Futuro

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Cuando Hagrid le mostró a Harry el mundo mágico, creyó que su vida cambiaría para mejor.

No habría Dursleys, ni alacena, ni tareas domésticas imposibles de terminar. Tendría amigos, una nueva vida y libertad. Sería solo Harry.

Nada de eso pasó. Más bien al contrario, su deseo de anonimato y libertad parecía caer en oídos sordos de cuanta gente conocía en ese nuevo mundo. Era considerado un héroe y todos esperaban algo de él. No había libertad. Estaba atrapado dentro de su nombre y su cicatriz. Atrapado en mundo que apenas conocía. Pero al llegar a Madam Malkin's y ver a varios niños probarse túnicas, sintió que tal vez podría encontrar a alguien para ser Solo Harry.

No olvidó a Draco Malfoy desde su encuentro en Malkin's, repitiendo una y otra vez el recuerdo de su voz y sus comentarios egocéntricos. Le recordaba demasiado a Dudley, pero a diferencia de su primo; Harry consideró, por un segundo, que ese muchachito pálido y rubio podría convertirse en su primer amigo.

Durante los siguientes años vio los ojos grises de Draco Malfoy llenos de odio y desagrado. Pasaba sus días recordándole que sus padres no volverían, que estaba atrapado siendo el mismo; que nunca dejaría de ser Harry Potter, el héroe del mundo mágico. Era tan estúpido lo herido que Harry se sentía cada vez que el rubio hablaba.

No lo culpaba, Draco Malfoy era la única persona que encendía esa furia y coraje dentro de él. Aun cuando Sirius murió y el peso de la profecía se posaba en sus hombros, solo Draco Malfoy lograba sacar esas ganas de luchar. Por lo que después de un tiempo, el desagrado que sentía cada vez que veía a Draco Malfoy fue desapareciendo.

Durante sexto año, Harry sabía que algo andaba mal con el chico Slytherin. Sabía que era un Mortifago, y aun así quería ayudarlo. Cuando escuchó aquella conversación entre Snape y Draco se dio cuenta de que el problema de Draco era aún más peligroso de lo que suponía. Trató de seguirlo, de saber cómo ayudarlo. Quería decirle que todo estaría bien. Él mismo, Harry Potter, destruiría a Voldemort pronto.

Esa noche en el baño, Harry no pensó y simplemente lanzó ese hechizo que estaba escrito en el libro del Príncipe Mestizo porque fue lo primero que le vino a la mente. No creyó que lo fuera a casi matar.

La culpa lo invadió y no se atrevió a mirar los ojos grises de Draco Malfoy durante las siguientes semanas. A pesar de que, en teoría, no debía sentirse mal por lastimar a un Mortifago, Harry no pudo sacarse ese sentimiento de encima.

Uno creería que ya había aprendido a no confiar en libros extraños.

La guerra llegó rápidamente y Harry tuvo que irse a destruir los horrocruxes. Durante ese tiempo, no supo nada de Draco Malfoy. Tenía tantas cosas pasando por su cabeza, que solo en la tranquilidad de la noche, Harry se preguntaba que estaría haciendo Draco ahora que sus bandos eran claros.

Draco Malfoy no era más que un pensamiento secundario. Hasta aquella noche en la mansión Malfoy.

No quedaba mucho del joven arrogante al que Harry estaba acostumbrado. Suponía que tener a Voldemort en su casa no era todo unicornios y arcoíris.

En el momento en que Draco lo miró a los ojos cuando le preguntaron si él era Harry Potter, Harry temió. Por primera vez temió que fuera a tomar venganza por aquella vez en sexto año. Cuando al final, Draco no dijo nada, una parte de Harry saltó de alegría, gracias a ese pequeño acto, por lo menos viviría un día más.

Para cuando la guerra terminó, del niño flacucho y débil que fue Harry no quedaba nada. Si bien, seguía siendo algo bajo, por lo menos ya no tenía que usar la ropa vieja de Dudley. Al fin estaba libre de la sombra oscura que Voldemort fue durante su infancia, pero no estaba libre de su fama. Al vencer a Voldemort, imposiblemente su fama creció.

Estuvo en San Mungo un par de meses, en los cuales tuvo el tiempo suficiente para pensar. Se dio cuenta, de que toda su vida había dependido de luchar. Luchó contra los malos tratos de los Dursleys, luchó contra Voldemort y, finalmente estaba luchando por su libertad. Estaba harto de luchar. Quería paz.

Por lo que al salir de San Mungo, no se enlistó en los Aurores. En vez de eso, salió a ver el mundo. A ser Solo Harry.

Cuando regresó, no esperaba ver a Draco Malfoy en el Ministerio.

Harry caminaba por el atrio del ministerio hacia el ascensor. Ya habían pasado casi tres años desde que terminó la guerra y él no había pisado Inglaterra desde entonces. Esperaba que el mundo por el que tanto luchó hubiese cambiado para bien. Mientras pensaba esto entró al ascensor. Su mirada paseó por el casi vacío ascensor para chocar contra la mirada sorprendida de Draco Malfoy.

—Hola, Malfoy —saludó Harry. Esperaba que su voz no delatara lo poco preparado que estaba para ese encuentro.

— ¿Trabajas en el ministerio? —continuó hablando. De alguna manera quería mantener una conversación, ya que fueron tan pocas veces las que intentaron una en el pasado y esos días se sentían muy lejos. El ascensor ya estaba en marcha y al ver a Draco asentir, Harry se alentó — ¿Cómo es?

—Realmente no soy la persona adecuada para que preguntes eso.

— ¿Tan mal te tratan? —preguntó Harry.

¿De verdad nadie recordaba sus palabras en los juicios posteriores a la guerra?

—Soy un mortifago —respondió Draco, encogiéndose de hombros parecía tratar de restarle importancia al hecho—, es comprensible que me traten de esa forma.

Harry frunció el cejo, inconforme con la respuesta.

—Aun así. Es decir, no mataste a nadie y lo único que hiciste fue obedecer a tu padre. Éramos niños en una guerra —Harry miró a Draco, mostrándole que él no creía que Draco fuera alguien menos. Que era una estupidez —. Pero gracias por decírmelo, eso significa que la gente no ha cambiado —terminó con una sonrisa triste. Sus pocas esperanzas de una sociedad mágica mejorada yéndose por la ventana.

— ¿Creíste que cambiarían? —preguntó Draco con una ceja levantada.

La puerta del ascensor se abrió para revelar a dos magos que rápidamente, al ver a Draco, dijeron que esperarían a otro ascensor. Harry suspiró.

—Creí que la gente dejaría de juzgar solo por el apellido de una persona o su pasado. Pero al parecer no lo han hecho. Y no me sorprendo realmente —dijo Harry, bufando —tal parece que es mucho pedir.

Draco no dijo nada, pero a Harry no le importó. Era la primera vez que hablaba civilizadamente con Draco Malfoy, parecía un buen comienzo.

A ese encuentro le siguieron más.

En el ascensor. En la cafetería. En el restaurante muggle de la esquina. Incluso llegaron a verse en el departamento de Harry, y para ese entonces, ya podían considerarse amigos.

Harry aprendió muchas cosas de Draco. No sabía que le gustaba la pintura o que le encantaba el chocolate. Se dio cuenta de que no conocía del todo a Draco. Y ese tiempo le sirvió de reflexión. Conocería a ese Draco y le daría una oportunidad.

Después de unos meses, el profeta se enteró de su amistad. Y a Harry le llegaron tantos vociferadores como a Draco. Ambos rieron durante mucho tiempo sobre el contenido de diversas cartas.

Durante un par de años siguieron así. Como amigos.

Hasta que Harry se hartó del jefe de Draco. De verdad, ese hombre era simplemente despreciable, Draco era una buena persona y no merecía ser tratado de aquella forma. Al final, Draco se encontró libre de su jefe y una estadía en el departamento de Harry por tiempo indefinido ya que su madre ocupaba la pequeña casa en Francia.

Un día y sin previo aviso, Draco lo besó y Harry le correspondió. Jamás se había sentido tan completo y feliz. Le enorgullecía decir que Draco era suyo y él era de Draco. Cualquiera que dijera lo contrario estaba equivocado, porque ambos eran como las piezas de un rompecabezas que encajaban a la perfección, solo que nunca se habían dado cuenta.



~El resto de la historia esta inconclusa, porque actualmente los dos protagonistas ahora viven juntos y escribiendo una nueva historia. ~

Futuro (Drarry Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora