Una corriente fría atraviesa su espalda. Sus párpados se abren pesados. Pronto la sensación incómoda de las lagañas hacen que se talle de inmediato los ojos. A pesar de estar completamente iluminado el cuarto, la sensación helada del viento rozando su piel fue lo que lo despertó. Al ponerse de pie, sus articulaciones tronaron, haciendo que una mueca de desagrado apareciera en su rostro.
— Duele— es lo único que puede decirse a sí mismo.
A paso lento llegó hasta la cama, sentándose en la orilla y mirando la puerta. Pasados los tres primeros días allí encerrado, no paraba de golpear y gritar pidiendo que lo sacaran de inmediato. Así lo mantuvo, hasta que perdió las fuerzas gradualmente. A cambio, obtuvo marcas dolorosas en los nudillos y la frente, además de un dolor de garganta que le impidió hablar normal los siguientes dos días. Nada había sido más tortuoso que estar hundido en una profunda incertidumbre respecto a donde se encontraba. Lo único que recuerda saber fueron las palabras de su madre; "es tu salvación" le hablaba de lejos mientras un par de hombres lo sujetaban con fuerza arrastrándolo hacia una furgoneta negra. Dentro, un golpe en la cabeza le hizo perder el conocimiento. Al volver en sí, ya se encontraba en estas cuatro paredes. No había nada más, solo confusión y un dolor intenso en el estómago causado por un hambre salvaje. Tenía otra ropa, oscura y delgada. Una sensación de asco pasó por su mente al comprender que alguien u otros más tuvieron que desnudarlo y tocarlo mientras estaba inconsciente.
Había una rejilla en la parte baja de la puerta por donde, de vez en cuando, alguien pasaba un plato con una rebanada de pan y una bolsa plana llena de agua simple. Esa era la única comida que podía disfrutar en un lapso indefinido de horas.
Observó atento el paso de la luz a través del cuarto. Cada cierto tiempo volteaba y miraba la rejilla, con la esperanza de recibir al menos una ración. Pero el ambiente cambió de súbito. Su oído captó un sonido peculiar. Unos pasos apresurados de al menos cuatro hombres. De inmediato se puso de pie y pegó su oreja tanto como pudo a la puerta, para escuchar con más detalle. Identificó horrorizado otro sonido. Arrastraban un cuerpo. Abrieron una puerta, entraron y salieron con ese mismo andar del principio, pero no se escuchó nada más. Después de cerrar con un duro azote, todo quedó en silencio de nuevo. Él no se despegó del metal. Tuvo la esperanza de escuchar algo más. Mantuvo su posición hasta que ya no había luz en su cuarto. Durante ese lapso de tiempo no se abrió la rejilla, pero ya no era de importancia, no por ahora.
Antes de que se recostara de nuevo en el piso, un ruido estrepitoso lo hizo alejarse de la puerta. Un sonido terrible. Varios gritos desgarradores de lo que él juraba era una mujer jóven. No decían nada. Un sonido puro y doloroso. Entraba por todas partes. Mario se alejó aterrado hasta chocar su espalda contra la pared. Quiso escapar. Romper el concreto y salir corriendo lo más lejos posible de aquellos gritos. No pudo evitar taparse los oídos mientras caía al suelo. Apretó las manos lo más fuerte que pudo. Enterró las uñas en la piel. Oía los golpes en una puerta. Golpes desesperados. Su pavor lo estaba esclavizando y, de un momento a otro, los gritos se confundieron con los suyos. El sonido se transformó en lánguidos gemidos y fuertes sollozos. Una sinfonía agónica y desesperada. Podía jurar que había más de un instrumento en compañía.
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Mario Estaba Solo
General FictionDespués de haber sido encerrado en un lugar extraño, Mario experimenta un estado indescriptible de ansiedad. La idea aterradora de un lugar aislado del resto del mundo con un fin desconocido comienza a desarrollarse y hacerse real conforme al paso d...