Y Sam sabía que dar falsas esperanzas al chico era injusto, aún así se encontró incapaz de decirle que se preparara para lo peor—. Si tienes algo de fe, este es le momento para sacarla a flote.

—¿Fe en quién? ¿En un dios al que parece no importarle una mierda lo que está pasando? ¿Fe en los ángeles como Raphaelle y Remiel que son aterradores? ¿En quién debería tener fe, Sam?