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Recuerda haber sentido ese hormigueo en su estómago cuando a penas era un niño. El primer día de clases no se podía comparar a ninguna exposición a lo largo del año, regaños de los profesores o cuando entregaban las calificaciones y sabía que sus padres no estarían felices con ellas ni mucho menos con su comportamiento. El primer día de clases es como saltar mil veces de una roca gigante frente a un profundo río y las mil veces sentir que es la primera.

Esta vez es diferente, una etapa nueva, algo que nunca antes había vivido y le asustaba tanto como le emocionaba, pero las cosquillas en diferentes partes de su cuerpo eran muy similares a esos tiempos de inocencia. Tiempos donde no importaba nada más que ver a sus compañeros y compartir los chismes de sus vacaciones.

Le atribuía todo a su encierro del mundo. Volvería a socializar con otras personas, o al menos, a hacer el intento, y no ha podido dejar de imaginar escenarios catastróficos en su primer día de universidad.

Además, las miradas intensas de sus padres no ayudaban lo suficiente.

─¡No puedo creer que por fin estes aquí! ─Ten chillaba como un adolescente. Se había levantado primero que todos, se dio un largo baño cuando el sol ni pensaba en salir, escogió la ropa más aceptable que tenía y preparó el desayuno para los tres.

─Por favor, papá... ─murmuró, mientras miraba hacia los lados con disimulo─... Estás llamando la atención.

─¿Qué con eso?

─Ya, déjalo. Debe estar nervioso ─por suerte, Taeyong interrumpió el momento y apartó a Ten de su hijo, antes de que comenzara a jugar con sus mejillas y lo avergonzara mucho más.

Suspiró ruidosamente y escondió ambas manos temblorosas en su sudadera.

Aquel día tan especial, decidió ponerse una sudadera café que le recordaba a un oso de peluche, pantalón negro y zapatillas del mismo color. No quería llamar la atención, no sentía la necesidad de hablar en medio de la clase, de presentarse con tanta alegría que es capaz de marear a cualquiera o de hacer amigos solo con respirar. Está bien como está.

Nunca antes se había sentido así, nunca antes había querido ser invisible, sin embargo, después de lo sucedido, creía que cualquiera vería su muñeca y lo iba a juzgar.

─Ya lo estoy, de todas maneras... ─susurró con un hilo de voz.

Taeyong le brindó seguridad con un pequeño apretón en su hombro y una caricia que desapareció al segundo. Al menos, le reconfortaba tener a sus padres allí, por muchas quejas que hayan de su parte y por mucha vergüenza que le cause su actuar.

Jaemin llegó unos momentos después, lo saludó con tanto cariño que quiso llorar y quedarse en sus brazos para no tener que afrontar lo que algún día tenía que suceder. Él le había prometido junto al resto de chicos que lo ayudarían en su primer día para que no entrase en pánico, y también, le enseñarían la universidad para que no se fuese a perder cuando esté solo. Luego siguió Park Jisung, hizo exactamente lo mismo que Jaemin, solo que evitando las palabras porque no es muy bueno con ellas y prefirió limitarse a darle un pequeño abrazo. Y finalmente, apareció Minho, quién se disculpó porque, según él, sus gatos no lo dejaban levantarse de la cama.

Donghyuck sabía que si hacía un poco de esfuerzo y observaba a su alrededor con más atención, iba a ver a Mark. Porque hasta donde recordaba, los hermanos siempre llegaban juntos a la universidad, independientemente de sus horarios que a veces son algo diferentes, y si era sincero, no creía que esa fuese la excepción. Así que mantuvo su mirada fija en los chicos y sus padres para no tener que afrontar algo más que su primer día de clases.

─¿Estás listo? ─le preguntó Minho.

Se encontraban en una posición algo extraña, sus padres detrás de él, mientras que sus amigos estaban de frente, de manera que Donghyuck quedaba justo en el centro de todos.

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