Capítulo VIII

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Apenas había abierto los ojos y ya quería cerrarlos de nuevo. Ese día su peor pesadilla se haría realidad, aunque trató de calmar a su mente con la idea de que no conviviría todo el tiempo con InuYasha, esta no se terminaba de convencer. ¿Por qué tenía que pasarle eso a ella? ¿Qué pecado había cometido para que tuviera que recibir ese cruel castigo? Sinceramente, no tenía ni idea.

Se incorporó en la cama y apoyó la espalda contra la cabecera, desvió la vista hacía el reloj que descansaba en su mesa de noche y se percató que aún eran las siete de la mañana. Era un verdadero milagro que en eso si tuviera suerte ya que ese día tenía una reunión a las diez en punto en la tienda, luego debía esperar a que llegara la tarde para comenzar los trabajos de remodelación con el nuevo arquitecto.

Suspiró y se frotó los ojos para tratar de asimilar que en una hora debía levantarse. Estiró los brazos lo más alto que pudo y respiró profundamente, inundando sus pulmones del fresco aire que estaba mezclado con una fragancia que ella conocía perfectamente. Volteó la mirada hasta la puerta del baño y observó a su pareja saliendo de ahí, con una toalla anudada a la cintura y otra la llevaba sobre su cabello que iba secando con ambas manos.

Kagome tuvo que tragar fuerte al notar cómo las gotas de agua descendían por el fornido pecho de su novio, el cual estaba muy bien tonificado. Kōga era la representación de un perfecto dios griego que la invitaba a hundirse en la lujuria.

—Mi amor, buenos días. ¿Cómo dormiste? —inquirió el moreno al sentarse en la orilla de la cama—. Espero no te encuentres muy desvelada.

—Descuida, me gusta ver series contigo —le dijo al acercarse a él para darle un pequeño beso en los labios—. ¿Y tú? ¿Dormiste algo? Yo no recuerdo a qué hora cerré los ojos.

—Sí, descanse, pero no me importaría pasar en vela cuidando tu sueño —musitó cerca de sus labios antes de darle otro corto beso que en esta ocasión fue un poco más demandante—. Te quedaste dormida en el primer capítulo de la tercera temporada, no te preocupes, repetiré los episodios para que puedas verlos.

Kagome sonrió y con ternura acarició la húmeda mejilla de su pareja. Kōga era el hombre perfecto; era atento, cariñoso, un excelente amante y un gran caballero, tenía un corazón de oro que enamoraba a cualquiera y eso era lo que la tenía tan ilusionada, porque ella lo amaba con toda el alma, ¿cierto?

Volvió a recostarse sobre la cama apoyando la cabeza en su suave almohada. Fijó sus ojos un momento al techo de su habitación, cerró los párpados unos instantes y disipó ese planteamiento que acaba de hacerse. Era claro que si estaba con él era porque lo amaba y esa telaraña de preguntas solo se debían a las horribles jugarretas que le estaba haciendo el destino.

—Creo que si nos seguimos desvelando terminaremos la saga en menos de un mes —murmuró luego de abrir sus ojos y clavarlos en los preciosos zafiros que poseía Matsuno—. Los fines de semana podríamos hacer una maratón.

—Es posible, sin embargo, no tenemos prisa en terminarla —balbuceó mientras se pasaba despacio la toalla que usaba en el cabello sobre el abdomen—. Game of Thrones no se va a ir a ningún lado y, tú y yo siempre hemos tenido planes más interesantes que realizar sin importar los días.

—Contigo hasta ir al supermercado resulta placentero. —Se puso la sábana sobre el rostro cuando recordó cierta anécdota vivida en París recién iniciada su relación—. El concepto de adrenalina se materializó en ti.

—Y tú eres un demonio que me lleva hasta el infierno —esbozó al quitarle la cobija de su sonrojado rostro—. Nunca me voy a cansar de experimentar contigo.

Tarde [InuKag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora