CAPÍTULO 2

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Al día siguiente me levanté en cuanto mi madre me lo ordenó, me alisté y bajé a ayudarle a hacer el desayuno. Y así comenzó mi aburrida rutina de todos los días.

Tenía que mantener una sonrisa en todo momento, tenía que parecer que amaba hacer esto y así no levantar ninguna sospecha hasta que el día en que la luna llena llegara.

Al anochecer fui a acostarme a la cama y esperé a que todos fueran a dormir para poder salir de casa. Esta vez fui a entrenar. Sé que soy un omega y que un omega no puede hacerlo, pero yo quiero ser lo suficientemente fuerte para poder defenderme solo. Había veces en las que, por la ventana de mi habitación, veía a los alfas y betas entrenar, así que sé cómo moverme y defenderme.

Regresé a casa y fui a dormir.

Al día siguiente hice lo mismo y al siguiente día también. Los días pasaron hasta que, finalmente, la noche de Luna llena llegó. En cuanto terminé de hacer mis quehaceres fui a mi habitación y puse algunas de mis cosas dentro de mi mochila, la oculté debajo de mi cama y luego me puse a leer el resto de la tarde.

Al anochecer mi madre entró a la habitación y, como lo hacía cada noche, me dio las buenas noches y bajó al primer piso, ahí la esperaban mi padre y mis hermanos mayores. Como cada luna llena, siempre se hacía una enorme fogata en la plaza y celebraban toda la noche, daban gracias a la diosa luna por la bendición que nos había dado.

Aproveché el momento y cuando vi que ya no estaban dentro de mi campo de visión tomé mi mochila y bajé al primer piso, caminé hasta la puerta trasera y antes de salir di un suspiro.

Apresuradamente corrí hacia el bosque. Estaba logrando mi cometido, por fin sería libre, podría hacer lo que quisiera, ser quien yo quisiera y no lo que mis padres y la manada querían que fuera. Corrí rápidamente, escapar era lo único que estaba en mi mente en ese momento y nadie podía detenerme. Al cruzar la frontera mi rastro se perdería y al fin sería una persona libre de leyes estúpidas.

Los gritos agonizantes llegaron a mis oídos, así que me detuve.
¿Qué pasaba en la manada?
¿Por qué todos pedían ayuda?
¿Por qué gritaban de esa forma?

Tenía que tomar una decisión rápidamente. Ir a ver que pasaba o cruzar la frontera.

¿Qué era más importante para mí?

Escapar, eso era más importante. Quería librarme de esas cadenas y esta era mi única oportunidad. Volví a correr y cuando estaba a unos cuantos metros de llegar a la frontera, los gritos se intensificaron y entre ellos estaba el de mi madre.

Me detuve de nuevo y sin dudarlo dos veces me giré y regresé. No podía dejar a mi madre sola, tenía que protegerla, al final de cuentas ella era mi madre y la amaba demasiado.

Cuando llegué me acerqué a la plaza y pude ver con claridad cómo el Alfa estaba siendo derrotado, aún en su forma lobuna los atacantes pudieron vencerlo, eso quería decir que las personas que estaban atacando eran demasiado fuertes.

Había alrededor de unas veinte y todas ellas desprendían un aroma desagradable. En el suelo se encontraban derrotados los hombres más fuertes de la manada y entre ellos estaba mi padre. Mis tres hermanos mayores no se encontraban dentro de mi campo de visión. Solo pude visualizar como mi madre y algunas de las mujeres y niños se encontraban reunidas en un pequeño grupo custodiado por uno de los hombres que atacaban.

Tenía que hacer algo lo más pronto posible, tenía que recuperar a mi madre a cómo diera lugar, así que tenía que idear un plan. ¿Cómo salvaría a mi madre?

No había manera, pero tenía que intentarlo. Salí de mi escondite y comencé a correr en la dirección que mi madre se encontraba.

Ella me miró y su rostro se horrorizó —¡NO!— gritó —¡ROBIN, VETE!— no podía irme y dejarla aquí. Así que, aunque fuera un omega débil, tenía que intentar salvarla.

Llegué hasta donde se encontraba y me puse a su altura, las cadenas con las que su cuerpo estaba atado eran de plata y no podía tocarlas, la plata te quema la piel y las heridas sanan mas lento. No me importó quemar mi piel con la plata y la tomé, quise arrancarla del cuerpo de mi madre, pero no pude.

—Tranquila, te voy a sacar de aquí— miré a mi madre y ella miraba detrás de mi.
—Vete de una vez— susurró —ellos te verán, escapa y aléjate de aquí.

—No— negué —No te dejare aquí.

—Hazlo, ahora— me miró molesta —Es una orden— habló con su voz de mando. Un alfa podía ordenar al omega y el omega tiene que obedecer y no puede reusarse. El Alfa puede ordenar a todos, pero los alfas comunes solo pueden hacer sumisos a los omegas débiles como yo.

Me levanté del suelo y comencé a retroceder —Iré por ayuda— me giré y comencé a correr hasta llegar al bosque.

No podía pensar claramente, lo único que deseaba en ese momento era ayudar a mi madre y tenía que buscar ayuda para poder salvarla a ella y a la manada también.

En un punto me choqué con algo, más bien con alguien. Caí al suelo —¿Estas bien?— me extendió una mano y me ayudó a ponerme de pie.

—Si— asentí.

—¿Quién eres tú?

—Soy Robin, ¿tu puedes ayudarme?— lo miré —mi madre está en peligro y mis hermanos mayores no los encuentro por ningún sitio.

Tomó mi mano y me jaló —Ven, no podemos ayudarlos.

—Pero mi madre está en peligro, esas personas pueden matarla como a los demás.

—No podemos— jaló de mi mano y me hizo caminar. Traté de soltarme, pero su fuerza superaba a la mía por mucho.
—No quiero— susurré —Yo no voy a abandonar a mi madre allá atrás— me detuve y lo miré —Ella es importante para mi.

—Pero viste lo que le hicieron al Alfa, no podemos ayudar a nadie, yo soy un simple beta y tú eres un omega, ¿Qué crees que podemos hacer ahora?

Un nudo se formó en mi garganta y no me quedó otra opción más que resignarme y continuar huyendo. Al poco rato de haber huido nos encontramos con mis hermanos mayores y con otros cuatro chicos y dos chicas mas.

—¡ROBIN!— gritó Drago, uno de mis hermanos mayores. Corrió hacia mi y me abrazó —Creí que ellos te habían llevado también.

—¿De que hablas?— pregunté.

—Ellos se llevaron a nuestra madre y a otras personas de la manada, a las que no se llevaron los mataron.

—Entonces, ¿Padre esta muerto?— lo miré.

—Lamentablemente si— respondió Elyan, él mayor de los cuatro.

El asqueroso aroma volvió a mi y también invadió las fosas nasales de los demás —Ellos se acercan— dije.

Todos comenzamos a correr hasta llegar a la frontera, en la cual nos detuvimos ya que ninguno de los que me acompañaba quería cruzar.

—Pero, ¿y si es cierto lo que dicen los ancianos?

—No lo es— respondí seguro. Yo había salido demasiadas veces y nada me había pasado.

—¿Cómo lo sabes?— preguntó Elyan.

—Yo la crucé, si— lo mire desafiante.

—¿Qué hiciste que? ¿Te atreviste a salir de la casa y de la manada también?

—Estoy seguro de que tú habrías hecho lo mismo que yo si estuvieras en mi lugar.
—No, Robin. Yo habría obedecido las órdenes de nuestros padres.

—No lo entiendes, estaba harto de toda esa mierda.

Elyan levantó su mano y trató de golpearme, pero Adel lo detuvo —Suficiente, Elyan— apartó su mano —Se que lo que Robin hizo estuvo mal, pero no es momento para discutir. Tenemos que llegar a un lugar seguro lo antes posible— Adel me miró —¿Conoces alguno?— preguntó.

—Si— asentí —A unos cinco kilómetros, saliendo del bosque, hay una ciudad y ahí hay un bar. Podemos ir ahí, el dueño es mi amigo y estoy seguro de que va a ayudarnos.

—Bien, entonces guíanos hasta ese lugar— dijo Elyan y luego comenzó a caminar.

Todos salimos de la frontera y yo los guie hasta llegar al lugar. Salimos del bosque y caminamos sobre la banqueta hasta que el enorme letrero del bar ENGEL se dejó ver.

—Llegamos, aquí es— me detuve y me giré para mirarlos. Todos ellos estaban sorprendidos y mantenían el mismo rostro que yo la primera vez que había venido.
—Robin— Drago me llamó. Lo miré y esperé a que hablara —¿Qué se supone que es este lugar?

—Un lugar de perdición— susurré antes de girarme y comenzar a caminar.

Entramos y caminamos hasta la barra, me senté en el banco y luego los chicos que venían conmigo se sentaron en diferentes lugares al lado de mi. Jan se acercó a donde me encontraba, me sirvió un trago y luego se sentó en su banco —¿De nuevo aquí?

Lo miré seriamente —La luna llena llegó, pero ocurrió una locura— miré a los chicos —Atacaron la manada y tuvimos que huir.

—¿Ellos son?— miró a los chicos también.

—Son miembros de la manada y necesitamos un lugar para pasar la noche.

—Oh no— me miró —Yo no puedo llevarlos a todos a mi casa. Es ham, un desastre y muy pequeña.

—Por favor— puse una cara tierna —Solo por esta noche. A cambio te ayudarán a atender el bar, y gratis— me crucé de brazos. Esa técnica nunca fallaba, lo sabía claramente.

—Ash— se quejó y se tomó la barbilla —Solo por esta noche.

Alfa y Omega   [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora