-Ese poder... ¿Quién es ese niño? El de las raíces y la espada recta- pregunté a Nix mientras caminábamos hacia el Kentron.
-No sé exactamente quién es, mas pude vislumbrar en su mente que ama a Narcisa. Es un punto débil que nos facilitará la batalla.
-No creo que una batalla contra ellos se haga complicada. Narcisa no parecía estar dispuesta a luchar. Casi me daba pena el terror de sus ojos...- dije mirando a un Zeus manso y poseído que nos seguía el paso.
-No te ablandes, querido. Sé el hombre que desafía a más de un panteón, que toma una ciudad y la aterroriza sin esfuerzo alguno, el hombre que me hizo sentir que estaba en el cielo anoche.
-Soy Dominus, el Mermado y siempre lo seré. No te preocupes por eso.
Nix se agarró a mi brazo y caminamos sin prisa alguna por las vacías calles de la Atlántida. El espadazo que me asestó el amante de Narcisa solo había conseguido causar un daño ridículo a mi coraza y eso que esa arma no parecía ser una cualquiera. A medida que nos acercábamos a la calle principal, donde se ubicaba el Kentron, se hacía más fácil de oír un barullo de gente, de metal, de pasos. La diosa de la noche y yo nos miramos a los ojos y sonreímos. Di un colosal salto para plantarme enfrente de la entrada del Kentron y Zeus me siguió. En el aire logré ver que había una multitud de miles de personas a cincuenta metros del edificio y los dioses olímpicos restantes los lideraban. Hefesto, el dios forjador; Hades, el dios de los muertos; Poseidón, el dios de los mares; Ares, el dios de la guerra; Hermes, el dios mensajero; Afrodita, la diosa del amor, Atenea, la diosa de la justicia y la guerra; Apolo, el dios de la verdad; Artemisa, la diosa de la caza y Helios, el dios del Sol.
-¡Ha llegado la hora de pagar por todo lo que has hecho Dominus! ¡OH! ¡¿Qué le has hecho a Zeus?! ¡¿Por qué está de tu lado?!- exclamó Poseidón empuñando su tridente.
-Vosotros solo sois un pozo infecto de mentiras, dioses de pacotilla. Sois falsos ídolos, alabados por los ciegos atlantes. El propio Zeus os hará sufrir y no podéis hacer nada para evitarlo- dije con una voz serena pero estruendosa.
-¡A LA BATALLA ATLANTES! ¡A LA BATALLA OLÍMPICOS! ¡O VENCEMOS O MI HERMANO HADES NOS ACOGERÁ EN SUS DOMINIOS CON LOS BRAZOS ABIERTOS!- grito Poseidón y tanto los dioses como las hordas de atlantes se abalanzaron sobre Zeus y yo.
El dios del trueno voló por encima de todos ellos e invocó una tormenta. Los atlantes respondieron con una ráfaga de millones de láseres azulados contra él y contra mí. Yo las paré con mi escudo y las repelí en todas direcciones. Entré en el Kentron y Poseidón saltó hacia mí con su tridente seguido de Ares y de Atenea. Atenea me asestó una ráfaga de rápidos golpes con su espada atlante, que yo paré con el escudo. Al mismo tiempo, Ares intentaba asestarme varios golpes con los kopis por la espalda y Poseidón clavarme el tridente, pero los esquivé saltando por encima de ellos. Desvié una fuerte embestida de Poseidón con el escudo, clavé mi lanza en su costado y lancé al dios contra Atenea y Ares con una fuerza devastadora. Ares consiguió esquivarlo, pero Atenea fue impulsada de tal manera que tanto ella como Poseidón atravesaron una de las gruesas paredes del edificio.
El dios de la guerra corrió hacia mí con sus espadas en ristre y me dio varios tajos poderosísimos, algunos que ni siquiera podía parar con el escudo porque me rompían la guardia por su furia descontrolada. Atenea volvió a por mí con un hábil salto y Poseidón me lanzó el tridente con la fuerza de un tsunami. Debía pensar rápido. Clavé la lanza en suelo provocando una onda expansiva para hacer retroceder a Ares, me concentré por un instante, agarré el tridente en el aire y se lo lancé a Atenea, atravesándole el vientre.
-Mi turno- dije con una sonrisa.
Agarré la lanza del suelo mientras bloqueaba los ataques de Ares y lo embestí con el escudo con una fuerza descomunal. Lo lancé a cincuenta metros de distancia, saliendo a toda velocidad por el agujero que dejaron antes Atenea y Poseidón.
-¡Esto se acaba AQUÍ!- gritó Poseidón y la tierra tembló, haciendo caer piedras del Kentron.
El dios clavó el tridente en el suelo y un enorme tsunami apareció a su espalda, a lo lejos. Este se acercaba escalofriantemente, pero por alguna razón los edificios que se encontraba por en medio aguantaban de pie. Poseidón creó un remolino de agua a su alrededor que me dificultaba muchísimo acercarme a él y también transformó el tsunami en un tentáculo de pulpo gigante. Congeló varias partes de este y justo antes de que llegara a clavarle la lanza en el cuello, el tentáculo me dio tal golpe que me mandó a donde se encontraban Artemisa, Helios, Apolo, Afrodita, Hermes y las hordas de atlantes combatiendo contra el poseído Zeus.
Poseidón se subió al tentáculo y se acercó a mí a toda velocidad, con su tridente en ristre. Los atlantes cambiaron de objetivo y comenzaron a atacarme con sus espadas, dañándome cada vez más la armadura. Zeus, con el cuerpo lleno de heridas y de sangre, invocó una ráfaga de rayos y las lanzó contra nosotros, hiriendo a cientos de atlantes, que intentaban aguantar con una formación de escudos y a los dioses Olímpicos, pero no a mí. Llegó un momento en que se oían más los gritos de esfuerzo y sufrimiento que los ensordecedores truenos. Sentí que alguien me acarició el cuello y me di la vuelta para ver el hermoso rostro de Nix.
-Acaba la batalla, mi estimado. Mata a los dioses y los atlantes ya no tendrán a nadie en quien creer. Ya no tendrán esperanza- oí a Nix hablando en mi mente, ya que por el ruido era imposible oírla.
No obstante, ocurrió algo extraño e inesperado. Un árbol gigantesco brotó de golpe enfrente del Kentron, igualando la altura de este. Además, unos gigantescos cristales de hielo rodeaban al árbol. Nos quedamos conmocionados durante unos instantes hasta que apareció alguien. Encima de una gran rama se hallaba Narcisa, con una armadura azul con escamas parecidas a las de un pez y un tridente con una gran y brillante gema azul.
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Atlante
AdventureNarcisa, de sangre divina y raíces atlantes, disfruta de su maravillosa vida en el mundo humano, hasta que el destino de la Atlántida, se ve amenazado por un matadioses. Un ser inmortal llamado Dominus, el Mermado, que no desistirá en su deseo de de...