Capítulo |3| -Vas a ser mía.-

2K 97 0
                                    

Mire a madre por si era mentira, pero no, así de sorprendida como estaba yo, estaba ella, y solo asentí, sin decir nada, confundida, ¿qué iba a hacer ese señor en mi habitación?, ¿acaso eso no está prohibido? Pero... si padre lo dice, está bien, ¿no?

Nunca podemos decir nada, nunca podemos negarnos, ni preguntar, ni nada, no podemos hacer nada, solo... solo asentir, como si eso es lo único para lo que servimos, para asentir a todo lo que ellos nos dicen y hacer lo que se te ordena, siempre era lo mismo, siempre, siempre.

-¿Oíste bien..., Elenne?.- preguntó padre, seguro al ver mi cara ida, o mi temor, mi preocupación, o mi miedo. Pero... ¿Qué iba a hacer ese señor en mi habitación?, ¿iba a cerrar los ojos?

-Si padre, oí bien.- susurré con la cabeza abajo.

El señor se paro de la mesa, y mi corazón cada vez estaba más rápido, lo oía, escuchaba el sonido que hacía mi corazón, estaba nerviosa pero... ¿Por qué estaba nerviosa?, volví a asentir en dirección a padre, y salí del comedor a paso lento, y con la  cabeza gacha, como siempre debo de andar. De camino a un lugar que conocía muy bien, pero desconocía que haría allí. Mis manos temblaban y tuve que pasarla por mi vestido, para quitar los pensamientos de la mente y los nervios.

Escuchaba las pisadas del señor detrás de mí, eran fuertes, toscas,-como dice madre a algo de varones.- hacían retumbar mi corazón, y se quedaban dando vueltas en mis oídos, era molesto, era muy molesto.

Comenzamos a subir las escaleras, que antes me parecían sin fin, y ahora me parecían muy cortas, porque aunque caminaba despacio, y sin ganas de llegar a mi habitación, llegamos rápido al final de las escaleras, y mientras más rápido nos acercábamos a la esa de mi habitación, más rápido latía mi corazón.

Y cuando llegamos al final del pasillo, a la esa de mi habitación por fin habló. Estaba parado al lado de mi, y era más alto, mucho más alto, pero mucho más alto que yo.

-Abre la puerta.- la puerta, la puerta, la puerta... ¿la esa, la esa se llama la puerta? Si, otra cosa más aprendí. Pero tenía miedo de estar en mi habitación a solas con él, ¿y si me hacia daño?, -madre siempre decia que los hombres hacen daño, pero madre... ¿Este señor me hará daño?,- madre no esta aquí para ayudarme. No había nadie.

-Si.- susurré, a la vez que abría mi puerta, el señor pasó, y detrás de él, entre yo, con la mirada hacia bajo observé de reojo como miró la habitación, hasta que se detuvo en mi cama, y se sentó en ella. Y yo me quedé al lado de la puerta abierta, nerviosa. Me observaba, sentía su mirada encima de mi.

-Ven a mi pequeña.- habló, y como siempre se le debe hacer caso a ellos, fui hacia él, pero antes, cerré la puerta, siempre se debe cerrar la puerta, siempre, siempre.- Así me gusta, así me gusta. Ahora, quiero que te quites ese vestido, quítate ese vestido para mi.- dijo mientras se acomodaba en mi cama, dura ¿no?, pero, en mi mente todavía seguían esas palabras, "quítate ese vestido para mi".

¿Qué?, escuché su voz retumbar en toda mi habitación, su voz hacia eco, y hacia mucho ruido en mi cabeza, ¿él no venía a cerrar los ojos? madre... ¿madre dónde estás? Te necesito, madre dijo que no podía, que eso estaba mal, nadie nunca debía de ver mis partes privadas. Pero no veo a madre, no veo a madre, no hay nadie, solo él y yo, más nadie, ¿madre... por qué me dejaste sola?, no quiero, quiero que se vaya.

-¿Si me escuchaste?, quiero que te quites ese vestido, AHORA.- Gritó , como me había gritado padre, solo que él no tenía nada que golpear, solo... solo a mi, ¿él iba a golpearme?, antes de responder yo misma a esa pregunta, estaba bajando -con todo el miedo del mundo- la tira de mi vestido, lento, como si ese señor no me la quisiera arrancar con la mirada, mis senos, mis senos adoloridos e hinchados y mis pezones parados -como dijo madre-, quedaron a la vista de este señor, de ese señor que me da miedo, porque en su mirada no hay nada bueno.

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora