—¡Sal de mi cabeza! —grité fuertemente antes de golpearme la cabeza con lo primero que encontré en ese momento.
Agarraba con firmeza aquel objeto y lo llevaba una y otra vez, balanceándolo hacia delante y hacia mí por repetidas ocasiones, generando sonidos desesperantes y dolorosos. Hasta que la primera gota de sangre broto de mi frente recorriendo todo lo largo de mi cara hasta que fue recogida por el suave roce de mis frías manos con lo áspera que era mi barbilla debido a la poca barba que tenía. De pronto todo a mi alrededor se volvió oscuro y con muy poco sentido, aquel objeto cómplice de mi sangrado cayó al suelo junto con mi cuerpo inconsciente, poco después la respiración acelerada estaba a punto de bajar el ritmo para convertirse en una inhalación tranquila y en paz.
Hace algunos días en su casa...
—¡¿Qué acabamos de hacer?! —le gritaba a mi acompañante de aquel oscuro cuarto con luces neones y una linda lámpara de lava.
—Mierda —dijo frotándose la cara y sentándose en la cama.
—¡Exacto, mierda! — volví a gritar efusivo y desesperado.
—¡Ya cállate! —dejó de tocarse la cara para voltear a verme con una mirada pesada que se podía sentir sin necesidad de verla. Y entonces la habitación se tornó silenciosa.
—Gracias... por fin algo de silencio —dijo antes de levantarse, agarrar su ropa, vestirse y tomar una gaseosa que saco de aquel mini refrigerador que yacía en esa habitación. Un tonto refrigerador que tanto le gustaba. —¿Quieres? —señalo hacia las latas de sabores que estaban acomodadas por tamaños, demostrando una vez más lo obsesionado que estaba por el orden.
—Estás bromeando, ¿verdad? —termine de vestirme y rápidamente agarre mis lentes para poder divisar que cara tenía. Si era una estúpida broma o un tonto juego, o si estaba burlándose de mí. Pero al recobrar la claridad de la vista no vi ninguna emoción, nada, ni una sonrisa, una mueca, nada, incluso sus ojos se veían vacíos, como si mirara a todos lados y al mismo tiempo no viera nada. —¿Qué mierda acaba de suceder? ¿Te das cuenta de que acabamos de...?
—¿Tener sexo? ¿Coger? Claro que me di cuenta, no soy idiota —me interrumpió bruscamente quitándome las palabras de la boca.
—¿Y eso no es raro para ti? Somos dos chicos, y aunque a mí me gustan, a ti no. ¿Por qué estás como si nada? —pregunté casi sollozando, esperando tan siquiera un poco de sentimientos en sus palabras, aunque fuera enojo o tristeza. Pero no había nada.
—¿Y tú por qué demonios le das tantas vueltas a esto? Solo es sexo, no matamos a nadie, nadie lastimo a nadie y mucho menos hicimos algo malo. Lo que hicimos fue algo que cualquier persona podría hacer.
—¡Cállate! ¡Esto no puede estar pasando! Es únicamente un sueño. Sí, seguramente es un sueño y en cualquier momento despertaré y todo esto solo quedara en mi memoria. —desesperado por los acontecimientos, buscaba algo con lo que pudiera golpearme para intentar despertar de algo que claramente sabía que no era un sueño, pero quería creerlo.
—¡Basta, idiota! —gritó antes de arrebatarme aquella lata de contenido desconocido que estaba a punto de utilizar como herramienta de autogolpe. —¿Qué demonios te sucede? ¿Por qué actúas tan extraño? —fijo su mirada en mis ojos y por fin podía ver un sentimiento en su rostro, un sentimiento de ira y ¿decepción?
Me quedé callado por largos minutos, viendo y analizando cada centímetro de su expresión, intentando descifrar que era lo que él sentía en ese momento. Pero no pude. Solté la lata y relajé todo mi cuerpo después de varios intentos de forcejeo con resultados fallidos, caí rendido, agotado y con unas pocas lágrimas en el frío suelo que parecía ser lo único que tenía sentido en ese momento. No paso ni medio segundo cuando se sentó a mi lado, ahora ambos estábamos recargados en un costado de la cama.
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Historias Fugaces
Teen FictionNo creo que estés listo para esta historia y no creo estar listo para vivirla.