Solo la campana me separó de Kikyō, aunque tampoco tenía muchas ganas de hacer lo que dijera dicho objeto. A decir verdad, lo menos que quería hacer ahora era seguir las órdenes de algún adulto, pero si tenía que elegir entre obedecer a mi madre en casa o a mi profesor aquí en la escuela, la segunda opción era la mejor. Así pues, corrimos a nuestros salones.
-¡Se hicieron dos exámenes sorpresa el viernes! ¡VAS A REPROBAR! - me grito Carla en cuanto me vio.
-No hay problema, lo tengo justificado - le explique mientras me acomodaba.
-Aja, pero los 2 exámenes de hoy no, ¿Si sabes de que son?
-¿Historia? - me atreví a preguntar medio burlon.
-Hoy es de física y mate - me corrigió Niggel.
-Pan comido - les asegure con confianza.
No eran materias que diría yo que eran fáciles, pero tampoco era un tonto como para...
-¡¿5?! - grite llegado el descanso. Tenía mis exámenes delante mío con su tinta roja resultando la calificación y acuchillando mi pupila.
Apenas había llegado el profesor, horas antes, nos había puesto a hacer los dichosos exámenes y... Bueno, los resultados fueron peor de lo que espere.
-Te lo dije - me sermoneo Carla, muy feliz con su 7 en física y 9 en mate.
Ni siquiera entendía como pudo salir mas alta en mate, sí física era casi lo mismo. Como sea, eso era mejor que un 5. Yo había reprobado ambos exámenes y Niggel... Niggel había pasado con 10 física y mate con 9. «¡Suertudo!», pensé con cierta envidia.
-Como sea... - dije dejando de lado mis exámenes. Me lo había ganado, ni siquiera tenía razones ni derecho para quejarme.
-¿Cómo sea? Tus padres te van a matar cuando se enteren - me siguió sermoneando Carla. Hoy si que tenia ánimos de provocarme mal genio.
-Si se enteran - señale. Dejé caer mi cabeza sobre mis brazos que reposaban en la banca. - Y, a todo esto, ¿por qué te importa tanto si repruebo, si me regañan, o no?
-Por 3 excelentes razones: - comenzó a decir con tono orgulloso. «¡Aquí vamos de nuevo», pensé suspirando. - 1. Eres mi amigo, y esa debería ser suficiente razón; 2. Ya metimos la pata horriblemente en aquella visita al museo, a Niggel apenas le levantaron el castigo esta semana...
-Fue un largo y duro castigo - se lamento nuestro amigo con pesadez.
-Y como última razón, la más importante... - siguió diciendo la castaña enumerando cada motivo.
- Ya no hay razón 3 - interrumpió Kikyō.
Me enderece al escucharla, solo ella sabía lo de mis abuelos (siendo una sabia idea, decidí no contarle nada a Niggel ni a Carla, no quería tener que soportar su lástima todo el día), por un momento cuando escuché su comentario creí que se refería a eso, aunque por su expresión y el libro en su regazo no tenía nada que ver. De hecho, Kyo acababa de llegar, seguramente de la biblioteca, aunque lo sorprendente era su habilidad por seguir la conversación aún cuando debió haber escuchado sólo las últimas líneas de Carla.
-¿Eh? ¿A qué te refieres? - pregunto Niggel confundido.
-Fui a la biblioteca a confirmar lo que nos dijo el viernes la señorita Zunzunaga - explicó la recién llegada -, pero parece que todo fue un engaño. Lo que se llevaron al museo aquella vez, no volverá a la biblioteca de la escuela, será llevado directamente a la Ciudad Subterránea.
-¿Tan pronto? Pero Ymir dijo... - comentó Carla sorprendida.
-No le habrás creído todo, ¿o si? - le dije de mala gana. - Y no me refiero a que desconfíe de su palabra, pero si de lo que hayan dicho la Reina y nuestros padres. - Me cruce de brazos. - No existe ni la más remota posibilidad de que podamos ver o leer nada nunca más y puedes agradecerlo a los adultos.
-Qué pesimista. - soltó Carla.
-No es pesimismo, sólo piensa que si todo va a la Ciudad subterránea, entonces... - comencé a decir, pero me calle a media frase.
Si todo sería enviado al “sótano” del País, ¿esa no era una oportunidad de tener toda la información junta para nuestra comodidad? Solo se necesitaba de un plan para...
-Ni se te ocurra. - se negó Kikyō. Sonaba más seria de lo que si expresión aterrada decía. - Ni siquiera podríamos llegar ahí sin ser descubiertos.
-Me perdí - comentó Carla.
-Creo que Kai tuvo la grandiosa idea de ir a la Ciudad Subterránea. - le explicó Niggel. - ¡Es una locura!
-No lo es, solo necesitamos un buen plan para que todo quede dentro de un horario establecido... - seguí diciendo con entusiasmo. - Si tenemos la oportunidad, podríamos ir y regresar dentro del horario de clases y...
-Te estas adelantando... - negó Kikyō. - Pará empezar nuestros padres no se van hasta que entramos a la escuela y luego, los profesores no nos dejan salir por nada del mundo. Es imposible.
-No lo es. - insistí.
-Que si.
Era la primera vez que Kikyō sacaba a relucir el temperamento obstinado de su madre, pero yo también tenía el mío.
-Que no.
Carla y Niggel llevaban su mirada de uno a otro, hasta habíamos olvidado que debíamos comer.
-Kai, aunque estés enojado y decidido a fastidiar a tus padres, no significa que todas tus ideas serán grandiosas. - sentenció con franqueza.
Eso había dolido. No es que siempre creyera que yo era mejor que nadie o que todos debían hacerme caso, pero por esta ocasión si esperaba que fuera así; quería que todos entendieran mis razones y estuvieran de acuerdo en que lo que hacía era lo justo. Pero no era así.
-Tampoco es que los esté obligando a seguirme - me apresure a decir mientras me ponía de pie -, solo comentaba que era buena idea, si no les parece mínimo no me estorben.
Salí del salón hecho una furia. Parecía que todo lo que pensaba y deseaba era una completa estupidez, dejando que lo que dijeran y decidieran mis padres fuera la única, justa y más sagrada ley. ¿Qué no ya había leído lo suficiente para saber que mis padres cometían errores? ¿Qué no lo de mis abuelos era suficiente justificación para decir que era una tontería su idea de protección? ¿Por qué nadie me apoyaba? Nada de lo que había sucedido los últimos días tenía sentido y aún así era yo quien recibía los regaños y sermones de todo el mundo.
Me perdí en los pasillos mientras seguía despotricando a diestra y siniestra, no volví a clase hasta que la segunda alarma de la campana me indicó que la clase había iniciado. Una vez en clase, no le hable ni a Niggel, ni a Carla, y ciertamente tampoco preste atención, me límite a leer sin discreción el diario de Levi, el cual ahora era mi único refugio que estaba dispuesto a aceptar.
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Levi's diary
Fiksi PenggemarMiembro de la Legión de Reconocimiento, proveniente de la Ciudad Subterránea, hijo de una Ackerman, soldado, compañero, líder, amigo... ¿Qué más podría decir para describirlo? Levi Ackerman, uno de los grandes héroes. Pero... Aún hay más que contar...