Como un tatuaje

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Treinta y dos

Negan me hizo recoger mis cosas. Me entrego mi arco y un cuchillo. Sabía que tal vez no fuera inmune y moriría por la mordida.
Extrañamente comencé a pensar en mi hermano, como si no hubiera conocido a tantos muertos en quien pensar.
Mi hermano se llamaba Antonio. Era tres años mayor que yo. Murió a sus diecinueve años en un accidente en la carretera. Una camioneta chocó contra él. El conductor iba borracho.
Su muerte afecto mucho a mis padres y sobre todo a mí. Él era como mi protector, me apoyaba en todo. No volví a ser la misma. Desde entonces comprendí que no necesitamos ser viejos para morir. La parca está esperando cuando llegue tú hora.
Hoy tenía la sensación que era mi hora.
- Recuerda debes dejar que te muerda y luego lo matas con el cuchillo. Sino te dejas y lo matas no te preocupes. Estarás allí hasta que lo hagas o nosotros te obligamos- explicó Negan.

Fui caminando de a poco hacia la habitación donde sería mi muerte.
- Te llegó la hora, zorra- dijo Alejandro.
- Mira quien habla, al menos yo no sigo ordenes como perrito y no tengo mi cara como una mierda- le dije sonriendo.
- Callate.
- ¿Qué dirían las chicas de la escuela si te vieran así? Me imaginó sus rostros llenos de asco y lástima. Tú eres un acabado. Un cerdo. Una mierda que olvido la vida que nunca volverá a conquistar a una chica a menos que sea con lástima.

Me miró con unos ojos de odio. Yo me sentía mejor. Al fin le había dicho toda la mierda que sentía por él.
- Nadie te a querido como yo. Nadie más te ha besado- me dijo.
Me reí.
- ¿Eso crees? Desde hace mucho he tenido a alguien mejor que tú. Que sí me ama. Y por cierto, besa mejor que tú.
- Que de seguro esta muerto.
Le di una cachetada.
- Ya basta de peleas de niños. Lucy vamos - dijo Negan.

Entré al cuarto y puse mis cosas en una esquina.
Tenía la misma sensación que cuando me hice el tatuaje por mi hermano. La mordida era igual de importante. Era una marca expuesta, que marcaría un antes y un después.
Primero eligues el lugar donde ponerlo. Luego te preparas para el dolor. Comienzas a sentir la adrenalina como unos tubos que chorrean la sustancia por tu cuerpo y finalmente estas "listo".
Recuerdo aquel cuarto oscuro con sillones, lleno de diseños para tatuajes. El tatuador era amigo de mi hermano. Por eso me hacía el tatuaje. Era ilegal hacerme el tatuaje a los dieciséis años. El dolor de la tinta fue satisfactoria, había valido la pena.
¿Esto también valdría la pena?
Las puertas se abrieron y entró el caminante. Sabía que no había forma de escapar. Los hombres de Negan estaban poniendo su atención en mí. Me los imaginaba con sus armas esperando que reaccionara mal.
La criatura tenía los ojos vacíos, como un robot que lo único que quiere es comer.
Respiré profundo.
Estire mi brazo y me puse delante de él. Cerré los ojos.
Vi a mi hermano que sonreía, llevaba puesta su chaqueta de las alas. Las mismas alas que tengo tatuadas.
El caminante me mordió. Grité de dolor. Todo mi cuerpo se marió. Era como un veneno.
Me aparté y busqué el cuchillo.
Finalmente lo maté. Solté el cuchillo y me tiré al suelo. Nunca había sentido algo así. Era un dolor horrible.
Mis párpados comenzaron a pesar.
Luego escuché un ruido sordo que me estremeció. Vi a Daryl entrar por la puerta con una sonrisa oscura.
Genial, estaba viendo un fantasma.

La Vida de Lucy #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora