Estaban en shock mientras mantenían sus miradas en aquella puerta.
-Te creo.- dijo Jasper mientras trataba de recobrar el aliento.
Samantha lo observó por un momento para después comenzar a respirar demasiado rápido mientras su mirada se nublaba. Estaba realmente asustada y sus respiros frenéticos se convirtieron en una terrible hiperventilación.
-Sam, cálmate.- habló el chico mientras rápidamente se acercaba a ella.
La joven estaba teniendo un terrible ataque del cual no podía recuperarse.
Ella se dejó caer como una pluma pero su compañero logró atraparla a tiempo.
-¡Hey! ¡Quédate conmigo! ¿Sam? ¿Me escuchas?... ¡Por favor no cierres los ojos!- cada vez la voz de Jasper se distorsionaba más en su cabeza mientras sus ojos comenzaban a cerrarse y su cuerpo se sentía más débil. Hasta que simplemente todo se oscureció, y todo dejó de escucharse...
Sam despertó en un cuarto oscuro.
Con una migraña intensa trató de levantarse de lo que parecía ser una cama.
-¿Jasper?- preguntó mientras su vista se acostumbraba a la oscuridad de ese lugar. Cuando logró ver a través de toda esa penumbra, se dio cuenta de algo; ese no era su cuarto.
-¿Jasper?... ¿Estás ahí?- volvió a preguntar sin recibir respuesta alguna.
Se levantó de la cama mientras se tambaleaba y con algo de mareo prendió la linterna de la habitación.
Observó a su alrededor.
Se encontró con un cuarto de paredes lilas las cuales tenían algunos dibujos y cuadros demasiado llamativos. La cama tenía peluches de todos los tamaños que la rodeaban. Las sábanas eran blancas. El suelo era de madera pero una alfombra blanca de terciopelo cubría casi la mitad. La repisa tenía varios libros y en el buró de al lado de la cama tenía un marco con una fotografía.
Aún desconcertada, Sam se dirigió hacia el, tomó la fotografía y la observó por unos instantes.
Era una familia; los padres sonreían a la cámara con una mirada serena mientras que la hija mayor cargaba sonriente a su hermano menor de unos 4 o 5 años. El niño tenía el cabello pelirrojo y rizado. Sus ojos eran azules como el cielo y sus mejillas estaban teñidas de un color rojizo. Era muy parecido a su madre. Mientras que la niña tenía los ojos casi verdes con un ligero toque gris, su cabello café oscuro contrastaba con su piel blanca la cual tenía unas cuantas pecas esparcidas por su rostro y brazos. Ella era muy parecida a su padre.
Dejó caer la fotografía al percatarse de dónde estaba. En el respaldo de la cama se encontraba una serie de letras decorativas que formaban una palabra, o más bien, un nombre...
H a n n a h.
La piel se le erizó al leer aquél nombre... ¿Era un sueño? ¿Una alucinación? ¿Se estaba volviendo loca?... Se tomó unos momentos para asimilarlo y tratar de pensar claramente pues su cabeza aún punzaba terriblemente y su mirada no era del todo estable.
Visualizó a detalle todo lo que se encontraba a su alrededor cuestionándose miles de cosas, pero solo había una pregunta que realmente importaba; ¿Cómo carajos había llegado ahí?...
Comenzó a caminar hacia la entrada de la habitación. Aquella puerta blanca de madera tenía algunas mariposas azules al igual que casi todo el cuarto.
Salió de aquél sitio topándose con un pasillo sombrío y oscuro. Ni la luz de la luna que entraba por las ventanas era capaz de alumbrar el lugar. El ambiente se sentía pesado, cómo si una fuerza descomunal lo hiciese así, y realmente no mejoraba la situación tratándose del lugar en donde se encontraba. Se giró para tomar una linterna que estaba en una de las repisas y la encendió. Esta estaba desgastada y parpadeaba demasiado pero con unos cuantos golpes logró componerse.
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El Diario de Hannah
Horror¿Alguna vez has tenido un amigo imaginario? ¿Alguna vez has fingido que tus muñecos están vivos al jugar con ellos? ¿Alguna vez has hablado solo? Qué tan alejado de la realidad es pensar que todo lo que creímos que era parte de nuestra imaginación...